Dólar en cuarentena: crónica de cuatro meses del supercepo que no pudo eliminar la brecha

Desde que comenzó la cuarentena, el Ejecutivo fue tejiendo una maraña de medidas tendientes a controlar a la divisa y a proteger las reservas. Pero los analistas señalan que la clave para contener el apetito por el dólar radica en la reestructuración de la deuda

Dólar en cuarentena: crónica de cuatro meses del supercepo que no pudo eliminar la brecha

Por Tomás Carrió - El Cronista especial para Los Andes

En los cuatro meses que transcurrieron desde que comenzó la cuarentena, el Gobierno nacional no solo siguió de cerca la evolución de los contagios de coronavirus en el país. También vigiló que no se disparen las curvas del dólar financiero y del blue, y comenzó a cuidar con recelo las reservas del Banco Central (BCRA) luego de que éstas perforaran en mayo los u$s 43.000 millones por primera vez en tres años. Para ello fue tejiendo un entramado de medidas, ajustando el cepo cambiario que heredó de la gestión anterior.

Las normas dictadas desde el pasado 20 de marzo para contener al dólar y evitar que se ensanchen las brechas con el precio ocial de la divisa fueron múltiples. No solo se acumularon restricciones al mercado único y libre de cambios. También se apuntó a la las tenencias de los fondos comunes de inversiones (FCI) y a la rentabilidad de los bancos, al forzarlos a ofrecer tasas mínimas garantizadas para plazos fijos. En el camino se endureció el parking, se apuntó contra las exportaciones, los importadores denunciaron trabas y demoras en los trámites para la aprobación de las licencias no automáticas y problemas para el ingreso de las mercaderías. Y hasta desde el BCRA, la Comisión Nacional de Valores (CNV) y la Unidad de Información Financiera (UIF) se comenzó a investigar la actividad de coleros digitales y la compra-venta de divisas a través de criptomonedas.

Es decir, una batería de medidas más efectivas en reprimir la demanda que en reducir el apetito por la divisa como consecuencia de opciones de ahorro más atractivas.

Al inicio de la cuarentena el dólar oficial valía $ 65, el dólar MEP $ 91,4 y el contado con liquidación $ 91,6. Es decir, la brecha entre el precio oficial de la divisa y las versiones financieras rondaba el 41%. Sin embargo, esta diferencia se fue ampliando hasta alcanzar su pico el 13 de mayo, cuando alcanzó el 80% en el caso del contado con liquidación y del 76% en el del MEP. Fue el día antes de que el BCRA obligara a los bancos a ofrecer una tasa mínima de 26,6% para todos los plazos fijos, para personas físicas y para empresas, independientemente del monto.

Las tasas mínimas garantizadas para plazos fijos habían sido implementadas el 16 de abril. Pero se fueron actualizando hasta que el BCRA determinó que desde el 1 de junio, las entidades financieras del Grupo A debían elevarlas remuneraciones de los plazos fijos a un equivalente a un 79% del rendimiento de la Leliq, dejando la tasa mínima garantizada en 30%. Con ello logró que el stock de plazos fijos en manos de privados creciera de $ 1,46 billones a $ 1,83 billones y evitó que generen aún más presión sobre la divisa.

A eso se sumó la decisión de la CNV de endurecer, el pasado 25 de mayo, el parking para la compra de bonos. Estableció un plazo mínimo de tenencia de 5 días hábiles entre la compra y la venta de los títulos públicos mediante la cual se obtiene el dólar MEP o el contado con liquidación. El 19 de junio, en tanto, el ente regulador oficializó nuevas medidas que profundizaron el cepo al dólar financiero. Entre ellas, un nuevo parking mínimo de cinco días hábiles para los activos del exterior. Además, resolvió que los agentes deberán netear sus compras y ventas de valores negociables, de modo que la posición neta de intermediación en contado con liquidación sea nula o compradora neta al cierre de cada semana.

Así se logró que la brecha se desinfle hasta niveles del 37% al 42% a fines de junio. Pero en julio la diferencia entre el dólar oficial y el financiero volvió a ampliarse y retornó, hoy, a niveles del 53% al 57%.

