El espectacular 2-2 final, con los hinchas botelleros tomándose aún la cabeza por esa última chance de Vuanello que se fue ancha, fue un regalo para los presentes.
Maipú y Gutiérrez jugaron un partidazo. Abierto, con propuestas ofensivas, con errores de un lado y del otro y con emociones por doquier.
Aunque parecía que se lo llevaba el Cruzado por ese primer tiempo de rendimientos brillantes, el Celeste, con algunos movimientos tácticos, le rompió las estructuras a pura pelota parada.
Costará encontrar en los anales del clásico otro duelo donde unos y otros tengan cambios tan radicales. En un arranque furioso mostraron determinaciones valientes, de esas que se celebran con aplausos, pero el Cruzado era más profundo y se movía al ritmo que proponían esas 2.500 almas que coparon las tribunas del Omar Higinio Sperdutti. Y ese empuje que llegaba desde afuera tuvo su rédito en la palomita de Berardo y el gol -golazo- de Jofré.
Fueron 45’ de terror para el once de Abaurre. Sin el pase preciso que entrega Díaz en la salida (estuvo demasiado errático), la pelota pasó más tiempo en los pies del rival.
El local, desde la inteligencia que le da Amaya al ataque, rompió siempre a espaldas de los volantes centrales para quedar cara a cara con una defensa que dudó entre salir a romper o esperar. Fue un primer tiempo de rendimientos individuales y colectivos muy altos para Maipú.
Pero claro, lo que en un momento es, en otro puede no ser. Y Gutiérrez no demoró mucho en trasladar inquietudes al local luego de ese cabezazo de Orué y una determinación distinta para jugar el clásico.
Cambio táctico de Abaurre, tres puntas para ir a buscarlo y más participación de los laterales en el circuito ofensivo. De esta manera construyó una remontada que no fue casualidad ni por asomo. La imperdonable siesta cruzada se pagó carísima.
Pudo perderlo y también pudo ganarlo, es cierto, pero llevaba la ventaja e redujo notablemente sus chances de clasificar Vuanello no habrá dormido anoche tras esa acción soñada por tantos en la previa de un clásico. De héroe a villano en 90 minutos. Así, sin términos medios. Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
El inicio se demoró por violentos
Cuando Echavarría estaba listo para dar el pitazo inicial, comenzaron a llover piedras sobre un sector especialmente construido para las delegaciones visitantes que llegan al Omar Higinio Sperdutti.
El techo de chapa hizo las veces de escudo ante la agresión de los hinchas locales, quienes dejaron en claro que no iban a parar hasta que su ¿reclamo? fuera oído.
Sucede que entre los dirigentes y jugadores del “Celeste” ahí presentes, se encontraban tres hinchas identificados con la barra de Gutiérrez, por lo que los barras “cruzados” querían que fueran retirados del estadio.
Los memoriosos recordaron que en el último enfrentamiento en calle Boedo, sucedió algo similar y el simpatizante “botellero” que estaba camuflado entre los dirigentes fue desalojadopor la policía.
Ayer, luego de varios entredichos entre los efectivos y los hinchas locales, los tres barras visitantes fueron sacados por la policía.
“Pasó lo mismo en cancha de Gutiérrez. Ahora se calman”, vaticinó un plateísta local. Tenía razón. Ni el empate final volvió a registrar problemas.