Carlos Melconian asegura que el Gobierno hizo la siesta los últimos seis meses y se atrasó el tipo de cambio. Propone una corrección como hizo Juan Carlos Fábrega, titular del Banco Cemtral en 2014, que lo llevaría de los 125 a 150 pesos.
Enfatiza que eso alcanza apenas para llegar a fin de 2023 y que no implicaría revertir las expectativas o cambiar el modelo.
El economista, presidente del Instituto de Investigaciones Económicas (Ieral) de la Fundación Mediterránea, mantuvo una extensa charla con La Voz, días antes de la renuncia de Martín Guzmán.
–El presidente Alberto Fernández ha dicho que Argentina tiene una crisis de crecimiento. ¿Hay algún punto de verdad en esa afirmación?
–La Argentina no es una economía capitalista en expansión, de volumen y de competencia entre privados donde bajan los precios. En los ‘80, ayudaba a mi padre en una reventa de calzados al por mayor y me tocó ver que en la temporada en la que vendía menos pares de zapatos, me quedaba más dinero, mejor cobrado, en mejor plazo, no se me licuaba, imponía las condiciones y tenía muy buena rentabilidad. Hubiera dicho en aquel momento que estaba muy bien si no me quedaba nada y la demanda me llevaba todo… pero esas son economías berretas en retroceso.
Hoy es buen ejemplo el sector automotor: si en este momento a un concesionario de autos le mandaran más autos y estuviera obligado a vender más, tendría que bajar su tasa de rentabilidad, necesitaría más estructura, menos margen. No estoy explicando un disparate: acá existe una economía estancada, el más 10 del año pasado fue la contrapartida del 2020. No se ha instalado un proceso de crecimiento. Pero hago la aclaración de la zapatería porque no quiero aparecer como un marciano, ni como un contrera, ni como un oficialista, sino ceñirme a lo profesional: conviven en la Argentina el estancamiento con esta idea de que la demanda tira porque vendo lo que tengo.
–Con el margen que quiero...
–Paradójicamente, después, el oficialismo critica la suba de precios, pero es endógena al modelo: no es un modelo de expansión, de inversión, donde las zapaterías bregan por competir. Es un modelo en el que lo que se produce se vende, pero todo es insuficiente. El faltante está a la orden del día, la informalidad laboral es mayúscula, es una economía sin crédito. Otra paradoja: el sistema bancario recibe depósitos y no tiene demanda de crédito, porque al sector empresario no le interesa endeudarse; se gana un problema, no sabe qué va a pasar. ¿Por qué demoro en responder esa pregunta o lo hago en forma generosa y amplia? Porque esa es la sensación reinante en la oferta, no sé si puedo reponer, si me van a dejar importar, recibo a dólar oficial pero “preiceo” a un precio más alto porque no sé si voy a poder pagar. Todo eso macroeconómicamente para un país es malísimo. Ahora, microeconómicamente, puede estar la sensación de que estoy vendiendo.
–Eso, que es malo, se vuelve peor con el festival de pesos.
–Después se encuentran el hambre con las ganas de comer. Del lado de la demanda, sobran pesos, desde el más humilde hasta al que le sobran pesos para ahorrar, se quieren sacar el peso de encima. La mercadería que por excelencia no sube y baja de precio, es el peso. Por eso el planteo no se puede responder está mal el Presidente, estoy de acuerdo con el Presidente… Todas las preguntas frente a oposiciones de ese tipo son grietosas.
–¿Se puede responder por afuera de la grieta? Pareciera que no.
–Por eso, el que está de un lado dice qué bien, crecemos; otro dice están en la luna de valencia, ¿que país está mirando? Las respuestas son más profundas que eso. No quiero decir “tengo razón”, pero me gusta pensar teóricamente, con un modelo atrás. Del equilibrio general salen respuestas más balanceadas.
–El campo liquidó 16 mil millones de dólares en el semestre y el Central se quedó casi con nada de eso. ¿El problema de la Argentina es que tiene pocos dólares o pocos a este precio?
