Carlos Egea: el zapatero que hace 40 años dio el paso que le cambió la vida

A pesar de los desafíos que le presentó la economía, sigue operando su taller con la misma dedicación y entusiasmo del primer día. Mantiene vivo un oficio tradicional, adaptándose a los nuevos tiempos como un ejemplo de amor y resiliencia.

Carlos Egea: el zapatero que hace 40 años dio el paso que le cambió la vida
Carlos Egea de 74 años sigue trabajando en su zapatería de calle España. La zapatería se llama "Plazoleta" porque el primer local estaba ubicado frente a la plazoleta Carlos Pellegrini. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes

La oportunidad de tener un negocio propio y poder independizarse sedujo a Carlos Jesús Egea. El empleado de una vidriería, de 31 años, decidió hacerse cargo de una zapatería en calle 9 de Julio y Las Heras, frente a la recordada Tienda Arteta. Casi cuarenta años después de aquella decisión, que llegó casi por casualidad, ha pasado por distintas ubicaciones en el centro, adaptándose tanto a los cambios que le proponía el comercio como a los de la vida.

“Ya estoy jubilado, pero sigo trabajando. Gracias a Dios, me mantengo; estoy bien”, afirma el zapatero que ha cumplido 74 años y sigue sostieniendo su trabajo. Estaba funcionando y pensé que era una buena oportunidad, porque se ganaba mejor que en la vidriería, donde había trabajado casi diez años”, recuerda Carlos “Decidí aceptar la propuesta, cambiar de rumbo”, agregó mientras está acodado detrás del mostrador que atiende. con el mismo entusiasmo del primer día.

Hoy, unas máquinas de costura, estanterías con artículos para entregar y también un televisor ambientan el espacio que habita en un pequeño local sobre calle España. Reparaciones de zapatos, carteras, camperas, bolsos, valijas, mochilas y también el forrado de zapatos son parte de la lista de servicios que ofrece la marquesina sobre la puerta al 943; un local propio, casi una cuadra más al sur del taller que tenía cerca de la peatonal.

Carlos Egea de 74 años sigue trabajando en su zapatería de calle España. La zapatería se llama "Plazoleta" porque el primer local estaba ubicado frente a la plazoleta Carlos Pellegrini. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes
Carlos Egea de 74 años sigue trabajando en su zapatería de calle España. La zapatería se llama "Plazoleta" porque el primer local estaba ubicado frente a la plazoleta Carlos Pellegrini. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes

Aquellos buenos tiempos

“Empecé en calle 9 de Julio, era una zona donde había buenos artesanos y se trabaja muy bien”, sostiene con cierto brillo en los ojos. “No sabía nada sobre el oficio, pero fui a un local y le preguntó al zapatero si me dejaba ver como trabajaba; así fui aprendiendo, me fui haciendo en el oficio”, cuenta Carlos, quien destaca que cada artesano tiene su propio estilo de trabajo; es una marca que llega “de la mano de la experiencia”.

No pasó mucho tiempo antes de que Carlos decidiera abrir su propio taller y eligiera el nombre “Plazoleta”, en honor al lugar donde decidió ubicar su primer local. Del otro lado de la vidriera veía la plazoleta Carlos Pellegrini, los automovilistas, por su parte, el cartel que estaba detrás del semáforo de Primitivo de la Reta y Alem. “Allí estuve muchos años, luego me mudé entre San Juan y Rioja”, señala.

La gente no se solía preguntar por el precio de los trabajos. “Venía, te dejaba el trabajo y después volvía a preguntar cuánto costaba. Nadie se fijaba demasiado en eso, y los márgenes eran mayores a los de hoy”, cuenta Carlos. Actualmente, una reparación de zapatos puede costar desde tres mil pesos. “Fue una época en la que se trabajaba mucho, era una locura la cantidad de trabajo que había”, dice. Con el paso de los años las condiciones cambiaron.

“Ahora trabajo un poco menos, porque elijo aquellos arreglos que puedo hacer con más facilidad”, agrega.

