Estaba a punto de cumplir un siglo, pero cerró: adiós a una de las heladerías más tradicionales de Mendoza

Inaugurado en la década de ‘30, fue el segundo local que abrió en la Ciudad una familia de referencia en el rubro. Importantes razones de salud precipitaron la disolución de la sociedad de los hermanos. Ya fue retirada su cartelería.

Estaba a punto de cumplir un siglo, pero cerró: adiós a una de las heladerías más tradicionales de Mendoza
La heladerías: era una de las más antiguas de la Ciudad.

En paralelo a la euforia que despertó la reinauguración de una mega tienda en la Ciudad de Mendoza, la nostalgia ganó espacio a una cuadra de allí. Las mesas blancas ya no serán parte de la parada de muchos mendocinos. En la esquina de las avenidas España y Las Heras, el papel madera esconde el interior del local que antes se había distinguido por “la calidad de sus helados y la amabilidad del personal”.

La heladería de los hermanos Soppelsa, no sólo era un lugar para el disfrute de una amplia gama de sabores, sino que también era testigo directo de aquella Mendoza de largos paseos familiares a la tarde por las principales calles del Centro. “De chico he jugado en esas veredas, ahora que pasó por allí me invade la tristeza”, contó Flavio Soppelsa. El empresario fue quien le confirmó la noticia a Los Andes. “La sociedad de Dante y Noemí se disolvió. Mi papá tiene problemas de salud y ya no la puede llevar atender como antes”, agregó.

El cartel metálico de enormes letras verdes ya no gobierna la ochava desde las últimas semanas. Tampoco el toldo desgastado. Sólo queda el armazón de caños blancos y los muebles inmóviles en el interior. La puerta de ingreso, franqueada por dos apliques de mármol verde, parece detenida en el tiempo. La firma de Soppelsa, apellido que está ligado al oficio de los maestros heladeros en Mendoza, Córdoba (hasta 2022) y San Juan, ya no estará allí.

Familia de heladeros

La historia de la familia Soppelsa comenzó en el siglo pasado, en el pequeño pueblo de Forno di Zoldo, en Veneto, al Norte de Italia. Don Pedro llegó en 1924 a Buenos Aires para luego instalarse en Cacheuta, donde trabajó de obrero.

Luego se trasladó a Luján de Cuyo para fabricar y vender helados, más tarde llegó al Centro pero una norma de la municipalidad le impedía vender helados fuera del radio capitalino, por lo que decidió probar suerte en San Juan en 1925.

La heladería de Guerino, en Avellaneda y Belgrano en 1928. /Imagen Internet
La heladería de Guerino, en Avellaneda y Belgrano en 1928. /Imagen Internet

Su hermano Guerrino, que también probó suerte en San Juan, en 1927 decidió instalarse definitivamente en Mendoza y abrió en 1927 su primera heladería en Belgrano y Avellaneda.

Güerino y su hijo mayor, Ernesto, habían dejado atrás la pobreza en su pueblo natal tras el cierre de una mina local. Tiempo después desde la familia recordarían “Tenían primos directos en Córdoba y San Juan. De la mano de ellos, mi abuelo Ernesto y su papá Güerino decidieron venir a Mendoza y dejar al resto de la familia en Italia hasta poder instalarse”.

Los primeros años no fueron fáciles. Güerino y Ernesto comenzaron a producir helado en una humilde habitación con piso de tierra. La producción era pequeña, pero suficiente para llevar hasta el Cerro de la Gloria y vender barquillos. “Vivían y fabricaban en el mismo lugar. Todo era muy precario y humilde”, contó Flavio, hijo de Dante y nieto de Ernesto e integrante de la cuarta generación de heladeros.

En la reconocida esquina de Avenida España y Las Heras, el local funcionó desde la década del 1930.
En la reconocida esquina de Avenida España y Las Heras, el local funcionó desde la década del 1930.

La historia de los Soppelsa es un símbolo de perseverancia y de amor por un oficio que ha pasado de generación en generación. Es una historia que habla de sacrificio, de la búsqueda de un mejor futuro y de la capacidad de transformar la adversidad en progreso.

En la década del 30, la familia abrió su segundo local en la esquina de España y Las Heras, diversificándose en distintas ramas. Dante, uno de los socios de este emprendimiento, en 1988 decidió abrir su marca propia en Lavalle, la calle de los cines.

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