–Cuando me ponés si es barato o no, se mezclan más cosas en la pregunta. Argentina no tiene un problema de dólares, ni en su comercio, ni en sus flujos, ni en su stock, porque el sector privado argentino ha ahorrado en dólares. El problema lo tiene el sector público, no el privado. Otra cuestión es porqué a una economía, en la que tanto en el stock como en el flujo le sobran dólares, hay un conflicto de demanda e inestabilidad y no hay ninguna exportación que alcance… bueno, es que sobran pesos y sobran justamente del déficit fiscal. Si yo tuviera que ir a un ordenamiento macroeconómico, tendría que decir que el gasto que tiene esa economía excede sus posibilidades, pero cuando diferencio sector privado del público, el gasto que está en exceso es el del sector público. No es ideológico esto, es mirar los números. Argentina tiene un problema que pega en lo cambiario, originado entre otras cosas en lo fiscal.
–¿Pero está barato o caro este dólar?
–La verdad que el 60 pesos por dólares que el presidente Macri le dejó a esta administración no era malo. Este gobierno se encargó de que continuara sin apreciación en su primer año de gobierno y luego, como ocurre en los años electorales y a posterioridad del 14 de noviembre todavía no lo ha corregido, entró en un “atrasito cambiario” medido como que la inflación fue por arriba de la devaluación neto de la inflación internacional. Hoy no estamos con esos dólares exageradamente atrasados, pero sí el gobierno se ganó un problema. Resolver genuinamente estas cosas sería cambiar la organización económica o buscar otro régimen cambiario… que no va a venir. Y dado que eso no va a venir, el hilo se corta por lo más delgado, si esto no se corrige, entonces será un tema de cantidad o de precios. ¿Qué camino ha elegido la última semana el gobierno? Cantidad. Se sienta arriba y dice bueno, cumplí la meta con el Fondo, compré mil 1.500 millones, sentí alivio. ¿Y desde el lunes en adelante cómo lo vas a manejar? Y, vamos a ir viendo, qué vamos a ir largando... La otra alternativa es modificar precio, porque si ponés algo más caro, puede aumentar la oferta y reducirse la demanda.
–De manual.
–Sí, ¿pero es una operación de corazón abierto de siete horas? No, no, aunque sí requiere quirófano y sedación. No es “aumentálo 25 pesos que está atrasado, ponélo en 150 y ya está”. No, parte del fabregazo del 2014 al que hice referencia estos días es que ocurrió con un ancla. Ningún cambio organizacional, ningún cambio de modelo, ningún programa ganador de elecciones, nada de eso. Es, dentro del manual de superviviencia para llegar a la otra orilla, hacer algo.
–¿Se puede llegar hasta la otra orilla administrando sólo cantidad?
–Mi impresión es que no, que esas correcciones a las que he denominado una suerte de ajuste clásico –que se quiere evitar– al final, no se va a poder evitar, se va a tener que hacer. De nuevo, ¿estamos ante una tragedia? No, si no se hubiera dormido la siesta en estos seis meses se hubiera evitado entrar en eso. ¿Cambiaría eso berretalandia, generaría un ancla, cambiaría las expectativas, ganaría elecciones? No, hablo simplemente de una cosa equivalente al Fabregazo.
–No un salto gigantesco.
–No, te da que el dólar en lugar de 125 valiera 150. Estaría manteniéndose en términos reales equivalente a los 60 pesos con el que nació esta administración, sin atrasarse. Ahora, ¿sería un modelo en el que brotaría el superávit y crecerían las reservas? No, sería una cosa más aliviada, porque cuando uno tiene inestabilidad macroeconómica, donde sobran pesos superfluos y que la demanda de dinero no los quiere, a algún lado van: o van a inflación o van a dólar.
–Cita las anclas de 2014. ¿En cuáles habría que pensar?
–Y bueno, lo que acompañó el fabregazo fue un mini ajustecito fiscal, una eliminación adicional de subsidios, se cerró el Club de París que estaba en banda, hubo un acuerdo con los exportadores para financiamiento de exportaciones, hubo un intento de arreglar con los fondos buitres. Uno empieza a tomar la medicina que no quiere tomar… un ajuste neoclásico.
