Luis Correas, abogado y bodeguero por adopción, recibió a Los Andes en la casona San Luis, una de las joyas arquitectónicas que tiene el departamento de Junín. Heredero del ex gobernador de Mendoza Juan de Dios Correas, el negocio del vino estuvo en su familia durante décadas, ya sea como productores o industriales. Durante una extensa charla habló sobre el hecho de participar de una bodega familiar, también explicó cómo se han ido transformando con el paso del tiempo y, principalmente, con orgullo, contó sobre las nuevas generaciones de hijos y sobrinos que están hoy en áreas claves de la Bodega Luis Segundo Correas en Medrano.
-Son una bodega familiar con mucha historia...
-Todo comenzó con mi bisabuelo, Segundo Correas, quien tuvo 10 hijos. Dos de ellos, los varones, continuaron con el apellido y la tradición familiar. Una de las bodegas estaba aquí en Medrano, Mendoza. Luego, la bodega pasó a mi tío Julián y a mi abuelo, que era abogado. Ellos continuaron con las viñas y la producción de vino. En 1973, mi padre Luis Segundo, que era el único varón, se hizo cargo de todo. Yo me recibí de abogado y trabajé en la empresa en contacto permanente. Después, mi hermano Julián y Diego, que falleció, continuaron con el negocio. Más tarde, se incorporó mi hermano Francisco, quien vive en Buenos Aires y se encarga de la parte comercial. Y ahora se sumaron mis hijos Juan y Victoria junto con mis sobrinos Julián y Julieta.
-A lo largo de todos estos años, ¿cómo ha cambiado la forma de hacer vino, de comercializarlo y los productos que ofrecen?
- La forma de hacer vino ha mejorado mucho con la tecnología, pero sigue siendo vino. Antes, en los años 80 y principios de los 90, se producía mucho vino a granel, vinos blancos y tintos comunes. A partir del 92 y 93, se empezaron a hacer buenos vinos. Antes también existían, pero era un porcentaje muy pequeño. En los 90, hubo un cambio importante con la entrada de la tecnología. Muchos malbecs y cabernets se convertían en blancos escurridos. Pero eso era lo que la gente tomaba, con hielo, con soda, con jugo. Y se tomaba mucho, 90 litros por habitante. Ya a partir del 2000 hubo un cambio en la configuración del negocio.
-¿Y cómo trabajaron ese cambio?
- Nosotros comenzamos a vender y fraccionar. Antes éramos trasladistas y vendíamos a otras bodegas. Ahora estamos más enfocados en la exportación, aunque en los últimos años se complicó por la inflación y la brecha cambiaria.
-¿A qué mercado y qué productos exportan?
- Producimos varietales: malbec, cabernets, entre otros. Fundamentalmente Malbec, que es nuestra especialidad. Exportamos a Brasil, Estados Unidos, Canadá y Dinamarca.
-¿El mercado interno nunca fue una opción?
- Sí, pero es más difícil. No hemos logrado insertarnos mucho. La distribución es uno de los desafíos más grandes.
-¿Y qué opina del consumidor actual? ¿Qué busca en el vino?
-Lo mejor de la industria vitivinícola es su diversidad. No se puede monopolizar con un solo estilo o marca. Estamos viendo un interés creciente en vinos frescos, más modernos, con menos influencia de la madera. También hay espacio para explorar otras variedades más allá del malbec.
-¿Cree que el consumo de vino seguirá disminuyendo o hemos tocado fondo?
- Creemos que debemos seguir innovando, ofreciendo un producto de calidad que atraiga al consumidor. La dinámica laboral ha cambiado, la gente ya no tiene el mismo tiempo para almuerzos largos en casa. Es importante permitir que el consumidor elija lo que realmente disfruta.
- ¿El marketing del vino ha alejado al consumidor?
-Sí, considero que cierto tipo de marketing ha alejado al consumidor. Sin embargo, también ha abierto nuevas oportunidades. El vino sigue siendo una parte importante de la cultura, tanto en Argentina como en el extranjero. ¿Has notado cómo en las series de televisión o las películas, los personajes a menudo disfrutan de un vino? Eso sigue siendo relevante.
-Hay una tendencia hacia consumir productos con alcohol cero..
-Si. Hay una tendencia mundial hacia productos más saludables, menos procesados, lo cual puede afectar la industria del vino. Es cierto que esta tendencia podría impactar en el volumen de consumo como lo conocíamos antes. Sin embargo, el vino tiene una historia arraigada y sigue siendo una bebida con un significado cultural profundo, incluso con sus beneficios para la salud que se destacan en la Biblia. No creo que vayamos a presenciar el fin de la industria del vino ni del consumo de alcohol en general. Si bien los hábitos de consumo están cambiando, es difícil predecir hacia dónde se dirigirán. En este contexto, nosotros como productores debemos adaptarnos a las preferencias del consumidor y estar atentos a las nuevas tendencias.
-¿Qué considera que demanda el consumidor internacional hoy?
Consideramos que las nuevas tendencias en el mundo del vino están enfocadas en vinos jóvenes, frutados y accesibles, que inviten a disfrutar y compartir una copa de manera desenfadada, más allá de analizar cada característica detalladamente. Estos vinos están ganando popularidad, y vemos un crecimiento significativo en el segmento de vinos orgánicos. Aunque dudamos que el mercado en su totalidad se convierta en orgánico, sí observamos una demanda creciente por parte de ciertos consumidores dispuestos a pagar un precio diferencial por productos orgánicos. Sin embargo, creemos que esta tendencia coexistirá con otros tipos de vino, ya que la accesibilidad y el precio seguirán siendo factores importantes para muchos consumidores. Es posible que en el futuro veamos una evolución similar a lo que ocurrió con los productos transgénicos: una gran atención inicial seguida por una adaptación y coexistencia con otras opciones en el mercado.
Una casa con historia: casa San Luis
En 1972, Luis Segundo Correas, heredero del espíritu pionero de sus antepasados, tomó las riendas de la bodega familiar. Bajo su liderazgo, se modernizó la bodega actual, ubicada en el carril Tres Acequias de Medrano, ampliando su capacidad para albergar la creciente producción proveniente de los viñedos plantados en 1932.
Más allá de la producción de vinos de alta calidad, la familia Correas rinde homenaje a sus raíces y a la historia del lugar con Casa San Luis. Esta centenaria casona, construida por los fundadores de la bodega, se encuentra rodeada de un magnífico parque con añosos árboles y una gran variedad de rosas. Diseñado por el paisajista francés Carlos Thays, quien en Mendoza es recordado por el diseño del Parque General San Martin, el lugar es un oasis y refugio veraniego para la familia. Además la Casa fue escenario de dos películas. En 1980 Luis Sandrini, protagonizó allí la película “Donde el diablo metió la pata” y en 2014 se filmó “Vino para robar” protagonizada por Daniel Hendler y Valeria Bertucelli.
Casa San Luis abre sus puertas al público para ofrecer visitas guiadas y almuerzos con reserva previa. De esta manera, los visitantes tienen la oportunidad de sumergirse en la historia de la familia Correas, conocer el proceso de elaboración del vino y disfrutar de una experiencia gastronómica única en un entorno de gran belleza.