Corre el año 1945, la Segunda Guerra Mundial transita sus último días y Sudamérica se presenta como el paraíso para aquellos refugiados y víctimas de la crisis europea.
El mismo día de la muerte de Adolph Hitler, Clausewitz, un inmigrante polaco llega a nuestro país en busca de una mejor vida. Pero lejos de encontrarlo, su primer contacto en la aduana del puerto será una gran desilusión.
“Nuevas directrices para los tiempos de paz”, es la película de Bosco Brasil que atrapó a José Kemelmajer y Gustavo Torres para crear su versión libre en las tablas bajo el título “Tiempos de paz”, la nueva coproducción del Espacio Le Parc, que estrena esta noche.
La vida es actuación
Un vínculo cruel y cargado de nostalgia se da entre este inmigrante y el oficial de aduana Segismundo, quien lejos de presentarse como alguien agradable y la solución para su triste presente, se tomará el trabajo de desterrar cualquier esperanza posible.
“Aprovechamos esta historia para presentarla como una metáfora de todo lo que sucedió en nuestro país en esos tiempos, y también hicimos hincapié en el oficio de la actuación, en el valor que tiene nuestro trabajo.
Así como la película, es una especie de homenaje a los artistas de la época, como el caso de Galina Tolmacheva, la actriz y directora rusa que fundó la Escuela de Teatro en Mendoza”, cuenta Kemelmajer, quien en este nuevo proyecto se aleja de la comedia y comparte escenario con Torres, bajo la dirección de Daniel Posada.
Por esas casualidades del destino al comenzar el trabajo, el actor se encontró con un músico ruso que vive en nuestra provincia, dedicado a afinar instrumentos.
Sus manos, la manera de moverse y hasta de hablar fueron una especie de reflejo para sumarlo al proceso creativo de su personaje.
Así “Tiempos de paz” transita entre la nostalgia y la tensión; la esperanza, las pérdidas, los afectos se entralazan en un vínculo de poder y opresión de dos seres desconocidos.
Clausewitz y Segismundo son parte de la metáfora de nuestra historia, la que sin querer no dejamos de revisar. Y el teatro y los actores son el vehículo ideal para viajar al pasado, y darse cuenta de que a pesar del tiempo el ser argentino sigue intacto.