–Pero acá, Alberto está cascoteado, cuestionado el FMI, sin posibilidad siquiera de hacer una segmentación de subsidios.
–A eso lo tiene que contestar la política. Los políticos son de oficio políticos y se supone que tienen los acuerdos, la cintura y los compañeros que trabajan en pos de eso. Pero si me insistís diciendo “eso no se puede”, te digo que la realidad nunca toca el timbre después, la realidad abre la puerta y entra. Y si eso no se puede, algún día la brecha en lugar de 70 es 100, y si no es 100, es 120. Como ocurre ahora: el año pasado la inflación era 3,5 por mes y ahora es 5. ¿Y quién autorizó eso? Nadie, se lo tomó la realidad.
–Pero aun con la realidad encima seguimos discutiendo esas cosas.
–Por eso el cambio no es sólo macroeconómico, sino de organización económica, de una economía en la que funcione distinto: lo único que hay que hacer es copiar de los lugares donde funciona bien. Funcionar bien no implica no discutir, que no haya polarización, quejas hay en todo el mundo, mucho más después de la pandemia y en el medio de un conflicto internacional. Pero nosotros tenemos estos conflictos desde antes, no se puede estar escondido detrás de la pandemia, del gobierno anterior o de la guerra para no enfrentar estos temas. Creo que la Argentina tendrá de nuevo una oportunidad y tendrá que aprovecharla.
–¿Se está haciendo algo para pensar ese cambio y aprovechar la oportunidad?
–Claro, estamos en eso y los cordobeses lo saben. La Mediterránea nació en Córdoba, el mejor plan de la historia nació ahí. Somos complementarios en términos de que todo lo que estudió el Ieral toda la vida, las cadenas de valor, la competitividad, la correspondencia fiscal.
–¿De eso habló con Cristina?
–Sí, hablé de lo que hablo en público. Debe ser la secta vez que lo explico: no tengo doble discurso y no hace falta entrar en detalles por una cuestión de códigos. No me hago cargo de ningún de las cosas que se dicen por ahí porque yo mantuve y mantengo mi boca cerrada. Hablé de los temas que se me han consultado y respondí como respondo hace 30 años. No digo “tengo la razón”, digo “pienso así”. Si me pregunta un vecino, un cliente, vos en este reportaje o un vicepresidente, contesto lo mismo. Y mucho más en este escenario en el que estamos comprometidos que es de carácter apartidario, porque así lo dice la carta orgánica de la Mediterránea y el Ieral. Eso es un ancla formidable porque estamos trabajando como un profesor de matemática que dice uno más uno es dos.
–Pero los que están expectantes con el recambio en 2023 no entienden eso.
–No, eso es un disparate, ¿qué significa eso? Hablemos de cosas lógicas, ¿qué tiene que ver la ansiedad? Esto es una cuestión incluida en un escenario en el que hablamos con líderes sindicales, empresariales, de todo. No me puedo hacer cargo de eso que se dice, contesto lo contestable.
–El billón de pesos emitido en junio, ¿será una especie de “plan platita” dos?
–No, no. Primero, la emisión monetaria que planteaba el propio acuerdo con el Fondo, que permitía emitir moneda en forma directa, era totalmente inconsistente con el objetivo fiscal del programa. Iba a haber necesidad de buscar mecanismos indirectos de financiamiento del déficit o bajar el déficit. El propio FMI entró en esta “complicidad” cuando permitió buscar mecanismos de financiamiento indirecto, como emitir moneda sopretexto de que le presta Derechos Especiales de Giro. Tercero, complementaba yendo al mercado local de capitales, pero Argentina no tiene mercado de capitales y menos para aguantarse un elefante en un bazar. El otro mecanismo indirecto de hacerse trampa al solitario es que si el BCRA devuelve Leliqs, los bancos con ese dinero pueden comprar títulos del Tesoro. Para Melconian y equipo eso es emisión de dinero, no ortodoxia, emisión. Y cuarto, el stock de deuda pública a la que se suponía que se rollovereaba de manera tal que no iba a demandar emisión de moneda adicional como supuesto de trabajo en el acuerdo, no se dio. Lo que vimos la semana pasada hasta el roll over de la deuda, era crónica de una muerte anunciada. Nosotros nunca trabajamos con el crecimiento de emisión monetaria que estaba incluido en el acuerdo, siempre más. Y subproducto de eso es que estaba mal la inflación incluida en el acuerdo. ¿Cómo se va salvaguardando este tema a futuro, dentro de la complicidad? Diciendo que vino la guerra, que aumentaron los subsidios, que modificamos un trimestre pero no el año. Es no hago la dieta, no hago la dieta, pero te juro que el viernas la hago, que es el cuarto trimestre. Todo esto se ha pateado para la discusión del próximo enero, cuando haya que tratar el año, que sin trampa al solitario, no cierra.
