El politólogo y analista político, Andrés Malamud, estuvo en Mendoza en el marco del encuentro “El Futuro del Vino Argentino” organizado por el Fondo Vitivinícola y la Coviar. En este marco, el especialista explicó cómo está formado el mundo actual desde lo político y económico. A partir de los cambios en la conformación geopolítica y demográfica, Malamud también habló sobre los nuevos modos de liderazgo y el impacto de las redes sociales en la construcción política. Además, expresó que hoy tanto la Argentina como toda la Región están frente a una oportunidad de crecimiento con el foco puesto en Asia y dada la lejanía del contexto bélico actual. Entre otros puntos, el politólogo explicó cómo ha cambiado el mundo y en qué lugar se encuentra nuestro país tanto con relación a la economía como a la calidad de la democracia.
-Explicó que ahora la oportunidad está en Asia, ¿cómo podemos llegar a esos mercados?
-Yo soy analista, no estratega, y lo que hago es identificar los procesos en curso. Lo que queda claro es que el mundo está cambiando y eso significa que se está tornando posoccidental. La demografía, la economía y los procesos políticos se dirigen hacia el mundo pacífico en el que emergen dos grandes: India y China, que juntas tienen el 36% de la humanidad y donde hay varios países alrededor que albergan al 60% de la población. Y son personas que consumen muy poco de lo que nosotros producimos, por lo tanto es una oportunidad enorme.
Uno puede pensar que la distancia es un pasivo y siempre lo fue porque los fletes son más caros. Sin embargo, en un mundo donde en todos lados hay guerra, que no la haya en América Latina significa que, por primera vez, estar lejos es una ventaja. Hay dos beneficios que nunca antes habíamos tenido. Uno es un mundo gigantesco que crece y que todavía no consume nuestros productos. El otro es un continente, el nuestro, en el cual no hay guerra. Por lo que si uno va a invertir no solo mira la ecuación costo-beneficio sino también el riesgo político que es más bajo que en Ucrania o en Gaza, por mencionar algunas zonas complicadas.
-¿Por qué nos convendría si Trump ganara las elecciones de Estados Unidos?
-Donald Trump se parece políticamente al (presidente Javier) Milei, pero económicamente está en las antípodas. Desde el punto de vista político es individualista y agresivo, pero por otra parte es proteccionista. Si gana Trump las guerras convencionales se van a reducir y las comerciales van a aumentar. Las primeras se van a llevar a cabo con instrumentos arancelarios para las importaciones y con restricciones a las exportaciones. China y Estados Unidos tienen grandes flujos comerciales y de inversión y las reservas chinas, como la de casi todos los países, están en dólares.
Si Trump decide desacoplarse de China, va a subir los aranceles para ese país y restringir las exportaciones hacia allá. China le compra a Estados Unidos, pero si le empieza a vender más caro lo va a dejar de hacer. En lugar de adquirir vino en California lo va a hacer en Mendoza y lo mismo con la soja, por mencionar dos ejemplos. Así, nos vamos a convertir en un proveedor alternativo de China en el contexto de que Estados Unidos no lo sea más.
-¿Qué pasa en América Latina?
-Más allá del Mercosur, por volumen y distancia Brasil es nuestro mercado principal. Está al lado y “vacío” de vinos. Lo que hay que hacer es –como decía (el consultor) Gustavo Domínguez- venderles el vino que ellos toman o que podrían tomar. Al ser un país caliente, los tintos tienen menos salida y hay que potenciar los blancos y rosados para vender más en el mercado que tenemos al lado.
-¿Qué impacto concreto tienen las nuevas políticas nacionales para los ciudadanos en general?
-Es difícil saber cómo va a funcionar el combo porque se toman medidas que se acumulan en el tiempo. Si hacen lo que prometen van a abrir la economía, por lo que los sectores menos competitivos van a sufrir y los más competitivos pueden aprovechar. Entiendo que el vino es un sector competitivo así que no veo porque debería ser perjudicado.
-¿Cómo influye en la economía el contexto político actual?
