En líneas generales, el Gobierno nacional acertó en cuanto a las medidas y a los mensajes que puso en marcha en la última semana para contrarrestar el impacto del coronavirus, luego de unas primeras reacciones que minimizaban los efectos de la pandemia.
El presidente Alberto Fernández recuperó la centralidad del poder y de las decisiones, en momentos en que surgían voces disidentes sobre el manejo de los asuntos económicos, incluso dentro del oficialista Frente de Todos.
Las medidas anunciadas establecen que los trabajadores que no concurren a sus sitios laborales o bien que realizan teletrabajo reciban los haberes correspondientes, un auxilio que alcanzaría a las empresas que tienen registrado al personal.
Numerosas compañías soportan, además, la exigencia de afrontar el pago de diversas obligaciones, mientras las ventas sufren una drástica caída o se redujeron a cero en ciertas actividades.
Los créditos anunciados para facilitar el capital de trabajo y las obligaciones de las pequeñas y medianas empresas (pymes) tienen que ser puestos en práctica de forma inmediata, más allá del trabajo a distancia en las entidades financieras. Está en riesgo la supervivencia de miles de pymes.
El Presidente estableció, además, un auxilio para asalariados informales, cuentapropistas y monotributistas. Se estima que unos 10 millones de trabajadores se encuentran en esa situación.
El aislamiento obligatorio tornará más difícil la supervivencia para millones de prestadores de servicios, como electricistas, plomeros, gasistas, jardineros y trabajadores de casas particulares, la gran mayoría de los cuales se desempeña en la informalidad. La parálisis golpeará en sus ingresos a límites desconocidos, aun en medio de las crisis recurrentes que sufre la Argentina.
El acompañamiento social que lograron las autoridades ante las medidas preventivas es elogiable, más allá de ciertos caprichos particulares y las actitudes irracionales de pequeños grupos sociales.
Pero la cuarentena ralentizará aún más la actividad, que no había logrado despegar en los meses anteriores, como lo reconoció Alberto Fernández en su último mensaje.
En abril se cumplirán 48 meses de caída en la mayor parte de los sectores económicos.
Un mensaje claro y sincero debe ser la tónica imperante en las próximas semanas, para que la población comprenda –como lo ha hecho desde el punto de vista sanitario– la complejidad que sobrevendrá en el terreno económico en los próximos meses.
El triunfalismo de ciertos núcleos políticos y las apelaciones al Estado presente deben dar lugar a la acción coordinada entre todos los actores, para hallar las mejores respuestas ante el desafío de un enemigo invisible, pero letal en cuanto a sus consecuencias sobre el cuerpo social.
Cuando una pandemia de estas características afecta a todo el cuerpo social, es imposible que una vez finalizada o mitigada la misma se pueda volver atrás, sino que de lo que se trata es de un nuevo comienzo donde deberán cambiar casi todas nuestras conductas, tanto en lo sanitario, como en lo económico, como en todo lo demás. De allí la necesidad de ir pensando desde ya el futuro mientras se lucha por superar el presente.