Doroteo, eminencia de las motos antiguas

Aprendió a trabajar con estos “rompecabezas mecánicos” cuando trabajaba arreglando las máquinas de Vialidad. Un día renunció y se puso su propio taller. Hasta hoy llegan a él desde varios países para que les repare sus rodados clásicos.

Doroteo, eminencia de las motos antiguas
Doroteo, eminencia de las motos antiguas

Don Doroteo aprendió cómo “pararse” frente a un motor arreglando máquinas en los talleres de Vialidad, cuando era joven. Después dejó ese trabajo para armar su propio tallercito en la Quinta Sección.

No hay motos ni mecanismos -cualquiera sea su marca- que se hayan resistido a sus manos firmes, su paciencia de monje y su memoria precisa. Como niño que no quiere renunciar al juego, en los últimos años se dedica sólo a las motos antiguas y lo hace porque son más excitantes pues “requieren concentración e inteligencia”.

A los 88 años y desafiando los regaños de sus hijos, las dificultades para bajar escaleras y las secuelas que le dejó una operación en el cerebro hace tres años, Doroteo Santinelli sigue trabajando religiosamente en su tallercito, el mismo que trasladó años atrás a Tupungato por cuestiones de seguridad.

Lo hace más por placer y trabaja con un puñado de motos de colección, pero todavía llegan hasta allí viejos clientes a visitarlo para compartir una grata charla o realizarle consultas sobre algún engranaje un poco “retobado”.

Es que el hombre llegó a ser una eminencia en su oficio. Ha reparado motos europeas, brasileñas, norteamericanas y hasta viajó a Italia para traer repuestos que aquí no conseguía. Coleccionistas de estos vehículos antiguos quisieron tener su exclusividad como mecánico.

Pero después de toda una vida de manos engrasadas, Doroteo asegura que no hay mejor música en el mundo que dar arranque a un motor recién reparado y que éste reaccione.

“Será de Dios, pero nunca me pasó que tuviera que abandonar un motor sin haberlo podido reparar”, asegura el hombre. Para Doroteo, el secreto de este oficio es ser perseverante, tener paciencia y estudiar detalladamente cada engranaje cuando se desarma el motor.

“Te tenés que meter en la cabeza el lugar y función que ocupa cada pieza y después volver todo a su lugar. Si lo hacés, lo ponés a punto y tiene que andar, no hay nada que hacerle”, argumenta.

Esta fuerte atracción por los “rompecabezas mecánicos” hace que Doroteo haya decidido seguir trabajando sólo con motores antiguos. “Los de ahora vienen todos marcados. No necesitan tanta inteligencia. Son aburridos”, dice un mecánico que ha tenido que fabricar a lima ciertos repuestos inexistentes.

Historia de un inmigrante
Doroteo llegó a Tupungato en noviembre de 1948, a los 22 años. Es italiano, las huellas en su acento todavía lo delatan. Nació en la región de Ancona y se dejó tentar por los beneficios de vivir en la Argentina, que su tía promocionaba por correspondencia.

“Cuando terminó la guerra nos empezó a decir que nos viniéramos, que acá se ganaba bien, que había trabajo. Mis padres y mi hermano no se animaron pero yo era el más chico y más revirado y me embarqué en la aventura”, se ríe.

Vivió unos años en Tupungato y luego se mudó a la Ciudad de Mendoza. “Cuando nos casamos ya trabajaba en Vialidad”, apunta Marta Coria, su compañera de toda la vida. “Allí descubrió que le gustaban los fierros”, explica la esposa, mientras maneja cuidadosamente las gubias para terminar su talla en madera. Ambos son artesanos, cada uno en lo suyo.

Como trabajaba en estos talleres viales de mañana, por la tarde comenzó a armarse su propio taller de motos en la calle Olascoaga, donde vivió y se criaron sus hijos, Irene y Carlos. “No duré ni 6 meses que ya tuve que renunciar a Vialidad. Se me llenó de motos ahí nomás”, se ríe Doroteo. Tenía tanta demanda que se animó a decir al director: “Yo no sé lo que gana usted pero, con el taller de mi casa, voy cerca”.

El hombre dice que si uno arregla un motor diésel (como el de las máquinas de Vialidad), puede arreglar a todos. Ha trabajado con todas las marcas: “Al principio recibía alguna Lambretta pero el resto eran Norton, JS, BMW, Royal Enfield, etc.”. Doroteo aún recuerda la que le dio más dolores de cabeza: “Un bicilindro norteamericano, mucho más sofisticado que la BMW”.

Sus clientes han sido agradecidos y el boca en boca le dio buen rédito. "Si no te la arregla Doroteo, es mejor que la tirés", recomendó un mecánico a un brasileño, que llegó desesperado a su taller. Meses después, le escribía desde su país agradeciéndole por haberle permitido llegar sano y salvo. 
Sin embargo, la moto que le trae mejores recuerdos es una Gucci.

Dio vueltas por media Italia para comprar los repuestos, que halló en Torino. Finalmente, se quedó con el vehículo. “Es que el mantenimiento de estas motos es muy caro -explica el hombre-; pueden costar en el mercado 8.000 euros o 10 mil dólares”.

La pasión también se hereda. Es lo que comprobaron estos abuelos cuando su nieto -Juan Pablo Santinelli (36)- les contó que había sido contratado en un taller para crear diseños de motos adaptadas al otro lado del océano Atlántico. “Se fue a España para trabajar en hoteles y se probó en un taller de motos y ya no quiso dejar”, cuenta orgulloso el abuelo, mostrando una revista internacional que expone sus diseños.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA