La inteligencia artificial (IA) llegó para quedarse y los especialistas intentan determinar cuál será el impacto de la IA en el empleo. Las últimas estimaciones indican que se podrían perder el 25% de los empleos a nivel global.
De acuerdo a un informe presentado en el Foro Económico Mundial, en los próximos años desaparecerán 83 millones de puestos de trabajo, y nacerán otros 69 millones, lo que deja un saldo negativo de 14 millones de desocupados.
Sin embargo no hay unanimidad en este punto y en realidad lo que más predomina entre los especialistas es la “incertidumbre”.
Para el Banco mundial, cinco años atrás la IA iba a destruir entre el 50% y 65% de los empleos vigentes , pero sostenía que actividades que requieren del contacto humano como médicos, docentes, periodistas o artistas estaban “a salvo”.
En cambio, este año, en el Foro Económico Mundial difundieron un estudio de Goldman Sach según el cual solo el 25% de los empleos actuales serán reemplazados por la inteligencia artificial.
Agregó que “si bien se han identificado numerosos factores como causantes de esta transformación, la automatización y la digitalización son los principales y actualmente se ven potenciados por la llegada de la inteligencia artificial”.
A su vez, la consultora Accenture asegura que “la aplicabilidad de la IA al ámbito laboral debe ser concebida como un complemento a la tarea diaria”, y evaluó que “hasta un 40% de todas las horas de trabajo se verán apoyadas o aumentadas por la IA basada en el lenguaje”.
Por su parte la Ceo de Randstad para Argentina, Chile y Uruguay, Andrea Ávila, dijo a Télam que “lo que vimos estos últimos meses con la explosión de ChatGPT y otras iniciativas de redes neuronales artificiales y procesamiento de lenguaje natural es que los avances son gigantes, y que la frontera de lo posible se corre mucho más allá de los que se pensaba hasta hace muy poco”.
“Lo poco que sabemos, no ya del futuro, sino del presente, es que los cambios en el mundo del trabajo son profundos”, remarcó.
Al analizar los cambios generados desde la década de los 90, desde la incorporación de las computadoras a la robotización, “si bien no generó un efecto de desempleo, impactó en una baja salarial de las personas con menor formación, mayor desigualdad en términos generales”, señaló el director ejecutivo de la Fundación Sadosky, Fernando Schapachnik.
Respecto de la inteligencia artificial, consideró que “hay ciertas condiciones que hacen repensar esa máxima de que las nuevas tecnologías destruyen algunos empleos pero generan otros nuevos”, y marcó como una nueva característica la “deslocalización de las fuentes de empleo”, lo que complejiza la acciones que puedan implementarse desde los Estados.
“Si por ejemplo, un call center reemplaza a todos sus teleoperadores por una solución basada en inteligencia artificial que se presta desde alguno de los países centrales, esos puestos de trabajo se pierden y los que pueden surgir, más calificados, como los ingenieros que desarrollan esa solución, pueden no estar en el país”, ejemplificó.
Entonces la teoría general de aplicar impuestos a los puestos altos, para contener y financiar la capacitación o reinserción de los trabajadores que quedan desempleados, se complejiza.
Por su parte la directora académica de Gnt Mentoria Neurodigital, Vivíana Laura Diaz, consultada por si las estimaciones del Banco Mundial y del Foro Económico son trasladables al mercado de trabajo en la Argentina, señaló que “depende de la evolución en la incorporación de tecnología y la capacitación del capital humano para cubrir los nuevos puestos o puestos laborales “modelificados” por la tecnología”.
A su vez, consideró indispensable para esta transición avanzar en el “entrenamiento y capacitación en habilidades digitales y cognitivas”, así como en las llamadas “strong skill, como por ejemplo la empatía, el trabajo en equipo, pensamiento crítico, toma de decisión y gestión de conflictos”.
Para Juliana Landini, directora de Recursos Humanos en Verisure, “la inteligencia artificial no va a reemplazar lo humano. Vamos a tener que trabajar mucho la inteligencia emocional”.
“No hay que temer al reemplazo de ciertas tareas y trabajos humanos por parte de las máquinas porque eso es parte de un proceso irrefrenable”, sentenció Ávila.
Subrayó que “lo importante es que el saldo neto no sea negativo” entre la pérdida y creación de puestos de trabajo, lo que “implica de todos modos que hay que hacer un trabajo profundo y a escala planetaria para adecuarnos al cambio y desarrollar nuevas habilidades en la fuerza laboral para que este proceso sea inclusivo y no deje a nadie atrás”, acotó.
“Lo poco que sabemos, no ya del futuro, sino del presente, es que los cambios en el mundo del trabajo son profundos. Sabemos también que la brecha de habilidades tiende a ampliarse, y a una velocidad cada vez mayor, pero a la vez no sabemos a ciencia cierta cuáles son los trabajos del futuro o qué habilidades van a demandar”, sostuvo.
Agregó que “mucho menos sabemos cómo convivirán máquinas, bots -y sobre todo los “trabajadores digitales” basados en Inteligencia artificial- con los “trabajadores humanos”. “La lista de interrogantes es larga cuando se habla del futuro del trabajo”, indicó.
“La única certeza en este océano de incertidumbre es que los trabajos del futuro no serán los mismos de hoy y eso nos interpela a todos”, incluyendo a los actuales profesionales, gerentes y mandos medios de las organizaciones porque “los cambios son tan rápidos, tan profundos que todos estamos alcanzados”.
Asimismo, consideró que “las particularidades de la matriz productiva y otros componentes del contexto económico y social de cada país harán que el impacto sea mayor o menor, o que ese impacto llegue más tarde o más temprano, pero en términos generales no hay país que esté preparado para lo que nos espera”.