Leo Mut, de 39 años, con pocos movimientos organiza el mostrador. Una tablet escondida en la columna, una aplicación de música con sonido groove. Él es parte de la tercera generación al frente del negocio que fue fundado por sus abuelos y que -en 2025- cumplirá 100 años. Con el inicio de la cuarentena, a fines de marzo, la florería Meryland sufrió un duro golpe: un mes y medio a puertas cerradas y el peligro de un punto final a su trayectoria. Sin embargo, un cambio de rumbo comenzó a disipar aquella tormenta. “Le dije a mi padre: voy a la florería, le saco fotos a las plantas, ponemos un cartel y alquilamos el local. En el cartel puse mi número de teléfono, me empezaron a llamar y yo empecé a vender”, explicó el músico y productor sobre cómo inició esta nueva etapa en el local que conoce desde la infancia.
Desde hace un par de meses reparte las jornadas entre la florería y el estudio de grabación, “El Divino Fábrica de Canciones”, donde experimenta con texturas funk que subirá luego a spotify. “Me di cuenta de que conocía mucho sobre el negocio por lo que se charlaba en los almuerzos en familia, por lo que vi desde chico. Empecé a comprar mercadería, a desenvolverme. Mi padre viene una vez por semana, me da algunos tips sobre el manejo del negocio. Él es una persona de mucha intuición para el comercio”, dice Leo.
- ¿Cómo eran esas charlas familiares en torno a la florería?
- Cuando llegaba mi padre a almorzar hacía comentarios sobre la mercadería, los pedidos u otras tareas. El domingo íbamos al negocio. Mientras nosotros jugábamos con mis hermanos en el sótano, él preparaba una corona o un ramo de flores. Él siempre nos fue explicando cómo hacer. Recuerdo que viajábamos, que lo acompañábamos; teníamos una camioneta 504 y la cargábamos de plantas, veníamos apretados. A la florería la fuimos naturalizado desde siempre. Mi papá era el negocio; mi mamá es profesora de matemáticas.
“Mi abuela nació en un vivero también. Las plantas son una larga tradición para la familia. Cuando ella se casó con mi abuelo, que era dibujante de arquitectos, decidieron abrir la florería. El nombre de mi abuela era María y decidieron ponerle Meryland al emprendimiento, pero lo escribieron mal deliberadamente, para que al leerlo la gente lo pronunciara correctamente”, recuerda Mut.
-¿Cómo emprendiste esta transformación de músico a florista?
-Es un trabajo artístico pero desde otro lugar. Decidís cómo vas a cruzar los ramos, a combinar los colores; tiene bastante de arte creativo, de intuitivo y artesanal. El negocio funciona de mañana. La gente que tiene que hacer un regalo –generalmente- lo pide el día anterior; por la tarde voy a trabajar al estudio y sigo produciendo. No hay shows en vivo pero tampoco extraño tanto tocar, debido a que lo hice durante muchos años… Es una vida hermosa pero diferente. Sé que cuando todo se regularice voy a hacer cosas, pero no por una necesidad de subsistencia económica. En mi primer día en la florería, mi viejo me dijo que yo no podía manejar la florería solo pero, con los días, empecé a mostrar cómo iba la situación y claramente –esto lo he hablado con algunos amigos-, hay una escuela natural que vivís en tu casa con la enseñanza de tus padres; ellos te van dando una facultad para hacer las cosas.
- ¿Cuál es el mercado de lo creativo? ¿Hacia dónde vas?
-Me llena de orgullo poder llevar adelante la tradición familiar y llevar adelante esta florería. Todos los días hay gente que regala flores, de lunes a lunes. Al principio, mi papá le dijo a mi hermano que ahora había que ver si trabajaría los fines de semana, y mi hermano le contestó que yo estaba más acostumbrado a trabajar los fines de semana. Con la música, tengo fechas vendidas para noviembre o diciembre de 2021. La gente comenzó a contratar para eventos pensando en lo seguro. Soy abierto a lo que pueda pasar. Nunca me imaginé tener una banda de cumbia, por ejemplo, y la terminé teniendo y económicamente me fue bien. Estoy abierto a que las cosas sucedan y adaptarme.
-¿Qué cosas vas a incorporar al negocio para darle tu sello?
