El funcionamiento de la economía nacional sigue mostrando datos complejos que dan origen tanto a opiniones favorables a su marcha como a críticas a su gestión. En ese contexto es necesario ser prudentes en los juicios, ante una realidad que muestra indicadores heterogéneos.
Hay números alentadores, como el aumento de la tasa de inversión. La inversión es el núcleo de la economía de un país, como lo es de una empresa o el ahorro de una familia.
De ello depende cómo será el futuro. Sin inversión en cantidad y calidad no hay crecimiento de la economía, como tampoco de una empresa, ni del patrimonio de una familia.
Quizás uno de los daños más severos al funcionamiento de la economía dejado por el largo periodo kirchnerista ha sido inculcar en la mente de muchas personas que se podía vivir sin ahorrar ni invertir, que la producción de bienes y servicios era un acto de magia de los gobernantes.
Ese periodo ha sido muy bien caracterizado por varios economistas por haber vivido de "comerse el capital", de la inversión que se había concretado en los años 90. El caso de la extraordinaria crisis energética, que aún no superamos, es un caso irrefutable.
Muchas personas de sentido común advierten cuando una empresa o una familia se comen el capital, gastan lo que sus antecesores acumularon. Es esta forma de vivir de lo que otros hicieron lo que nos hace tanto mal; por ello resulta tan difícil que subsistan empresas a lo largo de varias generaciones.
Lo mismo ocurre con el país o una provincia. Preguntarse de qué estamos viviendo, qué inversiones, qué obras se hicieron en las últimas décadas es un buen método para evaluar gobiernos.
En materia de inversiones los datos, tanto públicos como privados, son alentadores. La inversión en equipo durable y construcción acumula ya 16 meses de suba, aunque en relación al PBI está debajo de los porcentajes del año pasado.
Empero, hay quienes cuestionan la calidad y productividad de la inversión pública, parte de ella decidida más con criterios electorales que de beneficio social.
De todos modos, la destinada a equipo durable de producción (privada) viene creciendo. El incremento de las ventas de maquinaria agrícola y el notable éxito de Expoagro son ejemplos elocuentes.
También en el primer bimestre se advierte una recuperación de las exportaciones, que acumulan algo más de 9 mil millones de dólares con un aumento del 10% respecto de igual periodo de 2017.
El incremento obedece a las manufacturas de origen industrial, por la recuperación de Brasil y la demanda de la industria automotriz. Muy significativo es el incremento de ventas de carnes bovinas, del 34%, por los envíos a China. La mala noticia en materia de exportaciones será la caída de granos por efecto de la gran sequía pampeana.
Los datos más opinables tienen que ver con la ocupación, desocupación, pobreza e indigencia. En estos temas un dato llamativo difundido por el Indec son los relativos a la ocupación, donde sobresale el aumento de la tasa de actividad, esto es, la gente que trabaja o busca trabajo, que aumentó en el promedio nacional algo más de un punto porcentual; lo mismo ha ocurrido con la ocupación.
Es cierto que ese aumento se explica por el trabajo no registrado y el trabajo por cuenta propia. Aquí hay que insistir en la vigencia de una legislación laboral obsoleta.
Pero de cualquier modo, como señalan los analistas, es mejor tener un trabajo precario que no tener ninguno. El problema sigue siendo nuestro mal endémico, la alta inflación, que no cede.
