Cosecha: en plena recolección, se ve una merma del 23% respecto de 2021

El día a día confirma la baja que anticipaban los pronósticos, aunque en algunas fincas se observan caídas más grandes que las previstas. Cómo es la calidad y el calibre de las uvas cosechadas.

Cosecha: en plena recolección, se ve una merma del 23% respecto de 2021
Las contingencias climáticas provocaron daños, enfermedades y en algunos casos hasta pérdidas totales en los viñedos de diferentes puntos de la provincia. / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

El año pasado, para la semana 15 de cosecha, ya se habían recolectado 642.883.088 kilos de uva en toda la provincia. En cambio, esta temporada se han levantado sólo 495.925.042 kilos, lo que implica un 23% menos. Si bien los pronósticos del INV apuntaban a una reducción, en comparación con la vendimia 2021, de un 14% en Mendoza, hay quienes ya están hablando de que la merma rondaría el 30%.

Los datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura permiten apreciar que la disminución en la cosecha en Mendoza, respecto de la misma época del año pasado, es muy importante en ciertas variedades: del 42% en la criolla grande (con 21.467.988 kilos menos), del 34% en bonarda (son 15.970.150 kilos menos) y del 30% en merlot (-6.456.004 kilos).

Sin embargo, en varias se está por encima del 25% de merma. De hecho, la uva malbec está teniendo una baja del 28%, lo que implica 29.350.553 kilos menos que para mediados de marzo de 2021. Le siguen, en orden de importancia de caída: cabernet sauvignon (-27% o 3.334.889 kilos), la cereza (-26% o 8.090.707 kilos), la tempranillo (-25% o 8.882.392) y la sangiovese (-25% o 1.602.932).

Caída notoria

Fabián Ruggeri, ingeniero agrónomo de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas), manifestó que están viendo mermas de alrededor del 30%. Si bien con el syrah, que ya terminamos de recolectar, la caída ha sido un poco menor, en el orden del 24% a 25% respecto de la cosecha 2021, estiman que, con la criolla, que están empezando a levantar, la baja será más marcada.

A principios de mes, algunos enólogos coincidieron en señalar a Los Andes que la madurez de las tintas se había demorado entre una y dos semanas, producto de que, en la primavera y los primeros días del verano, las temperaturas estuvieron por debajo de lo habitual. A esto se sumó que ha sido una temporada con varias jornadas nubladas y lluviosas, y esta falta de horas de sol retrasó también el proceso.

Sin embargo, Ruggeri planteó que, si bien ellos también notaron que las tintas venían un poco demoradas, la maduración se aceleró después y provocó el solapamiento de la cosecha de las variedades en las zonas Este y Norte. Esto ha provocado que prácticamente todas están con el grado adecuado para ingresar en la bodega, pero se debe respetar un orden que establece que primero deben recibirse las tintas, para que luego empiecen a entrar las criollas.

La situación también ha complicado la labor de recolección, debido a que la disponibilidad de mano de obra siempre representa un problema a la hora de la cosecha y la necesidad de levantar muchas uvas en un mismo momento, lo agrava. Por supuesto, el que los racimos permanezcan en la planta cuando ya están listos, implica que están más susceptibles a deshidratarse y al ataque de la Lobesia botrana, que este año ha ganado terreno, lo que podría aumentar la reducción.

En cuanto a los motivos de la merma, el ingeniero agrónomo de Acovi explicó que sabían que las heladas tardías habían provocado afectación, ya que, desde un primer momento, fue evidente que ni las blancas ni las criollas habían brotado bien y que la caída en la producción, en comparación con años anteriores, iba a ser relativamente importante.

En las blancas y criollas notaron que sólo había un racimo por brote en los que sobrevivieron a las bajas temperaturas o, excepcionalmente, dos. En cambio, en las tintas, aunque la cantidad de racimos era la adecuada, las heladas, las altas temperaturas durante el proceso de cuaje y agrandamiento del grano, sumado a la falta de agua –en especial por parte de los productores que riegan exclusivamente por turno-, provocaron que hubiera menos bayas y de menor tamaño.

A este “combo” se añadió, en los últimos días de febrero, una intensa tormenta de granizo, que afectó una extensa superficie productiva. Pero Ruggeri advierte que, estadísticamente, un fenómeno de este tipo puede reducir entre 3% y 4% la producción, no el 30% que están calculando que habrá en 2022, causado por la combinación de heladas, calor y crisis hídrica.

Por su parte, Gustavo Aliquó, ingeniero agrónomo responsable del Laboratorio de Viticultura del INTA, comentó que también han observado, en los cultivos que tienen en la estación experimental de Luján de Cuyo, un promedio de 30% de merma respecto de los registros de cosecha del año pasado.

Aclaró que, aunque el verano ha sido muy húmedo por efecto de La Niña, como han realizado todas las curaciones, no han tenido problemas de podredumbre. Los viñedos tampoco se vieron afectados por la tormenta de granizo pero coincidió en que, con las uvas malbec, los racimos están más livianos porque tienen menos bayas y, además, las que hay no se han desarrollado bien y quedaron de menor tamaño.

Qué dice el INV

El Instituto Nacional de Vitivinicultura presentó una estimación de cosecha el 15 de febrero, que anticipaba una disminución del 14% en Mendoza, con relación a la producción de 2021. Claudia Quini, directora nacional de Fiscalización del organismo, señaló que en los últimos días del mes pasado la tormenta de granizo afectó una franja de producción importante, con pérdidas, en algunos casos, del 100% y que ha habido productores que han comentado que, si bien no creían tener una merma, la notaron en el tacho y la balanza, por el menor peso del racimo.

En el trabajo en el territorio, añadió, algunos les han manifestado su preocupación por una reducción importante, pero Quini aclaró que no es así en todos los casos y que la situación es bastante heterogénea. Por eso, prefirió esperar unos días y no anticipar un porcentaje de merma, aunque sí señaló que los datos muestran zonas más críticas –como San Martín y Lavalle-, que otras.

En cuanto a la comparación con el año pasado, indicó que las primeras semanas había un retraso en la maduración, que se extendió hasta hace unos quince días. A partir de entonces, las uvas tomaron grado rápidamente y ahora, la próxima quincena será clave para conocer el panorama. Quini resaltó que las semanas 16 y 17 siempre han sido las que definen los datos de la cosecha y, con este contexto de madurez de muchas variedades al mismo tiempo, lo serán aún más.

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