Quienes pensaron que en “Dumbo” podrían encontrarse con el Tim Burton provocador e imaginativo de otro tiempo, se llevaron un fiasco. Creador de célebres monstruos queribles y de negros y apabullantes universos, este cineasta parece estar destiñéndose poco a poco a medida que pasa el tiempo.
Aunque el personaje de Dumbo (en teoría) podría darle mucho a su sensibilidad más genuina, nos hemos equivocado. Sabemos que es la historia de un elefantito orejudo hasta la vergüenza, que un día descubre que su flaqueza es, justamente, lo que lo hace fuerte, noble y héroe. Sin embargo, Tim Burton toma el personaje, que data de 1941, sin llegar a apropiarse de él, ni a reinterpretarlo, ni a enriquecerlo. Se limita a calcarlo con una excelente técnica de animación, que es la moda (y la trampa) que ha descubierto Disney para seguir llamando a las multitudes a las salas con una mínima cuota de riesgo creativo.
Pero aquí, a diferencia de otras películas, opera una revisión más que un remake, porque el filme se expande narrativamente, incorporando a personajes que no estaban en la original y que aportan otras dimensiones a la trama. Pues transponer a la animación digital una película de 1941, donde un circo esclaviza a sus pobres animales, era ciertamente un riesgo que los guionistas no quisieron correr y -sin ánimo de hacer spoiler- aquí se cuestiona y se trata con una visión contemporánea ese tema. Y acierta al hacerlo.
Pese a que la firma timburtiana pueda encontrarse en el diseño de la película, los freaks del circo están desperdiciados, lanzados hacia la tangente, y los villanos tienen la espesura de un cartón, dando como resultado una película buena del montón, aunque no por ello sin momentos de emoción. Colin Farrell, Michael Keaton y Eva Green no le aportan mucho de sí a la fábula, y solo Danny DeVito (como Médici, el dueño del circo) se destaca con su inmenso oficio, que es la risa.
En síntesis: si bien el enfoque de Tim Burton es casi inexistente, “Dumbo” es una película bella y disfrutable, que logra establecer empatía, emocionar y que, sobre todo, le lanza buenos mensajes a quien la ve. ¿Por qué pedir más?