El grito sonó al unísono como un alarido de desahogo interminable. No era para menos. Había que ganar, cambiar el chip, hacer borrón y cuenta nueva para dejar atrás la malaria.
Y ni esos últimos minutos en los que Unión apretó el acelerador e hizo méritos para empatar pudieron empañar la noche. Una noche que será recordada por la vuelta al triunfo después de la clasificación a la Copa Libertadores. Y de la mano (y los pies) de las perlas negras: García-Ayoví, uno en cada tiempo.
Los gestos de fastidio de Sebastián Méndez eran tan elocuentes como lógicos. El desarrollo del primer tiempo fue ordinario, ninguno de los dos lució en sintonía fina y la mayor angustia fue para el local.
Tombinos y Tatengues se prestaban la pelota, nadie hacía pie. Y para colmo, de la mano de Nelson Acevedo, Unión era más claro de tres cuartos hacia adelante.
El elenco santafesino tuvo la apertura del marcador en dos oportunidades. Primero, con una pelota cruzada sobre el área que García Guerreño no pudo “soplar” por el segundo palo. Y después, con un remate de Nelson Acevedo que se fue apenas desviado contra el palo zurdo de Rey.
El partido era desordenado y las imprecisiones estaban a la orden de la noche. Godoy Cruz no tenía juego interior y el “Morro” García era el que retrocedía para tomar contacto con el balón e intentar asistir a Ayoví y cía.
Sin embargo, cuando todo era oscuro, una perla negra iluminó la gélida noche. Morro recibió una falta cerca de la medialuna, Abecasis lo hizo rápido para Angelito González, quien peleó el balón con Bruno Pittón y asistió al goleador charrúa. Y está claro, el uruguayo en la suya nunca falla: derechazo sutil a la derecha de Nereo Fernández y a otra cosa. Empezaba otro partido.
Para el inicio del complemento, el “Gallego” Méndez mandó a la cancha a Juan Andrada por el amonestado Maxi Correa. Y casi como un guiño cómplice del destino, en el primer tiro de esquina desde la derecha, Pol Fernández le puso tiza, Viera metió la cabeza para bajarla, el “Morro” la quiso parar y terminó asistiendo a Ayoví, quien la empujó: 2-0 y ¿partido liquidado? Aunque Unión no se dio por vencido jamás, daba esa sensación.
Leo Madelón acumulaba delanteros y el Tomba se paraba decididamente de contragolpe. Pero como el fútbol es la dinámica de lo impensado, en un abrir y cerrar de ojos, pasó del casi seguro 3-0 (García estrelló un tiro en el palo tras dejar en el camino a Nereo) al 1-2 de zurda de un tal Diego Armando… Godoy y el suspenso interminable de esos últimos diez minutos en los que Unión hizo méritos para llegar al empate.
Había que sufrir para después llegar al éxtasis del final, que se desató cuando Silvio Trucco hizo sonar su silbato. A esa altura ya no había uñas que comerse, pero los tres puntos quedaron en casa y no importó nada más.