En los últimos días el gobierno nacional ha dado a conocer una buena batería de datos sobre el comportamiento de la economía nacional, correspondientes al año pasado, comparando el primero con el segundos semestre.
Como ocurre casi siempre en estas cosas, tanto los datos en sí como las interpretaciones divergen según los criterios de los analistas, pero también más allá de las interpretaciones, los propios datos objetivos dejan interrogantes, mostrando una realidad económica compleja, heterogénea. Aunque es evidente que la mirada al conjunto muestra una realidad que aparece como positiva frente al pasado reciente.
Comenzando por el indicador más importante y abarcativo, el nivel de actividad económica, el dato oficial del Indec, coincidente con las evaluaciones privadas, muestra un incremento del PBI del 2,9% en 2017, respecto al año anterior en que se había registrado una caída del 1,8%.
Interesante es que en el último trimestre el crecimiento se aceleró apreciablemente.
Sobre el punto del comportamiento del PBI es conveniente mirar algunos porque dejan en evidencia el mal argentino, el habitual "serrucho": crecemos algún año, caemos en otro y el resultado final es como el cangrejo, estamos en el mismo lugar o retrocedemos.
Desde 2009 a 2017, en nueve años hubo cinco de crecimiento y cuatro de caída, con los cual el PBI p/h está al final del camino más o menos lo mismo que una década atrás.
Quizás el dato más importante del crecimiento de la economía nacional del año pasado sea que el mismo fue impulsado por primera vez en muchos años por la inversión y no por el consumo o el gasto público. La inversión creció 11,3%, el mayor crecimiento en muchos años. Hay que destacar que la inversión en maquinaria y equipos fue más de la mitad del total, lo que asegura que se estaría invirtiendo para crecer hacia adelante. Otro ejemplo es que la venta de maquinaria agrícola, de todo tipo, aumentó el 25% el año pasado.
El campo, el sector agro industrial sigue siendo un de principales motores de crecimiento económico genuino del nuestro país. Por cierto razón tienen quienes aducen que la relación del inversión con el PBI sigue siendo baja para lograr tasas de crecimiento altas, pero la tendencia parece mejorar.
En cuanto al análisis por sectores muestra que 13 de los 16 que componen el PBI tuvieron crecimiento. El que más lo hizo fue el sector pesquero que lo logró al 14,3%. Las posibilidades desde de la cadena de valor del sector pesquero son notables, el país es el primer exportador de langostinos, y ni que pensar si tuviéramos fuerzas armadas capaces de evitar el saqueo de nuestro litoral marítimo. Le ha seguido la construcción (pública y privada) con 10,4%, bancos 5,3% (el crédito hipotecario fue la clave) y la agricultura con el 4%. Un rubro que también es positivo es el aumento de la demanda eléctrica industrial, que creció 4,4%, cuando en los últimos años la demanda de energía crecía por enorme aumentos de los acondicionadores de aire de los hogares.
Donde aparecen los datos preocupantes es por ejemplo en el estancamiento de las exportaciones, porque frente a ello, como es previsible, cuando aumenta el nivel de actividad se incrementan las importaciones de insumos para la producción, equipos y repuestos. Desde enero del año pasado las importaciones han superado todos los meses a las exportaciones. La consecuencia es que el déficit comercial está creciendo y ya se torna preocupante.
En materia de empleo el problema se presenta difícil, ha crecido pero fue por aumento del empleo no registrado, el denominado empleo en negro.
Esto hizo caer la tasa de desocupación, aunque también se redujo la cifra de asalariados formales. Este dato sigue mostrando a las claras que el problema reside en la legislación laboral, en la enorme carga tributaria que pesa sobre el empleo registrado, además de la litigiosidad que grava aún ese empleo. La economía muestra capacidad de crear empleo, pero no dentro de un marco legal obsoleto. Las reformas profundas se hacen esperar.