Navegando en un mar de incertidumbre

El autor marca la relación constante entre la falta de información y la oportunidad para tomar decisiones, en un escenario de permanente cambio.

Navegando en un mar de incertidumbre
La incertidumbre es el némesis de la útil y bienvenida información: ésa que nos permite tomar decisiones medianamente acertadas en un mundo de datos

Para buena parte de los empresarios la incertidumbre es el némesis de la útil y bienvenida información: ésa que nos permite tomar decisiones medianamente acertadas en un mundo de datos rabiosamente disponibles pero poco comprendidos.

Es cierto que los datos procesados en forma clara, profunda y oportuna se nos desvelan como información útil para la toma de decisiones y son vitales para el ejercicio de anticipación que nos ha traído a los Sapiens hasta donde estamos en la actualidad. Pero también es cierto que si alguien está esperando que las condiciones de incertidumbre mejoren para volver a la “normalidad” y así poder avanzar, rediseñar proyectos o buscar salidas viables a las condiciones de escenario, le toca recordar que la incertidumbre y la información avanzan en forma proporcional y siempre constante.

Si conoce usted a alguien a quien le cueste comprender este hecho, proponemos un ejercicio aclarador: imagine que es invidente y que sólo tiene un bastón para enterarse de lo que ocurre a su alrededor para cruzar un largo pasillo, en una sola dirección. En primer término, a partir de la información emanada por los golpes de su bastón (que le entrega señales del entorno) deberá tomar decisiones (avanzar, no avanzar, retroceder, entre muchas otras), lo que hará luego de evaluar si confía o no en su instrumental.

Mientras las señales son claras (espacio de “lo conocido”) usted se decide a avanzar y acelera levemente sus pasos, al ritmo del golpe informativo y en la medida que “hay confianza” en lo que ocurre al avanzar (ensayo y error).

Es lo que necesitamos para tener suficiente confianza y avanzar: información útil para tomar decisiones, bases reales que asuman con inteligencia y flexibilidad las contingencias como condiciones dadas de los posibles escenarios. Y si nos ha tocado vivir en un lugar en que navegamos en un continuo de crisis e incertidumbre (como suele ser América Latina) ya sería hora de convertirnos en los mejores navegantes del planeta para las condiciones que impone el siglo veintiuno.

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