Nunca voy a olvidar la mezcla de sorpresa y susto en la cara de mi esposa, en ese momento mi novia, al explicarle que las decisiones de pareja y de todo en la vida, respondían a un básico análisis de costo-beneficio.
En economía el análisis costo-beneficio es una constante al momento de tomar decisiones, por razones más que obvias. Pero, en realidad, todas las decisiones que tomamos responden a este análisis, solo que muchas veces lo hacemos casi sin darnos cuenta. En especial en las decisiones más rutinarias y del día a día. Aunque no lo veamos, nuestro cerebro está haciendo ese análisis constantemente, algunas veces inconscientemente.
Cuando se trata de inversiones, ese análisis no puede pasar desapercibido. En el momento en que estamos decidiendo dónde vamos a poner el fruto de nuestro trabajo para intentar obtener rendimiento debemos hacer este análisis con mucho detenimiento. Y en inversiones, este análisis se puede simplificar a riesgo contra potencial retorno.
Es lo primero que debemos observar, y el mayor desafío es que debemos observarlo dejando nuestros sentimientos de lado. Psicológicamente, cuando nos dejamos llevar por nuestras emociones tendemos a concentrarnos solo en el potencial retorno, y no miramos el riesgo. Un gran ejemplo de esto son las estafas piramidales, donde el riesgo es obscenamente alto, pero muchos deciden no verlo, tentados por las sirenas de los retornos mágicos de 2 dígitos mensuales en dólares (algo que no existe). Por algo uno de los mejores inversores de todos los tiempos, Warren Buffett, siempre indica que en inversiones es más importante la psicología y la disciplina, que la inteligencia.
Algo fundamental que debemos observar es que exista simetría entre el potencial retorno que puede darnos una inversión y el riesgo que estamos asumiendo con la misma, entendido en el sentido más simple por cuánto puedo perder. Si detectamos una asimetría donde el riesgo es muy alto, debemos salir corriendo. Si encontramos una asimetría donde la potencial ganancia es muy alta y el riesgo bajo, debemos primero hacer un segundo análisis para ver que no estemos obviando algo, y luego ahí sí avanzar con esa oportunidad. Esto último no es lo más común y requiere de mucho análisis.
Un ejemplo interesante pueden ser algunos bonos soberanos en dólares, ya que cotizan en valores prácticamente de default (con lo cual el riesgo a esos precios es relativamente bajo), y en un escenario constructivo de cambio de rumbo económico post elecciones podrían tener un potencial de alza interesante (potencial retorno elevado). En este caso sería una inversión interesante para un determinado grupo de inversores, con visión de largo plazo, y con alta tolerancia a la volatilidad. Es decir, para inversores arriesgados.
En caso de que no tengamos ganas, o la capacidad de hacer este análisis, la alternativa es buscar fondos o carteras que estén administradas por personas que hagan este trabajo por nosotros, y que estas personas e instituciones se encuentren reguladas por los organismos de control. Porque este análisis no se hace solo al momento de iniciar una inversión, sino permanentemente, ya que las variables van cambiando y esta simetría puede cambiar en cualquier momento. De hecho, el riesgo debe ser administrado en forma constante y activa.
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*El autor es CEO de Ohana y Chimpay Inversiones