Cada vez es más frecuente escuchar que un vino es orgánico o biodinámico. Aunque los términos pueden confundirse y hasta parecer lo mismo, lo cierto es que hay algunas diferencias. Si bien la agricultura biodinámica y la orgánica coinciden en la prohibición del uso de productos químicos sintéticos, en la primera existen algunos requisitos adicionales.
Según lo explicó Dr. Vinny, el experto en vinos de Wine Spectator, la biodinámica mira a toda la finca, creando un ecosistema autosostenible al incorporar prácticas como cultivos de cobertura, compostaje, el uso de ganado y métodos naturales de control de plagas.
Este sistema es conocido por requerir el uso de nueve preparaciones hechas de hierbas, minerales y estiércol y adiciones de compost para fomentar la salud del suelo y las plantas. En los casos más rigurosos, si el productor sigue todos los principios, también coordina los tiempos de ciertas actividades como la poda y la aplicación de las preparaciones con el calendario astronómico y los ciclos lunares.
Otra diferencia con los vinos orgánicos es que este modelo no requiere la obligatoriedad de la certificación. Un vino puede estar elaborado “a partir de uvas biodinámicas”, lo que significa que esos frutos fueron obtenidos según las prácticas agrícolas específicas y aprobadas por la biodinámica. En cambio, un “vino biodinámico” implica que durante el proceso de elaboración no hay manipulaciones como adiciones de levadura o ajustes de acidez.
De todas maneras, el especialista de la prestigiosa publicación estadounidense aclara que, al igual que sucede con las certificaciones orgánicas, la agricultura biodinámica no es garantía de calidad, aunque sí significa que se puso mucho esfuerzo en ella.