Se termina un año que tuvo características especiales. En principio, registró crecimiento en todos los trimestres y lleva seis consecutivos creciendo, algo que hace tiempo no se registraba. Si bien el crecimiento es modesto, se calcula que el año terminará con crecimiento acumulado del 3% aproximadamente.
No obstante, con una tasa tan magra, que significa que no llegaron las inversiones como se anunciaban y esperaban, la tasa de desempleo casi no registró cambios, mientras los de pobreza mostraron indicadores similares a los que traíamos.
El año 2017 fue el del gran debate por la forma del Banco Central de encarar la lucha contra la inflación mediante el uso de la tasa de interés de referencia y la emisión de letras (Lebac) para absorber excedentes monetarios. Y el debate vino porque quedó claro a lo largo del año que había una descoordinación entre la política fiscal y la monetaria.
Los excedentes monetarios, en definitiva, provienen del gasto público y esa es la causa de la inflación. Cuando el BCRA intenta frenar la inflación subiendo la tasa afecta directamente al nivel de actividad del sector privado ya que le sube los costos del crédito y representa un incentivo negativo para hacer inversiones.
Por otra parte, se criticó que no hubiera coordinación con ciertas políticas básicas que el gobierno estaba llevando adelante y que, indefectiblemente, impactarían en los niveles de precios, como es la reducción de los subsidios a las tarifas de servicios públicos. Con ese panorama, no tenía sentido mantener metas de inflación puestas como objetivos a principios de 2016, siendo que las metas fiscales ya se habían modificado el mismo año.
Todas estas cosas fueron el efecto de las decisiones en materia de gasto público y de financiamiento. El gobierno se había fijado el objetivo de bajar el déficit al 4,2% del PBI. Para sostener este déficit debió recurrir a nuevo endeudamiento externo, que trajo una gran cantidad de dólares que, en definitiva, generaron un atraso del tipo de cambio.
Como ese déficit generaba excedentes monetarios, el BCRA fijó tasas muy altas -que aún mantiene- y atrajo capitales golondrina que traían más dólares y demandaban pesos para prestárselos al BCRA vía Lebac. Esto agravó mucho más el atraso cambiario y afecto la actividad económica, generando un déficit comercial récord de 9.000 millones de dólares.
Mirando los indicadores más importantes de la actividad económica está claro que fue la construcción el mayor vector de crecimiento, seguida por la actividad bancaria. Muy lejos el consumo y menos la actividad industrial que, salvo el sector automotriz, muestra retrocesos de los que aún no puede salir.
La aparición de los préstamos ajustables por UVA fue el gran movilizador de la venta de inmuebles, pero todavía no termina de repercutir en la construcción privada, que sigue privilegiando los complejos de alta gama pata atraer a quienes se presentaron en el blanqueo, pero falta mayor desarrollo destinado a la clase media. La obra pública ha sido, hasta ahora, el gran estimulador de la actividad, pero no podrá serlo eternamente porque el Estado tiene la obligación de bajar gastos y mejorarlos cualitativamente.
Mendoza, similar
La provincia de Mendoza tuvo un comportamiento similar a la Nación, aunque la parte fiscal fue más prolija. La parte estatal comenzó con una rebaja de impuesto a los ingresos brutos a 100 actividades y emitió u bono fiscal de $1.000 millones para estimular inversiones.
No obstante, el resto de las actividades económicas cayeron bajo los designios de las políticas macro, además de haber sido un año complicado con accidentes climáticos que, por segundo año consecutivo, afectaron la producción primaria y las actividades industriales conexas.
Esto se sintió en el sector vitivinícola, frutícola, hortícola y olivícola. El sector el petróleo tampoco tuvo un gran año, aunque se han visto algunas señales de mejora en el último mes.
Las obras públicas no fueron de gran envergadura, aunque ayudaron los fondos discrecionales que recibieron algunos municipios que generaron un nivel actividad que fue visto por todo el mundo porque impactaron sobre la trama urbana del Gran Mendoza.
Desafíos e incertidumbre en 2018
Para este año comienza el desafío de cumplir el Pacto Fiscal entre Nación y Provincias, que supone una baja progresiva de impuestos distorsivos, como Ingresos Brutos y sellos que ayudará a mejorar la situación de las empresas.
También comienza en forma gradual a aplicarse un mínimo no imponible en cargas patronales y se espera que se apruebe la reforma laboral para avanzar en un blanqueo que mejore la situación de muchos trabajadores en negro.
Actualmente unos 4 millones de personas trabajan en esta condición.
Hay una reforma impositiva en forma gradual que debería ser acompañada por una baja importante en el gasto del Estado para que la nación pueda cumplir con su parte en el Pacto Fiscal, para reducir el déficit a 3,2% del PBI. La presión fiscal no se reducirá mucho pero, en principio sería algo más baja y esa reducción progresiva se sentiría mejor en 2022.
El gran desafío será la política de tasas que aplique el Banco Central y esto estará ligado a las expectativas de inflación. La autoridad monetaria mantiene una meta de inflación de entre el 10 y 12 % en 2018, pero el gobierno fijó una meta del 15,7% en el presupuesto. Los privados, en tanto, calculan una inflación promedio del 19%.
El problema es que el Banco Central no sabe la repercusión que pueden tener los aumentos de tarifas de luz, gas y transporte público. A su vez, la recuperación del valor del dólar en los últimos días genera incertidumbre por sus efectos. Ya se anticipan posibles aumentos de los combustibles por este factor y la recuperación del precio del crudo a nivel internacional.
Si el BCRA decide comenzar un proceso gradual de las tasas, asistiremos a un escenario de mucha movilidad, que puede traer aparejado reacomodamientos del dólar, pero también una baja del costo del los créditos que ayude a un mejor ritmo de la actividad económica.
El consumo se mantendrá con la racionalidad que ha traído hasta ahora, ayudado por convenios colectivos atados a la evolución de la inflación. Otra posibilidad es que el Tesoro tome préstamos en el mercado interno, con lo cual absorbería liquidez en perjuicio del sector privado.
Una evolución suave del precio del dólar ayudará a una mejora de las posibilidades competitivas de muchas actividades de las economías regionales, esto podría contribuir a mejorar el nivel de actividad.
El problema es que la gradualidad es tan lenta que no solo no sorprende sino que es previsible y esto es lo peor porque los empresarios aprovechan para esquivar riesgos y sin riesgo no hay actividad empresaria competitiva.
Para Mendoza se avizora un año mejor en lo productivo, aunque pesará el impacto de los costos de la logística, donde juegan muchos impuestos que por ahora solo tendrán una leve moderación.
La provincia duplicará su inversión en obra pública y muchos municipios tienen planes de seguir con el ritmo que traen hasta ahora.
El petróleo, por su parte, tiene una buena posibilidad de mejora si se consigue activar los yacimientos de Vaca Muerta que existen en nuestro territorio, que hoy están paralizados por acciones de organizaciones ambientalistas.
Para 2018 se espera un crecimiento del 3,5%, aunque los privados son más moderados, calculan un 3%, pero dependiendo de la política monetaria del BCRA. Si se mantiene las tasas excesivamente altas, el crecimiento será magro y marginal.