El dólar soja y la Nueva Política Económica de Lenin

El autor, especialista en Historia Económica, plantea similitudes entre la política de Massa y la impuesta por la Unión Soviética a principios del siglo XX.

El dólar soja y la Nueva Política Económica de Lenin
Las retenciones sobre las exportaciones hay tipos de cambio diferenciales por sector. Los derechos de exportación van del 33% que pagan la soja hasta el 0% para sectores como los servicios o las microexportadoras. (Tomy Fragueiro/Archivo)

El hecho de cambiar transitoriamente la política en materia de precios de las exportaciones y gravámenes sobre las mismas nos ha hecho recordar una experiencia centenaria ocurrida en la Unión Soviética que nos ha parecido interesante consignar, siguiendo el pensamiento del ilustre profesor Carlos Becker, de que la historia económica es el laboratorio de la Economía.

La brecha cambiaria y el dólar soja

Por efecto de las retenciones sobre las exportaciones hay tipos de cambio diferenciales por cada sector. Los derechos de exportación van del 33% que pagan la soja y sus derivados, hasta el 0% para sectores como los servicios o las microexportadoras. Esto hace que el dólar que cada exportador recibe a valores de hoy oscile entre el mínimo de los sojeros y el máximo de los exportadores de software (precio oficial) muy lejos de los casi $ 285 a los que se cotiza el dólar blue.

Este esquema de retenciones con una brecha cambiaria que llega al 100% hace que los exportadores que liquidan un máximo de alrededor de $ 150 tengan que pagar el doble para acceder a la divisa a través de la bolsa o del contado con liquidación.

Ello tiende a que los exportadores traten de evitar o demorar la liquidación de dólares y a que -a largo plazo- muchos exportadores dejen de producir y exportar. Las reservas del BCRA sufren así el impacto, porque aparte el dólar oficial que oscila alrededor de los $ 140 y que resulta muy favorable a la importación (si se lo consigue) o sea se da – en los hechos- la fijación del tipo de cambio real como precio máximo o sea por debajo del precio de mercado. Ello hace que se genere una cuña entre oferta y demanda, ya que la primera tiende a reducirse y la segunda a ampliarse, creando así graves problemas inmediatos y mediatos (pérdida de reservas y presiones a la devaluación), con el riesgo de caer en el tramo descendente de la curva de Laffer por las excesivas retenciones.

En virtud de ello, el nuevo Ministro de Economía ha dictado un decreto para promocionar la liquidación de divisas provenientes de la exportación de soja o harina de la misma hasta el 30 de setiembre estableciendo un dólar soja a $ 200, con el que se considera de recaudarán U$S 5.000 millones, comprometidos por las cerealeras favorecidas. Aún cuando se consiga este objetivo, los resultados serán efímeros, porque pasado setiembre todo seguirá igual, siendo muy complicada la situación cambiaria en cuanto a la disponibilidad de reservas, a la posible disparada del precio del dólar y su impacto sobre los precios internos, etc. Lo propio puede decirse de la situación fiscal y productiva.

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La crisis soviética de 1921 y la Política de Lenin

En octubre de 1917, la triunfante revolución comunista implantó la colectivización de la economía incluyendo desde el siguiente mes la confiscación de la tierra. Pero, un cambio tan brusco -al que muchos resistían y sin apoyo del exterior- se convirtió en un fracaso. En efecto, la estatización de la tierra y su distribución a los campesinos, provocó grandes problemas, descontentos y hasta venganzas personales. Por ello, nuevas normas en abril de 1918, reservaban la tierra a quienes las cultivaran directamente e imponían la creación de cooperativas o Artels, para controlar la producción. Los bajos precios que ofrecía el Estado por la cosecha, hicieron restringir enormemente la producción de cereales y ganado. Como consecuencia el hambre se hizo sentir duramente en Petrogrado, Moscú y otras grandes ciudades ya que la producción de cereales fue descendiendo y así, en 1920, apenas alcanzaba el 50 por 100 de la de 1913.