–¿Seguirá teniendo el Fondo esta mirada flexible y laxa con Argentina?
–Si salimos para Mar del Plata y el FMI pregunta llegaste y vos le decís que estás en Dolores, bueno. Ahora, si salís para Mar del Plata y te encuentro en San Francisco, lo veo más complicado. El tamaño del desvío en cada rubro es lo que va a ir determinando el rumbo. El FMI ha sido generoso en los trimestres, pateando todo para adelante. El tema de fondo es el cierre del año.
–Después de tantos años podríamos concluir que a la política no le interesa bajar la inflación. Es enorme el margen discrecional que da.
–Puede ser, pero es una pregunta cuasifilosófica, contrafáctica. Creo que estamos ante un proceso cultural en el que el avance es extraordinario: la gente se dio cuenta. Si querés tener déficit fiscal, tenélo, lo podes financiar con deuda externa hasta que un día no se paga y cuando te pasa eso, deja de ser un canal posible. Segundo, puede ser con deuda interna, y es muy bueno este período histórico, porque perdimos no sé cuánto tiempo –perdieron, porque yo en esa no entro- con eso de si la deuda es en pesos o en dólares, que la de pesos no se puede caer… No se rolloveó. Hubo que emitir 700 mil millones de pesos porque los que tenían deuda no la quieren. Tercero, se emite, porque si Estados Unidos puede emitir, ¿porqué no nosotros? Moraleja: inflación del 50, 60, 70. Hasta quien no entiende de economía se da cuenta dónde está la madre de borrego. Todavía estamos discutiendo, y se va a agotar, si es el supermercado o el almacén… Cuando los países tocan fondo y estás 12 años discutiendo qué hubiera sido si no, si sí no tiene más goyete. Cuando digo que hay que darle una oportunidad a que la gente cambie, lo que estoy diciendo es que en esta batalla cultural no se trata de imponer una ideología, o lo que uno piensa, empíricamente es así.
–¿Está la gente dispuesta a dar esa batalla?
–Un cambio cultural dado fue en contra de “quiero quedarme con Entel, Segba y Gas del Estado” y cuando la gente vio que ese cambio rotundo implicó tener gas, luz, teléfono… putea, se queja, que es caro, barato, pero nunca se ha querido ir de eso. No dice quiero volver a Gas del Estado. Eso fue un recontra cambio cultural, hay que dar este debate, que no es ideológico. Te doy otro ejemplo: sobre 22 millones de personas activas, hay 8 millones de informales y seis millones de formales. Decime una cosa: ¿dónde está escrito lo de la informalidad? ¡En ningún lado! ¿Y cómo cayeron ahí? Porque es así, querés así trabajo o no. Entonces, ¿por qué no armamos una relación laboral más flexibile, que no sea la cruda realidad que impone la realidad; porque cuando sos informal, sos ultra informal. Pero si podés ponerte de acuerdo en algo más flexible, no caés en el extremo de la ultra informalidad. Tenemos el mismo trabajo formal que en el 2012 y los tres millones de empleos creados desde entonces son la mitad informal, cuarto estatal y cuarto monotributo y otras yerbas. No hay que tener vergüenza en decirlo porque es empírico, ya no es que discuten dos universitarios, uno de una escuelita y otro de otra escuelita, donde uno cree que la solución es una cosa y otro cree en otra. Esto está recontra comprobado, por eso los países más progresistas, más educados, más viejos que nosotros no es que nunca cayeron en estas cosas: ¡ya las superaron!
*Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.