¿Alguna luz al final del túnel?

El autor sostiene que es necesario encontrar una salida rápida a la crisis. La producción de alimentos exportables, sigue siendo clave.

Ilustracion: Gabriel Fernández.
Ilustracion: Gabriel Fernández.

Tratar de escribir un artículo de economía en la actualidad, es lo más parecido a elaborar un catálogo de desdichas, infortunios y diversas calamidades.

¿Es posible encontrar alguna señal positiva, sea en el orden nacional o regional, en medio de tanta negatividad?

Repasemos primero algunas de las principales “novedades”, a partir de los titulares económicos más inmediatos de la macro nacional.

Mientras el Ministro de Economía (pero… ¿acaso hay un Ministro?) sostiene con encomiable entusiasmo que “hay que romper la lógica dolarizadora que profundiza desequilibrios estructurales”, nos enteramos en paralelo que el déficit fiscal fue en mayo de 2020 diez veces mayor que el del mismo mes del año anterior y -agregamos-, se financia exclusivamente mediante la emisión de dinero.

En relación con lo precedente, la base monetaria -también denominada “dinero de alta potencia”- creció en un año 62,5 %, cebando el mecanismo de la bomba (¿hiper?) inflacionaria. Difícil tarea será desactivar (esterilizar) esta montaña de pesos que buscarán encaminarse hacia el dólar cuando desborde el dique de contención de las Lelics y los pases remunerados del BCRA.

Acorralado en el laberinto de la negociación de la deuda (que debía estar resuelto en marzo pero sigue en veremos), queda el gobierno con un arsenal restringido e insuficiente para apuntalar la economía durante la pandemia; así, se profundizó la recesión instalada desde la gestión anterior.

Producto del aislamiento obligatorio nos enteramos (UIA dixit, estadísticas en mano), que la industria se desplomó 31 % en abril en relación con el mismo mes del año anterior y se encuentra en niveles de hace 17 años; sólo mantuvieron en parte su dinámica los sectores farmacéuticos, alimentación, y algo menos en químicos.

Se suceden cierres y quiebras de empresas (probablemente no sobreviva el 20 % de las pymes), salidas del país de grandes compañías, todo con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo y recaudación fiscal.

Demasiados desaciertos enhebrados por los sucesivos gobiernos detonaron su carga destructiva en el momento más inconveniente.

¿Y por Mendoza cómo andamos? Lamentablemente, contamos con muy pocas herramientas para defendernos de las vicisitudes de la macro nacional.

El impacto sobre el desempleo ha sido persistente en el último tiempo: hace pocos años nos diferenciábamos claramente del resto de los grandes aglomerados urbanos; en la actualidad nuestra situación desmejoró lo suficiente para equipararnos con los mismos.

Considero que Mendoza ha soportado varios impactos adversos: el primer revés lo sufrió en exclusividad el gobierno recién asumido, al intentar modernizar nuestra matriz productiva, para hacer un mayor espacio a la minería.

Pero sobrevino sin tregua la segunda calamidad (compartida con el resto del orbe): la pandemia desactivó la actividad de varios de nuestros sectores más dinámicos: turismo, hotelería, etc. Particularmente grave para el Sur (en Malargüe Las Leñas no abrirá temporada), impactó fuertemente en toda la geografía provincial.

Por último, un “tsunami” ha sido provocado la confabulación de las provincias firmantes del Coirco (fogoneados por la ingratitud de La Pampa, que cobra puntualmente las regalías hidroeléctricas que se generan en los Nihuiles y recibe agua mediante un acueducto desde Punta de Agua, sin tener que pagar un centavo por ella), para tratar de impedir Portezuelo; la puesta en marcha de ese proyecto sería una ayuda invalorable en las actuales circunstancias.

Es prioritario conjurar esta amenaza, ya que la obra pública es posiblemente una de las muy escasas herramientas de que dispone la provincia para atemperar este diluvio de circunstancias adversas. Una partida difícil –y tal vez con cartas marcadas- que habrá jugado el gobernador 48 horas antes de que se publique esta nota.

¿Queda algo para rescatar? ¿Alguna luz al final del túnel?

Entiendo que si en el orden nacional se pudiese conformar un equipo económico – y enfatizo lo de equipo, y no una serie de voluntades dispersas y contradictorias- tal vez podríamos diseñar una cartografía de salida. Pero debemos tener en consideración que es necesario realizar profundas transformaciones estructurales, y no hay para este caso una profilaxis incruenta.

Sin embargo, nuestra estructura –basada en la producción de alimentos- nos puede posibilitar una reinserción rápida en el comercio internacional, al par que nos defiende de una catástrofe interna.

El sistema agroalimentario regional también funcionó adecuadamente: sus mecanismos resistieron, a pesar de algunas trabas de abastecimiento de insumos y otros problemas logísticos (en el análisis de este sistema hay en marcha un interesante esfuerzo mancomunado de la Uncuyo, el INTA y el Conicet).

Es importante señalar que en el PBG de nuestra provincia, las actividades primarias y sus industrias relacionadas han experimentado un perceptible retroceso desde hace una década, inversamente con el desempeño de los sectores de servicios.

Liderar la dinámica del cambio de los diferentes actores y sectores de nuestra economía se impone como el mayor desafío estratégico.

Tal vez el ideario tan conspicuamente citado últimamente de la “Soberanía Alimentaria”, pasará en el futuro por volver a nuestras fuentes fundacionales.

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