Dos almas que en el mundo, había unido Dios.
Dos almas, que se amaban, eso éramos tú y yo.
Por la sangrante herida, de nuestro inmenso amor
Nos dábamos la vida, como jamás se dio.
Un día en el camino, que cruzaban nuestras almas,
Surgió una sombra de odio, que nos apartó a los dos.
"Dos Almas", bolero de Vicente Fernández
Tiempo atrás, desde esta misma columna informamos que el principal reproche personal que Elisa Carrió hace a Mauricio Macri es que no le haya permitido integrar con los suyos ningún organismo de control de gestión. Pero en el fondo, que le hayan dicho que no, quizá también es un alivio para ella, a fin de que el romance entre ambos no tenga ninguna atadura material.
Es que ni Lilita ni Mauricio saben cuánto durará este intenso amor de dos personajes, política y personalmente tan diferentes, a los que sólo los unió la convicción de que se necesitaba construir algo nuevo para derrotar al kirchnerismo. Esto equivale a decir algo que no tuviera adentro a ningún sector del peronismo y que, si contuviera al radicalismo, no le diera a éste el liderazgo que se le otorgó cuando se construyó la frustrada Alianza a fines de los ‘90.
En esa estrategia se trata de almas gemelas pero probablemente el país que ambos desean edificar más allá (no necesariamente en contra) del peronismo y del radicalismo, no sea el mismo, ni siquiera en los aliados.
Hasta ahora todas las reuniones que habían tenido Macri y Carrió les fortalecieron sus vínculos. La partida sorpresiva de Ernesto Sanz dejó al presidente sin interlocutor con paridad política, excepto Lilita. Por ende, si ellos se ponen de acuerdo, la aún precaria coalición Cambiemos se fortalece; si no, se debilita, como ocurrió con De la Rúa y el Chacho, cuyo rompimiento fue el comienzo del fin.
Los reproches de Lilita siempre fueron más o menos los mismos. No le gustan las juntas de Mauricio: ni Angelici ni Caputo. Tampoco los yuppies con los que maneja la comunicación, Peña y Durán Barba. Además, desde que pidió que fuera mayor al propuesto el monto mínimo para deducir ganancias, Carrió cree que el ajuste económico está siendo más duro de lo que podría y debería ser.
No obstante, algo imperceptible, pero significativo, cambió esta semana.
Lilita estaba ilusionada con que Mauricio soportaba el embate de diversos sectores internos y los contenía, pero que en el fondo había decidido jugar la política de ella en lo sustancial, aunque a veces debieran diferenciarse públicamente por los distintos roles que cumplen.
Pero en estos días una duda profunda asaltó a Carrió. Como que en el tema central para ella, la lucha contra la corrupción, Macri estuviera cediendo a los que desde adentro le sugieren negociar con el gobierno anterior. Y más aún, ahora que un viento furioso anticorrupción sopla en el continente, al que muchos macristas quieren poner freno por temor a que se lleve puesta a toda la clase política, por las complicidades compartidas, si se escarba sin control.
Ese viento es el que, como en el bolero, empieza a diferenciar estas dos almas románticas. Por eso esta semana Lilita salió más fuerte que nunca, golpeando donde efectivamente le duele a Mauricio, en las tarifas. Mauricio respondió con un enojo que hasta ahora jamás le había demostrado a Lilita, ni privada ni públicamente.
El presidente llamó en su auxilio a Ernesto Sanz para que lo ayudara a contener a Carrió, quien esperaba un encuentro a solas, pese al gran afecto que siente por el jefe radical, hoy semi retirado, pero que sigue estando.
“Me banco que te metás con mis amigos, aunque insisto en que sos injusta, pero con las tarifas no, con eso has pasado un límite”, sostuvo Macri tan enojado como jamás lo viera Lilita, pero ella no es de amilanarse.
“Justo antes de cobrar los salarios donde se notará la mejoría por lo de ganancias, ‘tus’ comunicadores anuncian de un tirón todos los aumentos, generando un mal humor terrible. Enojate con ellos, no conmigo”, refutó Lilita.
Si creés eso, ayudame a comunicar mejor, en vez de dar argumentos a la contra, insistió Macri, frente a un Sanz contenedor que les decía que los dos tenían razón.
Lilita quiso separar la paja del trigo: “Tu sector político, Monzó, Pinedo, junto a Negri y otros radicales, hicieron un trabajo extraordinario en el Congreso, desde donde salen las buenas noticias”. Y allí le dio con todo: “No puede ser que un grupo de pendejos engreídos que se creen Gardel y un comunicador de imagen que se cree aún más que Gardel, arruinen todo lo bueno que se hace desde la política, comunicando nada más que malas noticias, y aparte comunicándolas mal. Todo lo bueno que te sale en la semana lo destruís por estos soberbios”.
Al final, la Carrió metió otra de las suyas para que Macri vea que no se olvida: "Ah, y no puede ser que Angelici le quiera salvar la vida a Oyarbide. No obstante, ella se comprometió a segur bancando el gobierno y a contenerse todo lo que pueda. Que nunca suele ser mucho, ni por mucho tiempo.
Lilita se fue con la convicción de que el enojo de Macri es fuerte y es en serio, pero cree haberlo calmado, por ahora. Con la ayuda de Sanz: "Empezamos dos a uno contra mí, y terminamos dos a uno contra Macri", le dice contenta a los suyos.
Sanz, a diferencia de Lilita y Mauricio, no es un alma partida en dos sino un gran conciliador al que más que los boleros le gustan los tangos como aquél que dice: “Si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo p'ayudarte en lo que pueda, cuando llegue la ocasión”. Y parece que la ocasión le viene llegando.
En síntesis, más allá de todo, Lilita y Mauricio -aunque ya no estén viviendo la fase más prometedora de tan intenso amor- se han comprometido a no terminar como en el bolero, aunque tengan que seguir luchando con sus almas partidas.
Lilita, con su alma partida entre ser la eterna opositora o sobrevivir como oficialista, aunque sea una vez en su vida.
Y Mauricio, entre dejar que sople el viento de los nuevos tiempos e intentar cabalgarlo, o querer frenarlo (cuando menos amortiguarlo) como le sugieren aquellos amigos a los que Lilita tanto odia.