Bienestar, el debate estructural de la pandemia

La autora plantea abandonar la antinomia economía-educación versus salud, para pensar las bases que resultan necesarias para un desarrollo real.

Bienestar, el debate estructural de la pandemia
Ilustración: Gabriel Fernandez. / Los Andes

Toda crisis plantea un debate social, político, institucional y económico, que es determinado, principalmente, por variables estructurales. Miré los indicadores de la realidad del sistema de salud de nuestro país y descubrí que, según datos del Banco Mundial, Argentina comenzó a gestionar la pandemia del Covid-19 con cinco camas y cuatro médicos cada 1.000 habitantes, ubicándonos sobre el promedio mundial de 2,9 camas y 1,3 médicos cada 1.000 personas.

Argentina está por debajo de Japón, (que tiene 13 por cada mil habitantes), Alemania, Rusia, Francia, Bélgica y Cuba, entre otros, pero la sorpresa fue mayor cuando descubrí que estábamos por encima de Suiza, China, Australia, Israel, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Uruguay, Brasil, Chile, Suecia, Colombia y Perú. De este último grupo, EEUU cuenta con 2,9 camas por cada 1.000 habitantes, mientras que nuestros hermanos brasileños y chilenos alcanzan 2,1 camas, al igual que Suecia, es decir menos de la mitad que nuestro país.

Con un ránking parecido respecto de la cantidad de médicos, Cuba tiene 8,4 médicos cada 1.000 habitantes. Luego vienen países como Uruguay, Israel, Suiza, Alemania y Rusia. con entre 4 y 5 médicos por cada mil habitantes, por encima de Argentina. Entre los países con menos médicos que nuestro país están Italia, Suecia, España, Finlandia, Australia, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Chile, Japón, Brasil, Colombia, China, Venezuela, Paraguay y Perú.

Según estos indicadores, nuestro sistema de salud es relativamente más robusto que el de algunas de las potencias mencionadas. En relación a la cantidad de camas por médico, lo ideal sería estar cerca de un médico por cama. En nuestro país la relación es 1,3 mientras que en uno de los extremos está Japón, con 13 camas y 2,4 médicos cada mil habitantes (es decir cada médico debe atender 5,4 camas). En el otro extremo, Cuba tiene 8,4 médicos y 5,3 camas cada mil habitantes. La relación se invierte y cada médico atiende 0,6 cama, o, lo que es lo mismo: hay 1,6 médicos por cama.

Estos indicadores, que traducen la probabilidad de tener una cama en el sistema de salud y de ser atendidos por un médico, son muy importantes porque corresponden a una capacidad instalada que es fruto de años de políticas integrales de salud y educación. Son políticas de Estado en áreas sensibles de la seguridad social necesarias para el desarrollo, concepto entendido como el proceso social, político, institucional y económico, que no sólo permiten un crecimiento a largo plazo sino, también, los mecanismos de crecimiento que se traducen en el bienestar de la población.

La salud tomó protagonismo en los ’40, cuando el área pasó de ser Secretaría de Salud Pública a Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, dándole un carácter integral y centralizado dentro de la seguridad social. Luego, los paradigmas económicos revirtieron las prioridades políticas y esto se reflejó en recortes en las áreas de seguridad social de casi todo el mundo, de la mano de recomendaciones del FMI. Así, los sistemas de salud y educación se debilitaron con un fuerte proceso de desindustrialización en general y en particular en Argentina. Los recursos para el desarrollo científico se extranjerizaron, por lo que hoy nos encontramos con cierta rigidez para aumentar la oferta de insumos médicos en el mercado interno.

A pesar de ese proceso, nuestro país. comparativamente con el resto de América Latina, llegó con una capacidad instalada que le permite afrontar, con cierta dignidad, la crisis sanitaria que hoy vivimos. Pero esta capacidad no es infinita y está llegando a su límite, no sólo por la cantidad de camas o respiradores, sino por el agotamiento de su personal.

La salud es un área de especialización que hace difícil la movilidad de recursos. La experiencia ha demostrado que es relativamente más rápido producir un respirador o una vacuna, que obtener el personal capacitado para operarlos, y menos mal que la política educativa nos ha permitido tener profesionales de prestigio mundial en esta área, no sólo con formación, sino con vocación, dejando incluso hasta su vida.

El golpe sobre la economía

Volviendo al análisis económico, algunos comparamos los efectos de la pandemia con los de la guerra. Esto tiene sustento en el análisis de la Frontera de Posibilidades de Producción. Las guerras y desastres naturales destruyen la capacidad instalada y ocasionan recesiones sectoriales por la movilidad de recursos como consecuencia del aumento de demanda de determinados bienes y servicios. En Argentina y el mundo, se ha tratado rápidamente de movilizar recursos hacia el sector salud, pero esto no es perfecto o total.

En esa última idea, surge el rol fundamental de la educación. Sin educación tendremos mano de obra, pero no capacitada, por lo cual no podrá integrarse al área que la demande. Otra vez… ¿Qué es primero? ¿El huevo o la gallina?

De este nuevo virus no sabemos nada. Uno de los interrogantes que plantea son las secuelas (respiratorias, neurológicas, psicológicas), en el mediano y largo plazo. Si estos escenarios se confirman, la formación de las próximas generaciones se verá comprometida por secuelas físicas y psicológicas, además del incremento en los gastos de salud ocasionados por la atención de esas secuelas.

Se estima que la cantidad efectiva de contagios podría variar entre 4 y 8 veces más que los detectados. Es decir que podrían haber contraído el virus entre el 26% y 52% de la población a nivel nacional, y entre el 19% y 38% en Mendoza. La mortalidad es del 2% de los contagiados y esto sin considerar las mutaciones del virus, como tampoco un colapso del sistema sanitario, lo cual aún no ha ocurrido, pero estamos muy cerca.

La pregunta es ¿cómo seguirá la historia? Parece que cuidar la economía inevitablemente va a poner en vilo nuestra salud y que, adoptar las medidas necesarias para disminuir los contagios, nos van a conducir a más desempleo y pobreza.

El debate es economía y educación, versus salud, cuando debería ser “Salud y Educación” como bases para el desarrollo. Todo pasa, y esta pandemia también. Llegará el día en el que no dependamos del barbijo, ni del alcohol en gel ni nos preocupemos por las fases de investigación de una vacuna. Como era antes, volveremos a los abrazos y a los mates compartidos. Ese día, el desafío que tendremos será levantar la cabeza y mirar más allá, mucho más allá.

*La autora de la nota es economista, docente e investigadora.

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