Competitividad es una palabra que se repite casi siempre en los entornos empresariales. Atada a la posibilidad de competir y tener chances de ganar, el término ha vuelto a estar en la agenda. En momentos en que el sector público nacional se ha corrido al máximo en el reparto de fondos y que tanto provincias como municipios deben hacer malabares para sobrevivir, los privados insisten en la importancia de nivelar la cancha. Es que la apertura y la desregulación de la economía favorecen el ingreso de productos del exterior en donde en general se trabaja con costos menores. Así, luego del ajuste que mantiene a la mitad de los argentinos en la pobreza, se compensa con la baja de la inflación y de la brecha cambiaria que –no obstante- todavía no resuelve el alto valor de producir en Argentina.
Aunque los sectores ven con optimismo el año próximo este combo ya ha comenzado a mostrar situaciones preocupantes. Más allá de que el salario aún está retraído y que prometería mejorar hacia adelante, los productos locales no pueden competir con los de afuera. Sin estar todavía inundados de importados porque recién el 24 de diciembre se concreta la eliminación del impuesto PAIS, hay señales de alarma en diversos sectores. El turismo receptivo es el más impactado en líneas generales este verano con el agravante local de las compras en Chile dadas las altas diferencias de precios en indumentaria y tecnología, principalmente. Así, el consumo es lo que más ha tardado en repuntar y que –pese a la menor inflación- aún está complicado.
Es en este contexto que los bienes fabricados en el país comienzan a competir con los de otros países tanto para adentro como para afuera y, para Argentina, el principal competidor es Brasil. Un punto que suelen mencionar los empresarios en sus pedidos de baja de costos e impuestos se relaciona con el valor de tener un empleado formal. Jorge Day, economista mendocino del Ieral de la Fundación Mediterránea, explicó que aquí se consideran varias cuestiones. Una tiene que ver con los convenios salariales que en algunos rubros es igual en todo el país, pese a las diferencias que existen entre las provincias. “En todo el mundo suele suceder que las regiones alejadas de los centros urbanos los sueldos son más bajos por lo que se recomiendan los convenios regionales”, puntualizó Day.
Por otro lado, el economista explicó que entre los costos laborales están los fijos y los contingentes. Mientras los primeros (el valor del sueldo, la obra social, la cuota del sindicato) son mensurables y programables, los segundos tienen que ver con la industria del juicio y el temor a caer en una de estas situaciones que, para las pymes, puede implicar hasta una quiebra. “Estos costos elevan mucho el valor del trabajo ya que muchas empresas no se animan a incrementar su producción por no contratar más personal”, dijo Day.
El modelo laboral de Brasil
En este contexto, un informe de la Fundación Mediterránea elaborado por la economista Laura Caullo, hizo hincapié en las diferencias entre Brasil y Argentina y en cómo nuestro país está en clara desventaja con relación al precio del trabajo. “La diferencia de costos laborales entre Argentina y Brasil pone en evidencia las rigideces estructurales de nuestro mercado laboral que afectan directamente la competitividad internacional”, remarcó la profesional. Al igual que Day, explicó que uno de los principales obstáculos es el sistema de negociación colectiva, cuyo diseño centralizado limita la capacidad de las economías del interior para responder a las demandas de su propio entorno productivo.
“El marco normativo, que prioriza la homogeneización salarial a nivel nacional, ha quedado desfasado frente a un mercado laboral dinámico y globalizado”, apuntó el informe que instó a “superar estas limitaciones”. De este modo, fundamentó Caullo se impulsaría la creación de empleo formal y se podría fortalecer el desarrollo económico local para que cada región o sector establezca condiciones laborales más acordes con sus realidades productivas. Para ejemplificar lo atrasada que está la Argentina con relación al país vecino realizó la siguiente metáfora: “Imaginemos una carrera de Fórmula 1 en donde Brasil optimiza su motor con reformas laborales que le otorgan mayor flexibilidad y Argentina sigue con un sistema que no alcanza su máximo rendimiento”.
