Economía, un gobierno extraviado

Cada día que pasa, resulta más evidente que la economía argentina acumuló tal cantidad de desajustes y problemas irresueltos que no hay manera de ocultarlos. Cuando se intenta tapar alguno aparecen otros, o peor, la medida para arreglar lo que anda mal co

Economía, un gobierno extraviado

Ya no se trata de algunos problemas localizados regionalmente, como los que afectan a nuestra provincia, o a algunos sectores en particular, como el caso de la producción de trigo y los efectos sobre la cadena de valor que terminan con el enorme incremento del precio del pan. Se trata de un problema de la economía en su conjunto.

Hay demasiados errores, desconocimiento y empecinamiento ideológico. Situación que no sólo perciben los agentes económicos locales, sino que también es la opinión generalizada de cómo nos ven desde fuera del país y las decisiones de invertir aquí y en algunos casos irse, cuando se puede.

Buena parte de quienes toman importantes decisiones económicas a diario advierten que el gobierno no sabe dónde está hoy la economía real (no la del “relato”), y menos entienden hacia dónde se quiere ir. Se ha inventado un lugar, donde presuntamente estamos, que no existe y un destino que tampoco existe.

Guste o no, la realidad económica no es maleable como la arcilla en manos del artista. Suele ser, y hoy lo es claramente, una realidad dura a la que hay aproximarse munidos de conocimiento científico y experiencias vividas en el trajín cotidiano de la producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios.

Transcurridos largos años de gobierno de Cristina Fernández rodeada por los mismos funcionarios que se ocupan de la economía, es evidente que ambas cosas brillan por su ausencia.

Los ejemplos conforman una ya larga lista. Mencionemos como ejemplos algunos casos que afectan a nuestra provincia. No se puede ocultar la pérdida de competitividad de actividades exportadoras cuya calidad de los productos y eficiencia productiva no se discuten.

La caída de las exportaciones vitivinícolas es contundente, al igual que del aceite de oliva, las frutas frescas y hortalizas como el ajo.

En este caso además acompañada de una notable disminución de la superficie cultivada, en una actividad altamente intensiva en mano de obra, tanto en la etapa rural como en los galpones de empaque. Similar situación viene ocurriendo con la reducción de la producción de cerezas, fruto con notable aceptación en mercados internacionales.

Todos estos casos tienen su común denominador en que el incremento de los costos de producción, transporte y comercialización -consecuencia de la alta inflación pero no sólo de ella- no puede ser trasladado a los precios de exportación (a veces tampoco al mercado interno). Conclusión: exportaciones y mercados que se pierden.

La pérdida de competitividad ya no es sólo de las economías regionales, se está extendiendo a toda la economía, y así lo demuestra el estancamiento de las exportaciones en general. Los efectos se ven en una actividad económica que crece lentamente y en un incremento del desempleo privado. Por otro lado, mayor incertidumbre, el constante y sorpresivo cambio de reglas y la falta de horizontes afectan la inversión productiva y, por ende, hipotecan el crecimiento y el empleo futuro.

Lo llamativo de lo que está ocurriendo es que la mayoría de los problemas económicos los ha creado y los agrava la conducción política, las decisiones políticas. No hay una conducción económica, no hay quien cumpla la función de ministro de Economía. Función que consiste coordinar y hacer coherentes los distintos aspectos de la política económica, como la política fiscal, monetaria, cambiaria, de comercio exterior, laboral.

A la hora de proponer medidas siempre se impone la prepotencia de Guillermo Moreno, sin coordinación alguna. En definitiva, no hay conducción económica idónea técnicamente y hace tiempo que los agentes económicos privados no le creen al gobierno, aunque en público digan lo contrario. Situación que no se cura de palabra.

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