La ola agobiante de calor, que se vive en Mendoza, incluso durante la noche, también impacta de manera negativa en la producción agrícola, generando estrés en la planta, pérdida de la calidad en los frutos, el adelantamiento de la cosecha y condiciones ambientales que son propicias para la aparición de diferentes enfermedades fúngicas. Investigadores del INTA hablaron con Los Andes sobre los problemas que genera el calor y brindaron recomendaciones para el cuidado de los cultivos.
En la previa de la Vendimia, las altas temperaturas que se han registrado en las últimas semanas pueden provocar la pérdida de los perfiles aromáticos, lo que podría impactar en la producción de vino durante este año. En el sector frutícola, el calor puede provocar un adelantamiento de la madurez en los duraznos, entre otros; mientras que en la horticultura las plantas reducirán la fotosíntesis y generarán pérdidas de un 30% en el rendimiento de los cultivos.
Mantener una hidratación adecuada de las plantas, con un uso razonable en el manejo del recurso líquido, y vigilar a las plantas ante la posible aparición de enfermedades fúngicas, son parte de los desafíos que deben asumir los productores en este nuevo escenario, que viene aparejado con los efectos adversos de un clima más extremo. A medida que en los oasis productivos se enfrentan a la incertidumbre de pérdidas de calidad y de dinero, la toma rápida de decisiones ayuda a mitigar el impacto del clima.
Uva y maduración
El ingeniero agrónomo, especialista en vitivinicultura del INTA, Gustavo Aliquó, explicó que, en medio de esta ola de calor sin precedentes, los viñedos de Mendoza se enfrentan a un momento crítico que amenaza la calidad de la uva y la posterior producción de los vinos. Porque las altas temperaturas, incluso las que se registran durante la noche, cercanas a los 30°, pueden impactar en la maduración de la fruta.
Para el también profesor de Ciencias Agrarias de la UNCuyo, “la temperatura óptima para que la vid realice su proceso de fotosíntesis, para elaborar azúcares, está alrededor de los 25°. Cuando esto se sobrepasa, la fotosíntesis empieza a ser menor y el crecimiento de la planta comienza a detenerse, porque hay menos “comida”, y, sobre todo, hay menos acumulación de azúcares en las uvas”.
Aliquó señaló que se podrá observar “un retraso en la madurez”, que impactará en la calidad de las uvas, al afectar la intensidad aromática en variedades blancas, por ejemplo. “Pero hay casos atípicos, en texturas de suelos que son extremas, compuestos por arena o arcilla, más salitrosos, donde la planta, ante el estrés hídrico que sufre, podría tener adelantos en la maduración. Pero son situaciones puntuales. Lo normal es un leve retraso en la madurez del fruto porque la planta no está haciendo una fotosíntesis óptima”.
Si bien este año, gracias a las nevadas, hay más agua y podríamos decir que el riego no les está faltando a las plantas en los principales oasis de la provincia; el responsable del laboratorio de vitivinicultura en el INTA le aconsejó a los viticultores que realicen “riegos periódicos y mantengan la planta adecuadamente irrigada, pero sin excesos, para contrarrestar el impacto del calor”. Además, destacó la importancia de contar con un régimen de tratamientos fitosanitarios, especialmente en épocas de lluvias, para “prevenir enfermedades fúngicas”.
Frutales complicados
En el caso de la fruticultura, las altas temperaturas también generan preocupación entre los productores de la región. Eduardo Trentacoste, investigador del Área de Ecofisiología Vegetal en el INTA, destacó que en el caso de los durazneros, las altas temperaturas diurnas provocan un adelanto en la madurez de los frutos, resultando en pulpas más blandas y granos menos resistentes, lo que puede afectar la calidad. Además, destaca el riesgo de asoleado o escaldado, “una mancha que se produce directamente sobre la piel de la fruta y que provoca pérdidas del valor comercial del fruto”.
Al ser consultado sobre si se puede hablar de un porcentaje de pérdida económica en la fruta por las olas de calor, Trentacoste aclaró que “es difícil poder cuantificar, o sea, ponerle un valor a las pérdidas, porque no van a ser tanto en productividad, sino que están relacionadas con la calidad.
Entonces, el perjuicio económico se va a ver recién en la etapa de procesamiento de la fruta”. Para el especialista, el adelanto de la cosecha, cuando la fruta se caiga y no de tiempo a recolectar en los tiempos adecuados, “seguramente va a traer aparejadas pérdidas directas sobre el rendimiento de la producción”.
Por último, en relación con los frutos secos, Trentacoste comentó que la cosecha de almendras se está desarrollando sin inconvenientes en la provincia, “porque no enfrentan problemas directos por exposición al sol. En cambio, las nueces sí, porque pueden mostrar manchas o escaldados, especialmente en las nueces más expuestas, tomando un color más oscuro su mariposa y perdiendo valor comercial”.
El cinturón verdeMendoza es una de las principales productoras de hortalizas del país, ocupa el segundo lugar y constituye la tercera actividad agrícola de la provincia. En este contexto, los agricultores del Cinturón Verde (las zonas productivas más cercanas a los centros urbanos) se enfrentan, además de las altas temperaturas impuestas por el clima, a la radiación generada por el cemento y el asfalto.
El ingeniero agrónomo Martín Betancud, integrante del Observatorio Rural y Agropecuario de Mendoza, es conocedor de esta zona verde y destaca que las altas temperaturas generan estrés en las plantas, especialmente en los momentos críticos para la formación de los frutos. “Las plantas cierran esos estomas cuando hace tanto calor y no toman agua. De alguna manera, con agua en el suelo, lo único que logras es, quizás, bajarle la temperatura, pero no logras que las plantas puedan hidratarse”.
“La planta del tomate, por ejemplo, al faltarle calcio, con estos calores, sufre pequeñas pudriciones secas en la base, se le forma como una costra mientras que por arriba la fruta está bien. Eso le genera una pérdida económica al productor, porque el producto ya no tiene el mismo valor”, concluyó Betancud. Explicando que los productores deben mantener la calidad de sus cultivos en un entorno que es cada vez más hostil.