La Comisión Nacional de Energía Atómica pretende rehabilitar la planta de Agua Pesada en Neuquén y ponerla en total producción en un plazo aproximado de 25 meses. Es la planta más grande del mundo y produce un insumo clave para la operación de las centrales nucleares, entre otras actividades.
Apuntan a sustituir las importaciones a las que debió recurrir el país desde el cierre en 2017, además de buscar ser un proveedor internacional en las áreas de la energía, la electrónica y usos médicos.
En diálogo con Télam, la presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Adriana Serquis, explicó que la PIAP, emplazada a 55 kilómetros de la capital neuquina “es la planta de agua pesada más grande del mundo y como tal es un bien estratégico del país porque garantiza tener el ciclo completo del combustible nuclear y la posibilidad de tener una nueva central de ese tipo que va a depender de este insumo”.
La Planta Industrial de Agua Pesada -que es propiedad de CNEA y que está operada por la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI)- cuenta con un diseño original le permite una capacidad de producción de 200 toneladas de agua pesada por año.
El agua pesada es uno de los insumos principales en las centrales nucleares que utilizan como combustible el uranio natural, tal como ocurre en el país con Atucha I y II y Embalse Río Tercero.
La funcionaria explicó que la PIAP tiene dos líneas de trabajo que en 2017, bajo la presidencia de Mauricio Macri, “discontinuaron su producción y se pusieron en modo de conservación y mantenimiento, bajando de 400 a menos de 100 personas empleadas en la planta”.
“Por entonces se había hecho una estimación que indicaba que había stock suficiente para la demanda de las tres centrales nucleares, pero cuando iniciamos la gestión en 2021 se advirtió que eran necesarias 480 toneladas hasta el fin de vida útil sin tener en cuenta la extensión de Atucha I”, señaló.
Serquis señaló a Télam que la idea del plan de recuperación es “poner una de las dos líneas en funcionamiento para producir entre 80 y 100 toneladas al año, el mínimo bajo del cual el proyecto deja de ser viable comercialmente por los costos fijos que tiene, lo que permitirá proveer las necesidades actuales de las centrales y exportar el resto”.
“En 25 meses podríamos volver a tener agua pesada desde la PIAP, pero ya en el último año y medio recibimos muchos contactos de empresas del exterior que consultan sobre las posibilidad de contar con parte de la producción con cartas de intención no sólo con destino a energía nuclear, sino para la utilización en medicina o la industria de semiconductores”, agregó la funcionaria nacional.
La demanda internacional creció “porque en el mundo cerraron muchas de las plantas de agua pesada que existían (entre ellas la de Rumania que estaba proveyendo al país) y la muy alta calidad de la PIAP posiciona al país como muy buenos proveedores de empresas como la canadiense Candu Energy que tiene un programa en Ontario de poder construir hasta 8 centrales nuevas hasta 2050 y va a requerir agua pesada”.
Ese interés externo es la que permite “analizar la conveniencia de habilitar la segunda línea o hasta construir una tercera línea de producción” o complementar el proyecto con un plan de trabajo paralelo para la producción de fertilizantes o hidrógeno verde utilizando la generación de energía eólica de la zona.