La tragedia de Alberto Fernández desde que aceptó su misión (quizá única en el mundo) de ser el candidato a presidente designado por su vicepresidenta, es que debe lograr dos cosas incompatibles:
* Que los votos moderados que busca sumar le crean que es moderado en serio y que no está actuando moderación.
* Que los K le crean que está actuando moderación y que no es moderado en serio, porque de serlo, tarde o temprano se enfrentará con ellos.
En realidad la verdad no es ni una ni otra: Alberto puede ser moderado o lo contrario según convenga porque no es ninguna de las dos cosas ni ninguna otra cosa. Es lo que amerita en cada ocasión.
En ese sentido lo suyo parece similar a lo de Miguel Ángel Pichetto, que siempre defiende lo que piensa el peronismo de turno. Aunque éste, desde que asumió Macri viene asegurando la gobernabilidad que muchos de sus cumpas trataron de imposibilitar.
En Alberto y Pichetto se resume lo que es el peronismo hoy, dos tradiciones distintas del mismo movimiento.
Si tratamos de explicar la cuestión en términos de convicciones y de traición a convicciones, no entenderíamos nada, ya que de acuerdo a lo que cada uno defendió desde 2008 a 2015 (en las presidencias de CFK) Pichetto debería hoy compartir fórmula con Cristina y Alberto con Macri.
Pichetto es un peronista clásico, esos que Perón siempre supo tener al lado suyo, alguien que cree que el peronismo es naturalmente el partido del poder en la Argentina y se esfuerza para que siga siéndolo, aunque para eso tenga que cambiar de partido.
Él heredó de Perón la idea de que el peronismo siempre debe expresar el espíritu de su tiempo y por eso, al creer que hoy el macrismo es la evolución y el kirchnerismo la regresión, acepta ser la pata peronista de un proyecto no peronista que lo necesita, y que a la vez necesita “su” peronismo para ganarle al kirchnerismo, vale decir al peronismo del pasado inmediato. El que, según él, ya no expresa lo que hoy pasa en el mundo. Pichetto piensa que ahora el peronismo debe ser de centro derecha a tono con el trump-bolsonarismo, aunque en versión más liberal y republicana.
Pichetto cree, siempre creyó, no por ideología sino por pura lógica de poder, que si el peronismo no se cuelga de los vientos de la historia, va a desaparecer. Por eso hoy defiende lo contrario de lo que defendió ayer. Y para eso no debe tener ninguna ideología pero tenerlas todas. Aunque la ideología que hoy impera en el mundo coincide mucho con lo que él realmente piensa.
El peronismo de los Pichetto se fue gestando en los años 80 para no repetir la tragedia de los 70: fue una forma de no matarse entre ellos. De seguir queriendo ser todas las cosas, pero una cosa cada vez. No como en los 70 en que intentaron ser lo uno y lo otro a la vez y se mataron entre sí e hicieron volar al país entero.
En cambio, el peronismo de AF es otra cosa, aunque también proviene de la historia peronista, en particular de esa que el kirchnerismo hizo resucitar: la del camporismo.
Héctor Cámpora fue el chivo expiatorio, el que pagó con su cuerpo y alma los pecados ajenos. El que pagó el desliz montonero de Perón asumiendo como propio tal pecado para así liberar de culpa al General, quien lo endilgó pura y exclusivamente a los 49 días de presidencia de Cámpora.
De modo similar, AF dice expresar todas las autocríticas que CFK jamás dirá de ella misma, pero que necesita para ser votada por alguien más que sus fieles. Así, en caso de que la fórmula inventada por CFK se imponga, ella será perdonada sin haber pedido perdón por ningún pecado de los que AF jura que ella no repetirá jamás, porque se dio cuenta que estuvo mal. Pero como no lo dice ella, ella no deberá cambiar nada si llega al poder, excepto quizá al que sugirió que ella de hecho se autocriticaba al haberlo elegido al él, quien durante una década la criticó más que nadie.
AF es el peronista K, exK y de nuevo K que hace arrepentir a CFK de lo que ella no se arrepentió jamás. Por eso, mientras él anda predicando críticas de los errores de CFK, ella anda publicitando un libro en que reafirma como positivo absolutamente todo lo que hizo en sus gestiones.
Otra vez, como en sus añorados años 70, el kirchnerismo quiere volver a un peronismo donde se puede ser a la vez una cosa y lo contrario, pese a lo peligroso que eso demostró ser.
Pero aclaremos bien, AF no es Cámpora ni se le parece en nada, ni política ni personalmente, aunque lo están llevando a cumplir un papel similar. Por eso está tan nervioso, porque quizá intuya que, como a Cámpora, lo han mandado al muere. Por eso suena patético cuando dice cosas como las que le dijo a Morales Solá: “Yo soy fuerte, yo tengo personalidad” (es lo mismo que decir, no soy como Cámpora que era un obsecuente). “Yo no cambié, la que cambió fue CFK” (frase falsa pero que con el tiempo le cobrarán muy caro). “Sin mí ella no gana porque le sumé lo que necesita para ganar” (otra frase que le cobrarán recaro, aunque sea verdad). “No me pregunten más por ella, hablemos de mí”, quizá desesperado por que lo consideren el presidenciable. Pero es que a nadie le puede interesar él sin ella. Ella sin él sigue siendo ella. Él sin ella es menos que nada. En esa evidencia incontrastable queda claro donde está el poder, excepto que en un acto de generosidad, luego de que AF le logre a CFK la impunidad judicial, ésta le pague renunciando al poder que le pertenece.
AF necesita decir todas esas cosas que dice porque si no las explica, nadie las da por sobreentendidas, que es como deberían darse. Para que le crean que no es extremista sino moderado en lo ideológico aunque con autoridad en lo personal. Y allí es donde todo se le confunde, porque cuando se enoja termina perdiendo autoridad y moderación a la vez, para devenir una especie de compadrito orillero, un matoncito de barrio con título universitario.
Ese experimento del caballero moderado y la dama fundamentalista que finge aceptar al moderado para no tener que moderarse ella, preanuncia luchas de poder internas.
Porque AF aceptará todo menos ser Cámpora. Y difícilmente CFK acepte que AF sea algo más que Cámpora.
Mientras tanto, a el peronismo no K -que son casi todos los que gobiernan provincias y municipios- le da lo mismo que gane Fernández-Fernández o Macri-Pichetto, mientras ellos ganen en sus distritos. Es que hoy el peronismo es un movimiento a la deriva que a falta de un líder que exprese el nuevo tiempo como en su momento fueron Menem y luego los K, ha devenido una suma de tribus sin ningún proyecto nacional que los unifique. El peronismo sólo busca sobrevivir, y en la selva nacional ha demostrado ser la más apta de las especies para ello.
Ayer, un cacique municipal peronista no K me expresó una opinión que los sintetiza brillantemente: “Por ahora los ‘otros’ (refiriéndose al kirchnerismo y al macrismo) tienen más poder que nosotros, pero ellos hoy están y mañana no estarán, mientras que cualquiera que sea el que gane nosotros siempre estaremos. Y tanto unos como los otros van a depender de nosotros para poder gobernar durante el ratito que les toque”.