"Buen día a todos y a todas. Antes de venir quería saber si seguía siendo ministro, si estaba en pleno ejercicio de mis funciones. La Presidenta me confirmó que sí". Carlos Tomada, el ministro de Trabajo, sorprendía ayer a la mañana con estas palabras, en el arranque de su disertación en el Palacio Duhau, durante la presentación de un programa de empleos de una cadena de supermercados.
Fue una imagen simbólica de lo que ocurrió con ministros y funcionarios de primeras líneas de la Casa Rosada. Hubo un sinfín de versiones que alertaban sobre que Cristina Kirchner implementaría nuevos cambios. Aunque no los hubo, fuentes kirchneristas no se animaron a descartar que se produzcan con el correr de las horas.
La preocupación de Tomada por saber si iba a conservar su puesto (es el único ministro, junto con Julio De Vido, que está desde el primer día de la gestión Néstor Kirchner) tenía sustento. En círculos oficialistas hasta habían hablado del sindicalista Antonio Caló, el jefe de la CGT, como reemplazante.
Pero el propio Caló, a través de sus principales voceros, lo negó anoche ante este diario: "De esa versión, nada que ver". Al ingresar a la Rosada para presenciar la jura de los nuevos ministros había dicho algo parecido: "¿Ustedes me ven a mí como ministro?".
Otro nombre que parecía afuera del Gobierno era el del canciller Héctor Timerman. Se dijo que había presentado la renuncia. Fue otro que, según las versiones, tenía quién lo sucediera: se mencionó al senador Daniel Filmus, que en diciembre terminará su mandato, y a Cecilia Nahón, la embajadora en Estados Unidos.
El día de Florencio Randazzo, el ministro del Interior, no fue más auspicioso. En la jura de ministros se lo vio malhumorado por las versiones que daban cuenta de que le quitarían el manejo del transporte. Cristina, decían en el entorno presidencial, se habría disgustado con su declaración pública en la que afirmó que si su política con los trenes era exitosa se podía animar a pelear por la presidencia en 2015.
Pero hubo más. Trascendió que Cristina estaría analizando al sucesor de José Luis Manzur, el ministro de Salud, que debe asumir como diputado a fin de año. Ir al Congreso le interesa poco y nada al ministro, pero la Presidenta lo obligaría a sentarse en su banca. El nombre que más suena es el de Juan José Mussi.
Por su parte, Débora Giorgi, la ministra de Industria, era otra que estaba en el ojo de la tormenta. Se decía que podría continuar prestando servicios a la Presidenta pero como embajadora. Aunque por la sonrisa que esbozó en la jura probablemente alguien le haya dicho que se queda.