También hubo medidas tendientes a fortalecer las reservas del BCRA. De las restricciones al mercado único y libre de cambios sobresalió la comunicación “A” 7030, emitida el 28 de mayo último. Ese día, el nivel de reservas cayó a u$s 42.448, su punto más bajo desde enero de 2017, lo que llevó al BCRA a anunciar que impediría la compra de dólares a las empresas que tengan divisas declaradas afuera. También decidió que desde el 1 de junio las personas que compren su cupo de u$s 200 mensual deben firmar una declaración jurada certificando que no compraron dólar MEP o contado con liquidación en los 90 días anteriores o posteriores. Una semana después prohibió a bancos de distribuir dividendos hasta 2021.

El 11 de junio, y tras comprar u$s 900 millones en dos semanas, el BCRA flexibiliza el cepo: eleva de u$s 250.000 a u$s 1 millón el acceso directo al MULC para la realización de pagos anticipados de importaciones. Luego, el 25 de junio, permite a las empresas importadoras acceder al mercado oficial a partir del momento en que se despacha el embarque en puerto de origen.

Hoy las reservas internacionales retornaron a niveles de principios de mayo, y alcanzan los u$s 43.363 millones.

Sin embargo, el nuevo frente de preocupación parece centrarse en el dólar blue. La cotización del dólar informal escaló el jueves último $ 3 como consecuencia de la decisión de la CNV de que las valuaciones de los activos de los FCI deberán hacerse al dólar oficial. No fue la única vez que el Gobierno centró su atención en los FCI. El pasado 28 de abril, la CNV emitió una medida para que los FCI tengan el 75% de su patrimonio en instrumentos en pesos, mientras que cinco días antes había fijado nuevos límites a la tenencia de depósitos en dólares que estén en cartera de los FCI.

A medida que el BCRA va cerrando distintos grifos, lo que hace es derivar la demanda al blue y genera presión sobre un mercado que no puede controlar, al no haber regulaciones que lo alcancen. No se baja la demanda porque haya una opción de ahorro más atractiva,sino que lo que se hace es reprimirla. Ahora bien, en el camino siempre se van desprendiendo una parte, no toda la presión recae en el blue”, explica Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.

Los $ 130 a los que llegó el blue el jueves, sin embargo,se ubican por debajo del récord del paralelo en el año. El primer día de cuarentena, el dólar blue se compraba con $ 85,5. Y se mantuvo en esos niveles hasta el 8 de abril, cuando inició una curva ascendente que se pronunció desde mediados de mayo. El 14 de ese mes sumó $ 5 y alcanzó los $ 138, acumulando así una suba de $ 16 en esa semana y llevando la brecha con el oficial a niveles del 97%. En las ruedas siguientes volvió a apuntar hacia la baja, para estabilizarse en torno a los $ 127.

El fantasma de la deuda

Para Martín Vauthier, economista y director de Eco Go, en los últimos meses “se generó una maraña de regulaciones como consecuencia de una presión cambiaria muy significativa, vinculada a la incertidumbre en torno a la renegociación de la deuda y al programa fiscal y monetario hacia adelante”.

Vauthier alertó que dichas “generan problemas en las operaciones de las empresas” y que “afectan la productividad en el mediano plazo”. Y agregó: “A medida que se vayan levantando las restricciones a la movilidad vinculadas a la pandemia, algo que estuvo anestesiando a la inflación en los últimos meses,si la incertidumbre se mantiene, estas regulaciones van a ir perdiendo eficiencia”.

Por último, y mirando hacia adelante, Rajnerman sumó: “Creo que si la negociación por la deuda sigue encaminada, debería empezar a bajar la presión. La reestructuración de la deuda no va a eliminar el apetito por el dólar, pero sí lo puede atenuar”.

“Creo que en el mediano plazo es importante que estas regulaciones sean transitorias, que el Gobierno avance en despejar el frente financiero vía una renegociación completa y exitosa de la deuda, y vía un programa fiscal y monetario que brinde previsibilidad”, coincidió Vauthier.

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