Los candidatos opositores Iván Duque y Gustavo Petro disputarán en junio la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia tras obtener ayer los mayores porcentajes de votos, 39,12 y 25,09 respectivamente, escrutado el 96,61 por ciento de las mesas electorales.
En el tercer lugar se ubica Sergio Fajardo, con un 23,80 por ciento, mientras que Germán Vargas Lleras y Humberto de la Calle obtuvieron 7,22 y 2,06 por ciento, respectivamente.
Un poco más de 36 millones de colombianos mayores de 18 años estaban habilitados para escoger ayer entre los cinco candidatos al sucesor del presidente Juan Manuel Santos.
Las encuestas de las últimas semanas coincidieron en que ninguno de ellos obtendría la mitad más uno de los votos válidos, requisito para ser declarado presidente en la primera vuelta. La segunda vuelta está programada para el 17 de junio.
La jornada electoral resaltó por ser una de las más pacíficas en la historia del país sudamericano. Según indicó la Misión de Observación Electoral, ningún incidente violento se presentó durante el día, un éxito que se debe, en gran parte, al acuerdo de paz firmado en 2016 con la ex guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y a la tregua anunciada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) durante el desarrollo de los comicios.
Sobre el medio día, los candidatos habían depositado ya sus respectivos votos en las urnas, acompañados de sus seguidores y sus familias.
Duque, candidato del partido opositor de derecha radical Centro Democrático, votó en un colegio del norte de Bogotá. El encargado de depositar la tarjeta en la urna fue su hijo Matías, de seis años.
A su vez, Petro, el candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, acudió a un colegio del distrito de Puente Aranda, en el sur de la capital, donde previamente había inscrito su cédula de identificación para votar.
Duque es abiertamente opositor a los acuerdos de paz. Dentro de sus propuestas está la de obligar a que los ex combatientes pasen por la justicia especial de paz antes de ocupar un cargo público.
En cuanto a la crisis con la cantidad de venezolanos que han llegado a Colombia, Duque se inclina por ser solidario, pero ha advertido que aumentaría las medidas migratorias en la frontera.
Por su parte, Petro defiende los acuerdos de paz con las FARC y ha advertido que se esforzará por mejorar la reintegración de los ex combatientes a la sociedad. En cuanto a Venezuela, ha dicho que Colombia debe ser solidaria con el pueblo vecino.
Otra característica marcó un hito de esta votación fue una asistencia a las urnas superior al 50 por ciento del padrón electoral.
Duque, el discípulo de Uribe que lidera el regreso de la derecha
Puede llegar a ser el presidente más joven en la historia moderna de Colombia, pero sobre todo Iván Duque figura como el elegido del popular exmandatario Álvaro Uribe para recuperar el poder para la derecha opuesta a un histórico pacto de paz con la exguerrilla FARC.
Afable y con algunos kilos demás, este senador de 41 años venció en la primera vuelta presidencial con el 39% de los votos. Ahora deberá medirse con el exguerrillero Gustavo Petro (25%) en un balotaje entre fuerzas antagónicas.
Abogado con maestría en economía y corta experiencia política, Duque (Bogotá, 1976) representa a la mitad de Colombia "indignada" por las "concesiones" a la exguerrilla FARC a cambio de transformarse en partido tras medio siglo de guerra.
Por eso promete realizar "modificaciones estructurales" al acuerdo de paz de 2016 que desarmó a 7.000 combatientes.
Lo convenido estipula que los jefes exguerrilleros reciban penas alternativas a prisión si confiesan crímenes y reparan a las millones de víctimas de un conflicto en el que también participaron paramilitares de ultraderecha y agentes del Estado.
Duque también es vocero de esos colombianos temerosos de que el país siga el rumbo que lastró económicamente a Venezuela, lo que ocurriría, asegura, si gana Petro. Al presidente venezolano, Nicolás Maduro, lo llama "dictador" y "genocida".
Pero, sobre todo, es la muestra de que las ideas del ahora senador Uribe -mano dura contra los rebeldes, inversión privada y valores tradicionales- siguen vivas tras ocho años de dejar la presidencia.
Y ese poder de Uribe es su mayor reto en caso de llegar a gobernar. Dentro de su partido, el Centro Democrático, afirman que Duque "le debe" todo al ahora senador; en la oposición señalan que es un "títere" del exmandatario.
Petro: el ex guerrillero que revoluciona la arena política
Gustavo Petro burló la muerte y el estigma para convertirse en el primer exguerrillero en llegar tan lejos en la búsqueda de la presidencia de Colombia. Su ascenso hace tambalear un siglo de gobiernos tradicionales.
De 58 años, el también exalcalde de Bogotá sacó la segunda votación más alta en las elecciones de ayer (25% de los votos), y se medirá el 17 de junio en un balotaje con el derechista Iván Duque (39%).
Este hombre de mediana estatura, que lleva lentes gruesos por culpa de la miopía, cuida su apariencia frente a las cámaras, aunque sin excesivo esmero. Cuando le habla a la multitud, desvanece su mentada timidez.
Petro recobró para la izquierda la plaza pública y el apoyo de un importante sector de jóvenes, tras el pacto de paz con la guerrilla de las FARC cuya fallida y violenta lucha desacreditó por décadas a esta tendencia.
Azotada por dictaduras militares en el siglo XX, Sudamérica ya conoció gobiernos a la cabeza de rebeldes que alguna vez validaron las armas, como Dilma Rousseff en Brasil o José Mujica en Uruguay.
Pero en una Colombia ensangrentada por medio siglo de conflicto ya en vías de extinción, el éxito electoral de Petro - cimentado en su oratoria - amenaza por primera vez con quebrantar un pasado de élites conservadoras y liberales.
Y quien encarna este fenómeno es un "populista radical" - a ojos de sus críticos - que militó en el disuelto M-19, un movimiento nacionalista de jóvenes de ciudad críticos del marxismo que asaltó el Palacio de Justicia (99 muertos en el ataque y la retoma militar) antes de deponer los fusiles y promover la Constitución liberal de 1991.
Con él, la fragmentada y minoritaria izquierda ha encontrado una fórmula de poder en uno de los países más desiguales del mundo.