La suma de importaciones y exportaciones argentinas en 2016 representaron el 26,1% del PBI, haciendo la reserva de que la caída del producto el año pasado contribuye a elevar la relación. Desde hace décadas destacados economistas e institutos de investigación vienen demostrando que las economías que crecen son las que más se insertan en el comercio internacional. Jorge Castro, en nota en Clarín, muestra que el comercio internacional crece más que la producción, que retoma la tendencia previa a la crisis financiera de 2008, cuando crecía el doble que el producto y la inversión extranjera directa lo hacía al triple. Señala además un hecho notable: que por primera vez desde la Revolución Industrial (1780-1840), los servicios -turismo, entretenimientos, servicios empresarios- representan un porcentaje mayor que los bienes finales en el crecimiento del intercambio internacional, en una relación de 62% a 38%.
En la relación entre comercio internacional y crecimiento hay ejemplos de todo tipo. Roberto Cachanosky muestra algunos casos impactantes, para un período que va desde 1960 a la actualidad. Pone los casos de Corea del Sur, Hong Kong y Singapur. En 1960 Argentina tenía un PBI por habitante que iba del 70% al 400% más alto que los países citados. Esos países abrieron sus economías, se especializaron en diversas actividades para competir y hoy tienen un PBI por habitante que va del 150% al 420% superior al nuestro. Pero si se objeta la comparación con esos países por razones culturales o geopolíticas, la comparación con Chile y España muestra el mismo recorrido. En 1960 Argentina tenía un PBI por habitante 47% superior al de los vecinos y España nos superaba en 31%. Ahora Chile está 48% arriba nuestro y los españoles 200%.
Otro dato contundente de los efectos de cerrar la economía que aporta Cachanosky es la participación de nuestro país en el comercio internacional. Hasta la década del 30 del siglo pasado, las exportaciones argentinas representaban entre el 2 y 3% del total de las exportaciones del mundo. El año pasado sólo el 0,3%. Si hubiéramos mantenido la participación anterior hoy las exportaciones serían diez veces más que las actuales.
Cabe preguntar cuáles son las causas que han impedido abrir la economía y que algunos intentos que se hicieron en los últimos 40 años terminaron en fracasos. Esas causas parecen ser dos principalmente.
Una, la persistencia ideológica del denominado modelo económico de "sustitución de importaciones, de crecimiento hacia adentro", inmortalizado por un conocido economista fallecido como "vivir con lo nuestro", e ironizado por otro como "vivir con lo puesto".
La otra, la fuerza de los intereses corporativos beneficiarios de la economía cerrada, especialmente sectores industriales que aún hoy en día sostienen que necesitan de 5 a 20 años para poder ser competitivos. El principio de "protección a la industria infantil", aunque después de tantas décadas de protección se trata de industrias de la "tercera edad". El proteccionismo cuenta también con importantes apoyos en ciertos sectores intelectuales y en los políticos populistas de distintos colores.
Pero no sólo los industriales se oponen a la importación y a la apertura de la economía; también sectores primarios. Conocemos en nuestra provincia los reclamos por la importación de vinos, ínfimo porcentaje sobre el total del consumo. Lo mismo ocurre con los productores de manzanas, los de bananas en el norte, los criadores de cerdo por la importación de carnes de Brasil, que se suman a las siempre recurrentes quejas de los industriales textiles y del calzado. En todos los casos, cualquiera sea el sector, apelan a los puestos de trabajo que se perderán. De ahí a la coalición de sindicatos y empresarios hay un solo paso. Y al estancamiento también.