-Ya incorporé varias cosas. Antes las plantas estaban sin macetero. Fui a un mimbrero para hacer los maceteros. Incrementé el número de canastas que vendo por mes e incorporé la arpillera para decorar los ramos, que antes se envolvían en celofán. Incorporé el uso de la tecnología. Mi papá no sabía lo que era una página web o el whatsapp business. El 80% del negocio se trasladó a whastapp, vendo por ahí. Casi no entra gente al negocio. Podría funcionar de manera virtual perfectamente, pero a mí me gusta tener el local. Me parece interesante que la gente entre y vea. Todavía creo que estamos lejos de comprar todo por internet. Necesitamos poder ver algunas cosas.
- ¿Pensaste que se iba a acelerar esa transformación?
- Soy una persona atenta a la tecnología en general. Por tener un estudio de grabación siempre estuve atento a tener una computadora que funcione bien, adaptarme a las redes sociales para poder vender las bandas. Mi codificación comercial con la música fue ver a mi viejo en la florería. Ahora mi manejo de la florería fue todo lo que aprendí comercialmente con la música. El manejo de las redes, publicitar en Facebook e Instragram, generar historias, difusión… responder rápido a los pedidos de los clientes. En Google la florería está abierta las 24 horas, porque está abierta de manera digital. A mí no me costó ese traspaso porque ya lo venía haciendo. En los últimos meses el negocio creció mucho en esa dirección, en la era digital.
- ¿Cuál era el punto de partida?
-Esta florería estuvo cerrada más de un mes y medio y era imposible poder mantenerla. Al negocio había que agarrarlo con una energía nueva, trabajarlo desde otro lugar. Como no hay tanto tráfico interno, el whatsapp se volvió indispensable. De a poco vamos a la era digital. Con mi hermano, que es contador y también está muy amigado con el uso de la tecnología, fuimos progresando en la parte administrativa. Mi papá es otra cosa. El otro día le regalamos un celular y no sabía cómo prenderlo. Él es una persona que me enseña a mirar, que me explica que hay que vender calidad. Aprendo esto y le incorporo la tecnología y la creatividad para vender de otra manera.
- ¿Hacía dónde te gustaría llevar el negocio?
-Uno se va sorprendiendo y también adaptando a las circunstancias. No sé si este negocio el día de mañana va a estar franquiciado o si voy a tener una distribución de flores a nivel nacional. Me encantaría un Meryland en cada esquina, en diferentes puntos para poder manejarlos. Hoy estoy enfocado en que no se acabe, después de que la florería estuvo al punto del cierre definitivo. Hoy estoy tratando de mantener y recuperar el nivel de lo que había. Si logro eso en el mediano plazo, está muy bien. De ahí en más todo lo que pueda seguir sumando y creciendo será bienvenido.
-¿Cuánto romanticismo queda en el trabajo artesanal?
-Hay una cierta cultura del trabajo porque todo es artesanal: corto los cuadrados de arpillera que necesito, armo los moños, limpio las flores (la mayoría son importadas), se arma, se diseña.
-¿Cuál es el mercado?
-En el mercado funcionan los regalos de cumpleaños, aniversarios y muy poco los arreglos fúnebres. Van cambiando las modas. Muchas personas de afuera compran una canasta para enviar a un ser querido. El objetivo es incorporar servicios nuevos, de a poco, como un servicio de decoración con flores, atendiendo los diseños y los colores en los cafés, restaurantes y bares. Encargarse de decorar con flores frescas, generando una membrecía.
“Reflejar la elegancia. Siempre me ha parecido que comprar en Meryland es más que comprar flores. Es comprar una experiencia, más allá de una etiqueta o un nombre”, sostiene Leo Mut, al hablar de lo distintivo de su marca. La mañana choca contra las vidrieras del local de Montevideo y España, como en los últimos 32 años.
Leo Mut. Es músico, compositor y productor musical. Propietario del estudio de grabación “El Divino Fábrica de Canciones”. Participó en bandas como Altertango y Parió la choca, además de encarar proyectos solistas que publicó en spotify. Desde hace meses es el encargado de gestionar la florería Meryland, negocio que fundaron sus abuelos en 1925. Dando rienda a su faceta creativa, busca posicionar la marca en nuevos segmentos de mercado. Explica que, de su padre, aprendió sobre gestión comercial y de la música, las herramientas para gestionar la tienda en la era digital.