En el sur de Palmira, esa zona postergada de la ciudad donde las calles todavía son de tierra y los servicios escasean, hay un jardín de infantes que recibe a un centenar de pibes y que lucha todo el tiempo contra el vandalismo y la inseguridad: hace diez días, el lugar fue robado y ahora, los delincuentes volvieron a ingresar, solo para hacer nuevos destrozos.
Se trata del jardín nucleado “Maestra Clyde Barsotti”, que recibe a chicos de cuatro y cinco años del sur de la ciudad, fundamentalmente de los barrios Palmira Crece y Río Mendoza: “Sí, lamentablemente volvieron a entrar el fin de semana y esta vez rompieron el baño”, cuenta una mamá que está en la vereda del jardín junto a su hijo, esperando que la celadora abra el portón de ingreso.
Trepando por ese portón o por cualquier tramo de la medianera que da al patio, un grupo de delincuentes ingresa al lugar desde hace tiempo y sin mayor problema, con la idea de robar lo que encuentra o simplemente para hacer daño.
Hace pocos días, en la madrugada del sábado 24, los vándalos entraron al jardín y de allí se llevaron un televisor, un ventilador, una cafetera eléctrica, un equipo de música, el inodoro, el lavatorio y la grifería; además, se alzaron con diversas herramientas, entre ellas una hormigonera, con las que se trabaja en mejorar las instalaciones.
“La construcción iba a estar lista para el inicio de clases pero está parada porque se llevaron las herramientas y el hombre que hace el trabajo no ha podido reemplazarlas”, dice Miriam, otra de las mamás y la obra que está parada tiene que ver con terminar la cocina, la dirección y el baño para el personal.
Ese robo no fue el primero ni tampoco el último: el domingo pasado, un día antes del inicio de clases, las maestras y algunas mamás se juntaron para poner orden al lugar y dejar todo preparado para la llegada de los chicos a las salitas: “Esa misma noche nos entraron y rompieron la puerta del único baño habilitado porque el otro fue destruido por los delincuentes la vez anterior”, cuenta la comunidad escolar.
“La policía viene cuando la llamás y el día del robo llegaron con perros rastreadores, pero la verdad es que acá no vas a ver que hagan rondas. Esta parte de la ciudad no se vigila y los delincuentes lo saben”, agrega la gente.
Tal vez lo más indignante es que en muchos casos, los vándalos solo entran al predio para hacer destrozos en ese jardín, al que posiblemente van sus propios hermanos, sus primos o el vecino: “No hace mucho, perforaron una pared de aglomerado con un trozo de hierro, le dieron como diez puntazos solo para romperla”, dice Verónica, que es celadora y recuerda que solo en el último año, los vándalos han derribado parte de la medianera a combazos, han roto vidrios, cerámicos y puertas; de hecho, el segundo de los baños del jardincito hoy está clausurado porque voltearon la puerta a patadas: ahora hay una chapa soldada al marco que impide el ingreso.
“El jardín tiene sereno, pero está claro que le conocen los horarios”, dice la gente, aunque muchos de ellos no se resignan y es por eso que parte de la comunidad escolar no baja los brazos y organiza rifas o se ponen de acuerdo para trabajar por el jardín. Así y con una rifa por el barrio consiguieron reemplazar la cafetera que se robaron y otro papá obsequió un juego de columpios que ahora hay que fijar al piso.
“No vamos a aflojar, solo pedimos una mano de la policía y de los políticos para que esta zona no sea tan insegura”, insisten.