Hace seis años, su hijo Sebastián, que también trabajaba en la zapatería, pero decidió emigrar a España para buscar mejores posibilidades económicas para su familia. “Mi hijo trabajaba conmigo, él se encargaba de algunos trabajos especiales, pero tomó la decisión de irse del país con su familia...”.

Luego de una pequeña pausa, casi por reflejo, Carlos agregó: “A él también le esta yendo bien en su trabajo. Eso me alegra. Yo estoy orgulloso de mi hijo, porque la mejor herencia que uno podía haberle dejado era enseñarle el valor que tiene el trabajo y la responsabilidad”, sostiene. Hoy a un ayudante ocasional le delega algunos pedidos; Carlos sigue adelante, mantiene el taller abierto con mucha dedicación. “Trabajar me sigue entusiasmando”, señala.

Una forma de resistencia

El contexto económico también ha impactado en su negocio. Los costos de los insumos se han encarecido y la presión de los impuestos hace que los márgenes de rentabilidad sean cada vez más ajustados. Sin embargo no se detiene. “Ha subido el precio de los insumos y la mano de obra cada vez se cobra menos para compensar y sostener el trabajo”, explica Carlos dejando escapar un aire de nostalgia.

Egea menciona que se ha tenido que adaptarse a las nuevas demandas del mercado, ampliar la oferta de sus servicios. Antes, realizaba reparaciones que eran más complejas y trabajos de mayor envergadura. “Ahora arreglamos zapatos, carteras y valijas, también realizamos costuras”, comenta. En este contexto, muchos eligen prolongar la vida útil de su calzado y optan por “colocar media suela de goma, para que el zapato dure un poco más”, explica.

La charla la interrumpe una clienta, los vecinos siguen confiando en su habilidad: ella le deja una cartera marrón para un cambio de un cierre. El negocio, como otros oficios artesanales, ha sufrido transformaciones. Carlos recuerda, con cierto añoranza, cómo era trabajar hace 50 años; donde la confianza y despreocupación que tenían los clientes “por los costos del servicio” eran muy diferentes a la realidad de “cuidar hasta el último peso”.

A pesar de los cambios, Carlos sigue adelante con su taller. Aunque el ritmo de trabajo ha disminuido, su dedicación al oficio que aprendió mirando no ha cambiado y aplica la misma receta para afrontar toda crisis: “Trabajar, trabajar, trabajar muchas horas”. El zapatero confiesa “es lo mínimo que uno podía hacer”.

Foto de los años '90 de Carlos Egea trabajando con una Singer 3115 de más de 80 años. Carlos Egea de 74 años sigue trabajando en su zapatería de calle España. La zapatería se llama "Plazoleta" porque el primer local estaba ubicado frente a la plazoleta Carlos Pellegrini. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes
Foto de los años '90 de Carlos Egea trabajando con una Singer 3115 de más de 80 años. Carlos Egea de 74 años sigue trabajando en su zapatería de calle España. La zapatería se llama "Plazoleta" porque el primer local estaba ubicado frente a la plazoleta Carlos Pellegrini. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes

Un negocio que sigue en pie

El trabajo fue siempre la clave para mantener su negocio en pie, y con el paso del tiempo, la perseverancia sostenida en alto la marquesina con el nombre de “Plazoleta”; uno de los once negocios de compostura de calzado que pueden rastrearse en internet en la ciudad; un lugar que aún conserva cierto encanto y que su espacio en las redes sociales relata la necesidad de sumarse a los nuevos tiempos.

“Ahora, la mayoría de los encargos son arreglos simples, como cierres de bolsos y de pantalones”, sostiene. Pero siempre encuentra la forma de alimentar su vocación por el trabajo.”Estoy bien y puedo decir que me siento afortunado porque puedo hacer lo que me gusta, tengo un techo y puedo ganarme la vida”, concluye. La historia de Carlos es similar a la de muchos otros mendocinos, una vida de trabajo y de “adaptación” para poder resolver los problemas de dinero.

Carlos Jesús Egea es un ejemplo de la perseverancia de los pequeños comerciantes en un contexto económico que le es cada vez más difícil. Su historia habla de resiliencia. A sus 74 años está acogido en el mostrador como hace 40 años, cuando tomó una decisión que le cambió la vida...

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