La economía frutícola y sus problemas

En el sector de la fruta se registran dificultades, algunas de larga data y otras ocasionales, pero también se puede advertir situaciones comunes que deben tenerse en cuenta a la hora de buscar soluciones, siempre que éstas existan.

La economía frutícola y sus problemas

Entrando ya en plena cosecha de las diversas especies frutales implantadas en la provincia, se reiteran preocupantes problemas que afectan y exponen los distintos protagonistas de estas actividades.

Así lo han señalado desde el sector de industria del durazno en lata, los productores e industriales de ciruelas desecadas, los empacadores de frutas frescas por los daños causados por el granizo y el viento Zonda. Si bien en cada caso existen problemas específicos, algunos de larga data y otros ocasionales, se pueden advertir situaciones comunes que conviene tener en cuenta a la hora de buscar soluciones, si es que las hay.

Según las estimaciones del Instituto de Desarrollo Rural, la producción estimada de todas las especies superaría las 600 mil toneladas, sobresaliendo la ciruela para desecado y el durazno para industria.

La Asociación de Productores de Frutas Frescas en un comunicado expresa que, entre el granizo y el viento Zonda del 24 de diciembre, se han visto afectadas unas 100 toneladas, que no podrían destinarse a exportación o consumo interno y deberían ser absorbidas por la industria. Aun ante esa disminución se está en presencia de una buena cosecha en volumen, en relación a la temporada pasada.

Los sectores productores de frutas son heterogéneos y las generalizaciones no hacen justicia. Así, si bien en algunos casos -como el durazno para industria- se han logrado importantes mejoras, para el conjunto de la producción de frutas se advierte un problema de eficiencia productiva, comparando con Chile por ejemplo.

Es conocido el caso de la ciruela, en la que los rendimientos son muy superiores a los nuestros, además de tener menos inclemencias climáticas. La consecuencia de esta situación es que los costos de producción por kilogramo cosechado son muy superiores a los de nuestros competidores. Otro problema de antigua data radica en las serias deficiencias que se presentan en el eslabonamiento de las cadenas productivas.

No se ha sabido, o podido, encontrar relaciones estables entre los distintos participantes, de modo que el resultado final sea que todos ganen y no que unos lo hagan a costa de otros.

Cierto es que esto requiere mayor homogeneidad en los rendimientos productivos e industriales, de lo contrario es muy difícil el beneficio común. También es necesario encontrar atenuantes a la fuerte inestabilidad productiva, al menos de los que provienen de la intensidad y calidad de los trabajos culturales, en función de disponibilidad de recursos financieros.

Se advierten asimismo problemas en la comercialización interna y externa de productos tanto industrializados como en fresco. Tanto los productores de durazno en lata cuanto de ciruelas desecadas así lo expresan. En el primer caso se destacan las dificultades de colocar el producto en Brasil por las restricciones impuestas. Se cosecha lo que se siembra, son las represalias del proteccionismo de los otros frente al de nosotros.

Son más que llamativas las expresiones de un dirigente de la Asociación de Productores de Durazno, quien dijo que “somos los mayores consumidores del mundo (se refiere al durazno en lata), tenemos un negocio entre las manos y no lo sabemos desarrollar, este negocio hoy está en manos de los supermercados”.

Pero sin duda alguna los problemas más graves provienen de los desaciertos de la política económica nacional. Los efectos negativos se reflejan en los enormes desequilibrios de precios relativos introducidos por una alta inflación negada, con números amañados, que han distorsionado variables claves para el manejo empresario.

Lo ha expresado muy claramente el presidente del Comité de Exportadores de Ciruelas. Sin duda el atraso del tipo de cambio es el más grave de los problemas derivados de la inflación. La distorsión que ha provocado el reconocimiento de la inflación real para establecer los salarios, pero no para el dólar; consecuencia: una enorme suba de los salarios en esa moneda como lo muestra frente a Chile.

El enorme aumento de los costos de transporte internos, la mayor parte de ello resultado de las prebendas obtenidas por el sindicato que hoy encabeza la oposición. Finalmente, el irracional incremento de la presión fiscal en todas las etapas de la economía. Frente a este desquicio macroeconómico es difícil hacer milagros desde la microeconomía.

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