-El Gobierno tenía como objetivo principal bajar la inflación y lo está consiguiendo a través del equilibrio fiscal. La segunda meta era conseguir inversiones y eso todavía no lo logra. No en la medida en que lo necesitaría, pero la expectativa es que la desregulación contribuya, eventualmente, a que eso suceda. Ahora compensa con el blanqueo y con la expectativa del crédito. Estos dos puntos harían que la economía se empiece a mover aunque no haya una lluvia de inversiones.
-¿Cómo ves el año próximo que es eleccionario?
-En América Latina hay dos gatillos para la explosión social. Pasó en Chile en 2019 y en Brasil en 2013 y son una devaluación abrupta –que se aplica más a la Argentina- y un tarifazo. El Gobierno tiene súper claro que si devalúa o sube mucho las tarifas sus chances no solo de ganar las elecciones sino de mantenerse en el poder disminuyen. Por eso no hace ninguna de las dos cosas. Que la devaluación acabaría con el Gobierno de Milei lo dijo Ricardo Arriazu que no es amigo del presidente, pero es un economista al que escucha. Y lo del tarifazo lo sabe el mismo presidente, que posterga todo el tiempo el aumento. Hubo algunos iniciales, pero todavía no tenemos los valores del mercado.
-El Gobierno no va a disparar una devaluación, pero igual es algo que puede suceder…
-Sí. Es algo que quiere evitar, pero no puede controlar. El mercado lo puede hacer por él y por eso vive pulseando contra los mercados. Aunque dice que los mercados siempre tienen razón y que el Estado es delincuente, en la práctica lo que está haciendo es reconstruir el mercado argentino a partir de la revalorización de su moneda que es el peso. Cuando las prepagas aumentan más de la cuenta o cuando hay que devaluar, ni los mercados siempre tienen razón ni siempre el Estado es delincuente.
-¿Estos nuevos modos de hacer política han cambiado para siempre?
-No sabemos porque lo que está pasa en buena parte del mundo, pero no en todo. Sucede en Brasil, Estados Unidos, España y Argentina, pero no en Uruguay donde se mantiene una política de alto nivel de civilización y tolerancia con el adversario. Hay países que se mantienen pacificados, pero una vez que se despacifican no vuelve para atrás. Es como un demonio que sale de la lámpara y no puede reingresar. Es algo a lo que nos tendremos que habituar, no hace falta incentivarlo ni replicarlo pero la experiencia que tenemos en los países que se incivilizaron no se revierten. Trump y Bolsonaro pueden perder elecciones, pero van a seguir insultando.
-¿Qué pasa en Chile?
-En 2011 un artículo de dos politólogos decía que el sistema de partidos chilenos es estable aunque desarraigado, no tiene raíces, y en octubre de 2019 la realidad les dio la razón. El sistema de partidos está roto, el presidente Gabriel Boric está gobernando con la Concertación y la derecha está multifragamentada. El presidente es impopular aunque la política no es tan agresiva.
-¿Cómo entender las nuevas formas de hacer política?
-Francisco Panizza politólogo uruguayo dijo que cada nueva ola de comunicación trajo una nueva forma de hacer política. La radio, la imprenta, la televisión y ahora las redes sociales en donde las personas de mayor edad creemos que entendemos algo, pero no es así. La brecha generacional nunca se había producido así ya que siempre los más grandes enseñaban a los más chicos y ahora es al revés. Cada vez más la política tradicional se desarrolla por esas redes que se basan en la inmediatez, en las emociones más que en la razón y en la diferenciación de género. Los varones y las mujeres viven en burbujas digitales diferentes. Y eso se manifiesta en tipos de influcencers, en las conductas románticas sexuales y en el nivel de agresividad.
Los liderazgos de mujeres existen, pero hoy son más infrecuentes. La razón para esto una es las burbujas digitales que se diferenciaron. La otra es la reacción contra lo políticamente correcto, la cultura de la cancelación contra lo que los varones llaman feminazismo. Los jóvenes varones heterosexuales eran los reyes de la creación y pasaron a ser material cancelable cuando no se expresaban correctamente y esta es la rebelión de ellos. Un cuadrante, el de los varones jóvenes está mucho más radicalizado que los otros tres. La gente de mayor edad y las chicas jóvenes se manejan en un cuadrante donde la comunidad es más posible. Los jóvenes son los que hoy están gobernando y votan a estos más líderes agresivos.