Como sucede cada año en esta época en la que comienza la cosecha de algunas variedades, el precio de la uva se ha puesto en el centro de la discusión. En esta oportunidad, se puede ver una diferencia cercana al 100% entre lo que piden los productores de aumento respecto a 2022 y lo que las bodegas están dispuestas a pagar en un contexto de escasez de materia prima y caída del consumo.
De acuerdo al Informe del Tercer Trimestre de 2022 de la División Vinos del Banco Supervielle, en esta temporada para lograr un escenario de equilibrio se pueden esperar “aumentos de la uva del 27% o más en moneda constante solo en variedades tintas de media y alta gama donde las bodegas pueden transmitir ese aumento al mercado y parte absorberlo con menor margen”.
Conforme a la explicación del economista Javier Merino, autor del documento, esto quiere decir que a la inflación hay que sumarle un 27% aproximadamente, lo que daría un aumento de alrededor de 130% en promedio. “Esa estimación es general, porque en algunas uvas puede estar muy por encima, sobre todo en uvas tintas de calidad, donde más afectó la helada”, aclaró.
“Esto no significa que ese precio sea fantástico para la rentabilidad de los productores y no están, en promedio, en los valores de equilibrio económico. Lamentablemente esto es una frazada muy corta. Es una realidad que ni siquiera es buena para los productores, ya que solo tendrían buenos precios los que tienen uva para vender, pero hay algunos que perdieron el 100%. A su vez, impacta muy fuerte en las bodegas, porque representa el 30% del valor del vino y eso hace que los costos aumenten de manera directa”, sostuvo Merino.
Esta situación se da en un contexto que combina una disminución de la oferta de uvas, con una merma que iría entre el 19% y el 30%, con un escenario complicado para el mercado de vinos con una caída de la demanda, en especial de baja gama; menor ingreso de exportación por el retraso cambiario; bajo acceso a financiamiento para capital de trabajo: aumento de precios de los insumos: y aumento de la demanda en categorías medias y altas.
Sin embargo, estas cifras distan mucho de las que pretenden cobrar los productores. Hace unos días, seis entidades viñateras (tres de Mendoza y tres de San Juan) reunidas en el INTA Junín firmaron un documento conjunto en el que plantearon un incremento acorde para las distintas variedades que en algunos casos es el triple del precio al que se comercializaron el año pasado.
Por caso, de acuerdo a la lista de precios mínimos para la zona Norte, zona Este, zona Sur y San Juan (no incluyen al Valle de Uco) las uvas criollas o para mezcla deberían valer de $110 a $115. Las uvas blancas A, entre $260 y $280, y las blancas de tipo B, de $135 a $140. En cuanto a las tintas, las de tipo A deberían pagarse entre $230 y $240, y las B entre $160 y $165. Si se toma el caso de las uvas criollas, el aumento que piden ahora (de 33-37 a 110-115) ronda el 220%, es decir más del triple.
En este sentido, Patricia Freuler de Ortiz, presidenta de Bodegas de Argentina (BdA), recordó que como cámara tienen prohibido por ley hablar de precios y que en el mercado no existe un único valor, sino que hay prácticamente tantos precios como varietales y zonas existen. Aunque son conscientes de que este año el precio de la uva va a ser mayor, remarcó que los bodegueros y elaboradores tampoco han tenido una temporada sencilla.
“Estamos en problemas serios, arrastrando una caída importante en el consumo de vino y con un tipo de cambio muy atrasado. Tenemos un techo que está dado por lo que los mercados estén dispuestos a pagar por los productos que ofrecemos. Por ejemplo, en Europa, por la devaluación de los vinos locales, los nuestros están más baratos que en Estados Unidos, porque no queremos perder los mercados que tenemos. Y en el país pasa lo mismo, los acuerdos de precios impiden que los aumentos superen el 4%, con lo cual se nos hace difícil pagar”, dijo Ortiz.
Asimismo, declaró que el valor de la uva va a terminar definiendo su precio de acuerdo a la oferta y la demanda. “Si bien hay menos cantidad de uvas, las bodegas van a tener menos demanda por la caída de las ventas. Entendemos las dificultades que han tenido los productores, pero no se puede mirar la película de un solo lado porque el escenario es preocupante para todos”, justificó la presidenta de BdA.
Por su parte, Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi), sostuvo: “Es muy complicado trasladar los precios que han pasado los productores al vino terminado, a la góndola. Sería fantástico para nosotros poder vender a esos precios, pero la realidad es que con esos valores sería difícil lograr que no se caiga la venta”.
Al igual que la presidenta de BdA, afirmó que no existe un precio correcto para la uva y es algo que puede variar día a día. De todas maneras, Ruggeri opinó que el porcentaje de aumento puede ser más cercano al que estima el informe elaborado por Merino que al pretendido por los productores. “Algunas bodegas, no las entidades, salieron a publicar valores con un incremento con respecto al año pasado de entre el 100% y 130% como piso. Eso va a ser, en principio, lo que va a ir rigiendo el mercado, pero el precio se va a ir modificando. A medida que la cosecha avance y se vean los rendimientos reales y los valores que tendríamos a fin de temporada, el precio se va a terminar de instalar”, manifestó el referente de Acovi.
Tres factores que más van a afectar a la vitivinicultura en 2023
Javier Merino anticipó a Los Andes los tópicos de su próximo informe, donde se detallan los tres factores que más van a afectar a la vitivinicultura esta temporada. Estos son: caída de la demanda de vino en el mercado doméstico, que se explica en la pérdida del poder adquisitivo y la caída de los salarios en términos reales de los argentinos; caída del tipo de cambio para los exportadores, lo que es equivalente a una caída de la demanda; y tercero, la suba de los costos de producción por las inclemencias climáticas.
“La cuenta de las bodegas va a ser muy mala a finales de 2023. Y este año se suma a una lista de muchos años malos para el sector. Es un panorama muy complejo”, advirtió Merino. Pero lo más preocupante es que “no parece haber formas muy rápidas de salir” porque las tres variables “pintan mal” y no hay muchos instrumentos para hacerle frente.
En este sentido, para poder atenuar los daños de esta crisis deberían darse algunos factores: “Si la Argentina disminuyera su tasa de inflación de forma sostenida y real y el tipo de cambio tuviera una devaluación, eso mejoraría las cuentas de las bodegas y de los productores. Por otro lado, con una menor inflación, los salarios podrían crecer, aunque no a niveles de 100%. Mi cuenta es que los salarios suben por encima de la inflación cuando el índice es de 25% anual o menos. La palabra clave para entender por qué a las bodegas y productores les esté yendo mal es inflación”, detalló el experto.
“Todo indica que la inflación va a seguir siendo alta y, por ahora, el tipo de cambio no se va a recuperar. Podríamos tener un cambio en el escenario si el Gobierno nacional decidiera, por ejemplo, quitarle la retención a la exportación de vinos o algo por el estilo. Pero en el mercado doméstico es poco probable que cambien las condiciones porque eso implicaría la eliminación de impuestos, como Ingresos Brutos, y las cuentas del Estado no están para soportar una medida así”, enfatizó Merino.
Asimismo, remarcó que todo lo que se podría esperar este año es asistencia para aquellos que perdieron por contingencias climáticas, como la suspensión de impuestos u oferta de créditos, pero el sistema financiero está sin recursos para prestarle a los sectores productivos. “Pero eso es postergar una deuda y tampoco es tanto lo que se va a modificar. Van terminar haciendo algo que no es bueno para el sector en el largo plazo y es postergar inversiones, algo que viene sucediendo hace años”, completó el especialista.