Mendoza cuenta con los factores endógenos necesarios para proyectar un desarrollo sostenible en busca de una meta social y económica definida. Se propuso como meta posible recuperar primero el Producto Bruto per cápita perdido en los últimos 20 años en relación con el promedio nacional, para después buscar alcanzar niveles similares a los uruguayos (hoy casi triplican los niveles locales).
Los factores endógenos mendocinos que brindan una ventaja natural comparativa con otras regiones son su riqueza humana, agrícola, mineral e institucional. Se dijo también que estos factores intrínsecos no generan valor agregado por sí mismo, sino que son necesarios para ser transformados en vectores de crecimiento sostenible que incentiven la generación de mejores y nuevos productos y servicios con ventajas competitivas para salir al mundo global del siglo XXI. Esto se conoce como el proceso evolutivo de la competitividad y fue definido por Porter (World Economic Forum).
Porter decía que la prosperidad o potencialidad de una economía proviene de la productividad de su microeconomía, donde las compañías producen bienes y servicios que se venden con un margen de ganancia gracias a servicios de producción eficientes. Para que las empresas puedan ser eficientemente productivas precisan de un ambiente o marco macroeconómico positivo, pero también deben desarrollarse condiciones intrínsecas en la microeconomía del sector en que se desarrollan que le permita generar valor agregado. Las empresas precisan de recursos humanos, capacidad de innovación tecnológica, capacidad de financiamiento, acceso a bienes de capital y sistemas laborales constructivos.
Pensar en el largo plazo
La evolución hacia un ambiente microeconómico atractivo y competitivo puede llevar desde años a décadas, dependiendo en parte de las políticas locales para incentivar tal desarrollo. En Mendoza tenemos un buen ejemplo dado por el Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI). La ventaja comparativa inicial (buenas tierras para viñedos y personal capacitado para la fabricación de vinos) fue transformada en base a inversión, investigación y capacitación de una industria primaria en una industria internacionalmente competitiva. De producir volumen con baja a media calidad de vinos, pasó a productos de mejor calidad y logró rápidamente ganar mercados internacionales gracias a una ventaja competitiva, como la relación precio/calidad de sus vinos, aunque también por la excelencia de algunos de esos vinos.
La transformación de factores intrínsecos locales en vectores de crecimiento debe ser integral, evitando visiones fragmentarias o sectoriales. Los corporativismos sectoriales terminan afectando la competitividad, que en algunos casos incluso afecta al sector “elegido”, pero también al desarrollo social regional. El éxito del PEVI no fue acompañado con crecimiento en el desarrollo humano de los mendocinos (aumentó la pobreza y el desempleo en los últimos 20 años), como tampoco con la mejora en la infraestructura o el manejo del agua. Finalmente, las condiciones microeconómicas actuales de una economía poco diversificada terminan afectando en parte al mismo desarrollo vitivinícola por falta de infraestructura, mano de obra, limitaciones en las inversiones estatales en control de plagas y lucha antigranizo.
La industria vitivinícola, que incluye uva y vinos, se ubicó como el sexto complejo económico en importancia dentro del Producto Bruto Geográfico (economiademendoza.com). Se ubicó por detrás del comercio (16%), petróleo (12%), administración pública (11%), transporte y comunicaciones (10%), y educación y salud (10%); y fue seguido por otras industrias (4%), sistema financiero (4%), agricultura sin uva (3%), construcción (2%) y turismo (2%), quedando un 17% en otros servicios menores.
Esto muestra una matriz económica mendocina con fuerte tendencia hacia los servicios (50%) y poco industrializada (25%). Vale recordar que el desarrollo industrial representó el mayor salto de desarrollo social de la humanidad y fue el principal motor de desarrollo de los países llamados del primer mundo.
El desarrollo industrial primario fortalece los cimientos económicos de una región, siendo que un industria competitiva y sostenible permite proyectar a todo el sector económico vinculado, sea en forma directa o indirecta. Da también oportunidades de inversión, desarrollo, innovación y crecimiento de nuevos emprendedores ofreciendo bienes y servicios. Por ende, el potencial natural de una región debería ser administrado con políticas públicas de crecimiento sostenible a largo plazo para que su transformación en recursos comerciables, o “commodities”, representen un vector de crecimiento social y económico sostenible junto a otros sectores asociados.
Mendoza cuenta con potencial de expandir sus sectores industriales primarios como base de un crecimiento sostenible y generadores sectores económicos asociados de bienes y servicios con alta capacidad de valor agregado y fuerte impacto en la generación de empleo. La agroindustria y la producción hidrocarburífera, industrias bien arraigadas en la provincia, muestran fuerte potencial de crecimiento de la mano del desarrollo tecnológico, manejo del agua, de infraestructura e inversión. La industria minera, hoy abocada a los minerales industriales y de construcción, cuenta con un potencial latente significativo en lo que respecta a minerales metalíferos como el cobre, quizás el metal con mayores expectativas de crecimiento a futuro en vistas de la transición energética que se avecina.
En este modelo de desarrollo es importante integrar el conocimiento científico mendocino, representado por sus universidades y centros de investigación locales, para reafirmar la aplicación de prácticas industriales con vistas al desarrollo humano con cuidado del medio ambiente.