El arte de ser imprevisibles

El autor estima que es necesario trabajar sobre estrategias de largo plazo que permitan delinear ejes claros tanto para Mendoza como para el país.

Ilustración: Gabriel Fernandez para Los Andes
Ilustración: Gabriel Fernandez para Los Andes

El 18 de junio, Aerolíneas Argentinas ponía en sus redes sociales una oferta para viajar a Nueva York. Una semana después, el Gobierno argentino, que es dueño de Aerolíneas, limitaba a 600 personas por día los vuelos del y hacia el exterior. Este ejemplo burdo es sólo una imagen de uno de los problemas estructurales que tenemos los argentinos: no hay nada cierto en nuestro futuro. Hemos desarrollado el arte de ser absolutamente imprevisibles.

Nuestro segundo arte es el de simplificar las cosas complejas. Para muchos, los que quedaron varados fuera del país son “chetos” o personas que se lo merecen porque “no quieren vivir en Argentina”. “Que se jodan” dicen algunos. Sin entrar en que no hay nada ilegítimo en irse del país por la razón que sea, en el fanatismo se olvidan de que viajaron al exterior personas preocupadas por su salud, que tienen familia en otros países, empresarios y trabajadores que fueron a buscar oportunidades para nuestro país.

En el tiempo que pensé hacer esta nota consulté a algunas personas que sabía que habían viajado y estaban varadas en el exterior o que tenían viajes programados y ahora están suspendidos. En pocos minutos encontré tres ejemplos: uno viajó a seducir a una gran compañía americana para hacer crecer su proyecto de servicios mineros y no sabe cuándo volverá. Otro, debía viajar a Brasil y Bolivia para vender los tubos que fabrica en Argentina y su viaje se ha suspendido. El tercero, debía visitar Italia para reuniones con inversores que estaban buscando oportunidades en América Latina. Gente de trabajo, al que viajar le genera un costo y un riesgo en su salud, pero que, de todas formas, lo hacen porque sus empresas dependen de ello.

Ambas cosas, el arte de ser imprevisibles y el arte de simplificar las cosas hasta el hartazgo, se conectan al tercer punto: desconocer el profundo esfuerzo que requiere llevar a cabo inversiones de largo plazo y generar empleo en nuestro país. Acá hay tres inversiones que darían trabajo a decenas o cientos de argentinos que probablemente no sucedan nunca.

El problema no es la pandemia: es que competimos con países y sociedades que han hecho, de la previsibilidad, un objetivo y que aún, en tiempos de pandemia, han tratado de trazar una hoja de ruta clara con sus comunidades.

La pandemia puede ser una excusa para la imprevisibilidad pero, en nuestro caso, no hizo más que acentuar que, en todos los sectores productivos, Argentina ha tenido en la última década marchas y contramarchas que despistan hasta al empresario más atento: queremos un país exportador pero prohibimos las exportaciones de carne; queremos estimular la economía del conocimiento, pero estuvo un año sin marco regulatorio; bajamos las retenciones y después las subimos; todas las provincias votan bajar ingresos brutos y después los aumentan.

Son apenas algunos ejemplos de los que hay miles y que en definitiva atentan contra el principal desafío que nos va a esperar al otro lado de la pandemia: cómo volvemos a generar cientos de miles de puestos de trabajo privados por año.

Los verdaderos varados no son los argentinos en el exterior; somos los argentinos frente al mundo.

Mientras otros países dinamizan sus matrices productivas, se preparan para los empleos del futuro, robustecen sus sistemas públicos sin menospreciar a su ecosistema privado, en Argentina hemos ido perdiendo el lugar en los principales rankings mundiales.

La inversión se ha vuelto cada vez más global y nosotros no estamos en la lista de prioridades del mundo.

El mundo no se va a volver más sencillo después de esta pandemia. La transformación tecnológica, el riesgo climático, los cambios geopolíticos, han venido para modificar el mundo que conocemos.

Más que nunca tenemos que hacer el esfuerzo por tener una estrategia común de largo plazo. Para eso: volvernos previsibles, poder imaginar juntos un futuro individual y colectivo, es fundamental.

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