El mundo se hace más global mientras nosotros tratamos de hacerlo más global. Las recientes posturas del gobierno entrante de Donald Trump y de la Unión Europea frente a aranceles y acuerdos de libre comercio marcan un cambio de paradigma que impactará directamente en las exportaciones argentinas, incluido el vino.
Trump ya ha anunciado su intención de imponer aranceles, tal como lo hizo en su administración anterior, a todos los productos importados, con especial énfasis en los provenientes de China. Esta medida busca proteger la industria local, preservar empleos y reducir la pobreza. Sin embargo, también podría derivar, según explican los analistas, en un aumento de precios y una mayor inflación, lo que plantea dilemas económicos complejos.
Por otro lado, en Europa, Francia ha bloqueado avances en el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Esta semana, las declaraciones del CEO de Carrefour, quien anunció que no comprará carne del Mercosur, resonaron como una advertencia. Argentina y Brasil, principales exportadores de carne, se enfrentan así a barreras comerciales crecientes bajo la sombra, según explicó Alexandre Bompard, titular de la multinacional, de “inundar el mercado francés con carne que no responde a sus exigencias y normas”.
Además de los aranceles, los requerimientos de certificaciones funcionan como una doble vara para ciertos mercados: por un lado, llevan la bandera de proteger al consumidor; por otro, actúan como tamiz para evitar que los productos locales compitan contra los importados, muchas veces de mejor calidad.
En Argentina, y en el mundo del vino en particular, la industria está dividida. Esto ya se vivió durante la administración de Mauricio Macri, que intentó avanzar en un acuerdo y terminó en Mendoza partiendo las aguas entre quienes preferían el acuerdo y quienes optaban por cuidar el mercado local de productos internacionales.
Siempre se ha castigado en esta industria la importación de vinos. Por lo tanto, parece que, mientras intentamos que nuestros productos conquisten el mundo, el mundo está cerrándose sobre sí mismo. Las nuevas políticas económicas, las restricciones comerciales y las exigencias en certificaciones dibujan un escenario donde “comprar local” se convierte en el mantra de muchas economías desarrolladas.