Durante el año 1921 la situación económica y social era difícil, tanto en el campo como en la ciudad. El oportunismo de Lenin aconsejó un retroceso en la política de colectivización integral. En el X Congreso del Partido Comunista, el 15 de marzo de 1921, anunció la Nueva Política Económica (NEP), basada en el restablecimiento provisional de una economía privada. “Retrocedamos hoy– anunció –para tomar mayor impulso y lanzarnos con mayor fuerza hacia adelante”.

Una serie de decretos acordaron una mayor flexibilidad a la fiscalización gubernamental de las cosechas, permitiéndose al campesino retener una parte de ellas y venderla libremente, entregando el resto como impuesto en especie. Complementariamente, en materia monetaria, en 1922 se terminó el proceso inflacionario.

Los resultados de este menor control estatal y de la libertad concedida a la explotación privada fueron sorprendentes. Los campesinos incrementaron la superficie sembrada y las inversiones, hasta el punto de que en solo tres años la producción agrícola se había duplicado Por supuesto que con ello regían la oferta y la demanda y así cuando los precios no eran rentables disminuía la producción. Lenin murió en 1924 y poco tiempo después la NEP llegó a un punto muerto, posiblemente por la desconfianza de los productores. Además, esa política comenzaba a poner en peligro los fundamentos del régimen, por ello el XV Congreso del Partido, intervenido por Stalin en diciembre de 1927, decretó la vuelta al socialismo integral y a la planificación centralizada de la economía. De este modo, en 1928 terminó la NEP. El mensaje es que la vuelta – al menos parcial - al mercado mientras vivió Lenin permitió revertir de forma bastante eficaz la grave crisis existente.

Finalmente cabe aclarar que la vuelta al socialismo de las repúblicas soviéticas agrícolas, no fue feliz y terminó en el trágico episodio conocido como el Holodomor (en ucraniano matar de hambre). En efecto, la caída en las entregas de productos agrícolas que los campesinos debían darle al estado, particularmente en 1928 (solo pudieron entregar 4,8 millones de toneladas en lugar de los 6,8 millones del año anterior) le dio a Stalin un pretexto perfecto para intervenir, particularmente en Ucrania. Así desde 1930 se comenzó a requisar el grano y el trigo de esa República y dejaron las tierras sin semilla para que no pudieran germinar. Para agravar la situación en agosto de 1931 se promulgó la ley de Espigas que imponía penas de prisión a los que estuvieran en contra del decomiso de granos o se atrevieran a robarlos. Lo mismo esto ocurrió para poder sobrevivir. Se estableció entonces la pena de muerte (5.400 personas fueron ejecutadas) y trabajos forzados (125.000 fueron enviado a los gulags siberianos).

Como medida final Stalin bloqueó las fronteras ucranianas para que la población no escapara y siguió la confiscación puerta a puerta de los alimentos. Como consecuencia de ello, a comienzos de 1932, miles de campesinos comenzaron a morir de hambre allí, en Kazajistán y en el norte del Caúcaso. La medida se terminó en 1934. El saldo fue unos siete millones de muertos por inanición, aunque algunos reducen el cálculo. Fue un crimen de lesa humanidad, bastante silenciado por los gobiernos socialistas.

La diferencia argentina

Las condiciones de la crisis soviética de 1921 eran muy parecidas a las de la economía argentina actual, particularmente en la resistencia del campo a producir y vender, a precios muy bajos básicamente para entregar al gobierno una parte sustancial del valor real de la producción. Por ello, la situación actual y la política adoptada por el nuevo Ministro de Economía para mejorar los precios de la soja muestran como espejo de la historia, el reflejo de la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin.

La diferencia es que en el caso argentino, se trata de una medida de emergencia, solo por 30 días, lo que dará solo una respuesta transitoria a los graves problemas de la economía nacional. En cambio, la adopción de medidas duraderas (de al menos dos o tres años), unida a medidas fiscales de fuerte control del gasto y de la emisión monetaria (cosa que también hizo Lenin) podrían mejorar la situación preexistente.

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