Tras la reforma laboral realizada en 2017, Caullo expresó que Brasil redujo sus costos laborales y disminuyó la informalidad laboral, que pasó del 46% en 2016 al 39% en 2023, según datos oficiales. Al analizar la evolución de los salarios industriales en Argentina y Brasil, en dólares constantes, emerge un marcado contraste. “Al tiempo que Argentina experimentó fuertes fluctuaciones, el salario industrial en Brasil mantuvo una tendencia más estable a lo largo del tiempo”, puntualizó el informe mencionado. Esto, por no mencionar la caída en dólares de los salarios en Argentina durante los últimos años que todavía está por debajo de los niveles de una década atrás. “En el mismo período, los salarios industriales en Brasil se han reducido aún más, lo que amplía la brecha de costos laborales entre ambos países”, puntualizó la economista.
La transición y el detalle micro
Más allá de la mentada situación con relación a los costos laborales y de que el crecimiento del empleo también va muy de la mano de una mejora de la actividad, existen otras situaciones que complican la competitividad local. Para industrias que estaban medianamente protegidas como la de indumentaria y tecnología, la competencia es mucho más desigual. En especial porque muchos de estos productos llegan de lugares como China o India en donde las leyes laborales, ambientales y sociales son más laxas que en nuestro país. Sin ir a casos tan extremos, esta situación se repite en diversas áreas que ven cómo el exceso de impuestos y costos laborales; entre otros, hacen subir sus impuestos.
Un dato no menor con relación a la competitividad es el valor del dólar y la inflación. En líneas generales, Argentina estaba acostumbrada a corregir esto vía devaluación o traslado a precios. En este sentido, el economista Daniel Garro, de Valeu International Group, expresó que las empresas estaban acostumbradas a salvar su baja competitividad cuando el dólar aumentaba. Del mismo modo, en una economía cerrada, no tenían problemas de trasladar a precios cualquier distorsión macro con las dificultades que esto implicaba para los consumidores. “Ahora esto cambió y la competencia no solo es entre países sino también entre provincias y hasta entre municipios”, expresó Garro. Desde su punto de vista, en el contexto actual no solo las compañías deberán ajustar “centavo por centavo” sus costos y ser ultraeficientes sino que los distintos gobiernos deberán competir entre sí para atraer inversiones.
En coincidencia, el economista del Ieral, Jorge Day, expresó que el problema es la transición y cómo comenzar a bajar el gasto público. “La primera disminución del gasto fue vía licuación, pero con una inflación más baja ahora habrá que ver punto por punto en dónde están los excesos”, expresó Day. De este modo, agregó que si continúa la estabilidad de precios y del dólar, es probable que crezcan los productos importados. Aquí, Day ve dos problemas: “Uno es el de las industrias ineficientes que sufren más y otro el de las que son eficientes pero cargan con el el peso de los costos altos en impuestos, logística o aduana; entre otros”.
En este marco, el profesional observó que no será sencillo hacer esta transición para las industrias que antes estaban protegidas y que tal vez deban hasta cambiar de rubro. Tampoco para los sectores públicos que deberán ver cómo reemplazan la falta de falta de fondos nacionales sin sumar tasas o impuestos. “Esta transición debería ser flexible para evitar el cierre de empresas o consecuencias indeseadas”, observó Day. En la misma línea, Garro expresó que el desafío para públicos y privados será bajar costos fijos lo que lleva su tiempo. “Hay que cambiar el chip y entender que la micro es clave hoy”, apuntó el economista de Value International Group.
Sin la posibilidad de trasladar a precios y el interrogante frente a un acomodamiento del tipo de cambio, para Garro las empresas deberán trabajar “al centavo”. “Ninguna empresa se cae por la macroeconomía y si sucede es porque no supo leerla y eso también es una mala gestión micro”, expresó el economista. En este marco, las compañías que no hicieron el cambio deberían hacerlo ya mientras que a nivel público pasará lo mismo. “Ahora las empresas irán a los lugares en donde les sea más económico instalarse y eso va a generar un desafío de cómo atraer inversiones y bajar impuestos”, cerró Garro.