Sin voluntad de abarcar conceptualmente todos los aspectos a tener en cuenta, vamos a hacer foco en dos macro aspectos que deben estar correctamente alineados para, luego sí, enfocarnos en un tercer punto, que es el desarrollo industrial específico a partir de la industria minera.
Los dos primeros aspectos son las circunstancias macro y la llamada “licencia social”.
Hoy en la Argentina se hace muy difícil proyectar con cierto grado de certeza una gran inversión cuyo recupero en el tiempo demandará a lo menos lustros. Ello es así porque, a pesar de que alojamos en nuestro suelo infinidad de minerales que el mundo hoy demanda, el ¿modelo económico? de los últimos años ahuyenta las inversiones de calidad. La falta de certezas económicas y políticas en el tiempo no son amigos de las inversiones serias. Tampoco lo son el desdoblamiento cambiario, los regímenes de importación “a dedo”, las sociedades anónimas gestionadas por funcionarios de turno o las tasas de interés superiores al cien por ciento en el corto plazo e inexistentes en el largo plazo.
Tampoco se facilita la inversión cuando en la sociedad no existe la llamada “licencia social” producto de tantos miedos respecto de esta industria en particular. Miedos sobre los que tenemos que hacer ante todo una autocrítica, pues, son las cámaras empresariales específicas las que han fallado en la promoción y capacitación respecto de las bondades de la industria y sobre los altísimos estándares de seguridad y transparencia que hoy la definen. Son los organismos del estado que, existiendo a tal fin, detentan presupuestos insuficientes y por esta razón, o por otras, no cumplen con su rol. Es la academia que debiera jugar siempre un papel orientado a la ciencia y alejado de la propaganda. Es la política que presta más atención a las consecuencias políticas de sus decisiones que a las consecuencias que estas decisiones tendrán en la vida de sus votantes.
Todas estas falencias son las responsables de los miedos. Pero luego de la autocrítica tenemos la obligación de abordar los miedos a los fines de disiparlos de una vez y para siempre. Tienen que ser abordados mediante el acceso ilimitado a toda la información pertinente por parte del gobierno, por parte de la ciudadanía, ONGs, academia, etc. Esto significa total y absoluta transparencia en la operación minera; permitiendo y facilitando el acceso a la información por parte de todos los interesados.
La consecución de estos dos objetivos requiere tiempo y lo seguirá requiriendo. Pero no se agota aquí la tarea. Vendrá una etapa en que se legisle con seriedad. Será una etapa en la que se establezcan controles internacionales cruzados, que se imponga por ley el uso razonable de los recursos y que se defina el destino específico de las regalías. Un ordenamiento riguroso, pero confiable, sí facilita la inversión de calidad.
Desarrollo industrial minero
Y se nos presenta aquí un último punto en que debemos enfocarnos si es que queremos que la consecución de los primeros realmente valga la pena. Y este tercer punto es el encadenamiento productivo de la industria minera con el resto de los sectores industriales que están llamados a desarrollarse junto con ella.
Los esfuerzos mancomunados de los sectores privados y públicos deben enfocarse en el fortalecimiento de la cadena productiva a partir del desarrollo de un nuevo sector industrial, hoy inexistente en la provincia. Las empresas mineras (al igual que las petroleras) están muy familiarizadas con las políticas que promueven el desarrollo de proveedores locales por lo que no debería sorprender el inminente desarrollo de una industria proveedora.
Este sector demandará mano de obra con distinto grado de calificación, pero siempre bien remunerada. Demandará horas y horas de servicios profesionales, pasando desde los geólogos mendocinos hasta los profesores de educación física, pero sin dejar de lado contadores, psicólogos y por supuesto ingenieros.Demandará la prestación de servicios de hotelería, gastronomía, esparcimiento, salud, comunicaciones, etc. tanto en los yacimientos como en las ciudades aledañas. Esta demanda traerá aparejado un crecimiento de cada uno de estos sectores y en beneficio de la sociedad toda.
El desarrollo minero requerirá de servicios logísticos que variarán en cada una de sus etapas, desde traslado de personas hasta el movimiento interno dentro de los yacimientos y, en un futuro, el traslado del producto de la explotación minera. Será una gran oportunidad para cientos de empresas de transporte y logística que, de la mano de una ubicación geográfica privilegiada, se han desarrollado en Mendoza y que hoy son sustento para miles de mendocinos.
Requerirá también la incorporación de capacidades específicas en nuestra industria metalúrgica. Industria que en esta nueva etapa deberá jugar un papel crucial a los fines de atenuar el déficit de insumos que tiene nuestro país. Tarea nada despreciable y muy al alcance de la mano para un sector que ha sabido mantener a nuestra provincia a la vanguardia mundial en innovación y tecnología.
Nuestros proveedores de servicios para la industria petrolera deberán adaptar sus saberes para prestar servicios a esta nueva industria minera conforme estándares de calidad que ya conocen y que bien hemos sabido desarrollar los mendocinos a lo largo de más de un siglo. A esto se sumarán sectores industriales como el eléctrico, químico y plástico, entre otros. La excepcional industria del conocimiento aportará su excelencia. Estos sectores, a su vez, traccionados por la demanda de las mineras, requerirán de mano de obra calificada, materiales y equipos, y sus piezas y partes.
Muy a menudo se suele repetir una frase que se ha vuelto común entre determinados actores de la economía de Mendoza: “la matriz productiva de Mendoza está agotada”. Generalmente utilizada como antesala al pedido de que, desde el Estado, se habilite e impulse la actividad minera. Pero entender que nuestra matriz productiva está agotada implicaría desconocer que Mendoza tiene una matriz productiva diversa y muy competitiva. Algunos que podrían vincularse mucho con una futura industria minera y otros (que no tienen ningún tipo de incompatibilidad para convivir con esta al igual que han convivido durante décadas con la industria petrolera) podrán beneficiarse de forma directa o indirecta de la inversión y actividad minera. Ya sea por el aprovechamiento de la necesaria infraestructura que la industria minera trae aparejado, como también porque las regalías mismas de esta industria suelen (y así debe ser) destinarse a financiar mejoras productivas en los restantes sectores. Esto tal y como estaba explícito y con una técnica impecable en la derogada ley 9209.
Pero volviendo al cliché del agotamiento de la matriz productiva, si alguna vez lo usé, hoy pido disculpas. Desde que tengo recuerdos de haber escuchado esta frase tan común, he visto al sector industrial mendocino hacer uso de un ingenio y una tenacidad que no conoce límites para adaptarse a las infinitas circunstancias que la realidad nos impone. Lejos de agotar la matriz productiva, quizá los actores mendocinos no hemos sabido construir los consensos que permitan un desarrollo que revierta una leve y prolongada decadencia en el tiempo.
Es por esto que la actividad minera no es el gran salvador de la economía local, pero si los mendocinos nos ponemos de acuerdo sobre el desarrollo de esta actividad, en el camino habremos encontrado otros tantos acuerdos que nos pondrán de vuelta en la senda del crecimiento virtuoso. Y sin duda que no existen motivos hoy que justifiquen dar la espalda a tan noble actividad.
Y así como la industria minera puede hoy utilizar capacidades industriales existentes en la provincia y que fueron desarrolladas previamente para otros fines (metalúrgica, logística, gastronómica, por mencionar sólo algunas) también la industria minera financiará capacidades industriales que luego la sociedad mendocina podrá utilizar para otros fines. Permitiendo así un crecimiento sostenido en el tiempo y en beneficio de los distintos sectores que integran nuestra sociedad.
Todo esto requiere de un gran esfuerzo colectivo como sociedad. Esfuerzo que implica ante todo ponernos de acuerdo. Pero vale la pena. Y al hacerlo estamos aportando nuestro granito de arena a esta reconversión energética que las próximas generaciones ya están reclamando.