Dora Pagani, la recordada amazona del Hípico

Dora Pagani, la recordada amazona del Hípico
Dora Pagani, la recordada amazona del Hípico

En octubre de 1972 durante la disputa del "Torneo Ecuestre Diario Los Andes, que fuera organizado en homenaje al 89 aniversario de nuestro diario, por el Club Hípico Mendoza con el auspicio del Rotary Club Dorrego, con la participación de jinetes y amazonas locales, del Jockey Club San Juan, del Club Hípico Los Ranqueles de Villa Mercedes y del Liceo Militar General Espejo, un murmullo de admiración acompañó el recorrido de Dora Magdalena Pagani cuando en la prueba especial de potencia denominada "Tres Triples", y luego de cinco pasadas de desempate, superó las vallas que habían sido colocadas a 1,70 metro de altura.

Aquella tarde de primavera, bajo un sol radiante y una brisa agradable, se convirtió en una jornada histórica en el templo hípico del Parque General San Martín porque el público aplaudió largamente de pie para premiar aquella singular hazaña de la niña "Yoli" - su apodo familar - entre miradas y comentarios de lógico asombro por la altura alcanzada.
 
Una marca que hasta entonces solo había estado reservada a algunos pocos jinetes, que parecía inalcanzable para las damas y que la propia Dorita se encargó de mejorar tiempo después cuando en un postrer esfuerzo alcanzó los 1,80 metro de altura. "Con Estilo Propio y Gran Arrojo" fue el título de la crónica del día siguiente del periodista Luis Abdón Miguel en nuestro diario, conmovido como todos por la singular hazaña de "La Nena" como también se la conocía en el ambiente hípico por su juventud, simpatía, elegancia y singular belleza.

En su comentario Miguel detalló la perfección de aquel circuito único y conmovedor, propio de una deportista que no tenía techo, que se encontraba en el pico más alto de su notable trayectoria y que para su satisfacción personal era convocada a la Selección Nacional por la Federación Ecuestre Argentina junto a Ana Scheneider de Núñez y Cecilia Frías entonces dos de las amazonas más prestigiosas del país. Se recuerda su actuación, con un brillante sexto puesto, en el Torneo Sudamericano realizado ese mismo 1972 en la pista central de la Sociedad Rural Argentina con la presencia de deportistas de la Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay.

Aun hoy, mientras la nostalgia le aprieta el corazón y le nubla la vista, Dorita evoca aquellos mágicos momentos cuando era una amazona tan precoz, dominante y segura, confiada y audaz. También viaja a la tierna infancia, a sus duros comienzos cuando según cuenta con una expresiva sonrisa "me hice amazona a fuerza de golpes y de varías caídas", que más de una vez como es lógico dibujaron una mueca de preocupación en el rostro de sus padres Carlos y Despa Ramos que temían por su integridad física.

Sin embargo ningún accidente pudo quebrar su espíritu deportivo y su férrea voluntad de mejorar concurso a concurso, de ser la mejor y de llegar a competir de igual a igual con los hombres. Lo que logró en las décadas del 60 y del 70, para muchos la época de mayor esplendor de la equitación mendocina, a la par de experimentados jinetes como Guillermo Córdoba, Raúl Montero, Fernando Martínez Ryan, Ismael Centeno, José Mario Turcumán, Juan Bucasta (padre e hijo), José Terol, Silvio Montero y Eduardo y Jorge Noguera entre los más exitosos.

"La Yoyi", como se la nombraba cariñosamente en la intimidad del hogar, había nacido a pocas cuadras del parque y había completado el nivel primario en la escuela Daniel Videla Correas donde también estudio dibujo y pintura. A su regreso de Buenos Aires, donde su familia residió durante 14 años y donde cursó el ciclo secundario y universitario en el Comercial Dr. Antonio Bermejo, que ubicaba en pleno centro porteño en Callao y Tucumán, descubrió su pasión por la actividad hípica que comenzó a desarrollar a partir de mayo de 1966 aunque aprendió a saltar en 1961. Durante esos años había demostrado interés por otras disciplinas deportivas como básquetbol, voleibol, esgrima, natación, tenis y yudo.

Hasta obtuvo la mejor marca en un pentatlón colegial y llegó a intervenir en una competencia de ciclismo femenino en el conocido circuito KDT de Buenos Aires. Para progresar en la faz ecuestre se inscribió en la Escuela Mixta de Equitación que funcionaba en Mendoza y que dirigía el profesor Juan Pablo Burlot y a la que también asistían otras chicas con iguales inquietudes como Rosalía Centeno y Liliana Peña.

Con el paso del tiempo otras amazonas siguieron su huella triunfal y también lograron destacarse en el colorido deporte hípico: Laura Martínez, Consuelo Quiroga, Ana María Reina, Susana Gimeno, Mónica Valentino, Viviana Artaza, Beatríz Elaskar y Mónica Faillá. En agosto de 1969, en su primera nota importante que conserva como uno de sus recuerdos más preciados, "La Nena" le decía a nuestro diario: "me inicié con perseverancia y coraje, con mucho empuje y dedicación en lo que hacía, por eso todavía estoy en mis primeros peldaños. En mi primer día no sabía ni por donde se subía al caballo, me moría de miedo y rebotaba como una pelota sobre la montura. Es muy fácil identificarse como mujer en el medio de un jardín con flores o con un bordado entre las manos. Yo lo que quiero demostrar es que también se puede ser arriba de un caballo y compitiendo con los hombres, exactamente con sus mismas posibilidades".

En esos tiempos ejercía su actividad de contadora: por la mañana en la Dirección de Municipalidades y por la tarde en una casa de comercio del centro de la ciudad.

Dorita le contó a Más Deportes que con sus primeros ahorros pudo comprar a "Flecha" su primer caballo al que cada día a la mañana mimaba con una caricia y un caramelo. Era un bayito veterano, muy bien entrenado, temperamental y de excelente salto con el que alcanzó sus éxitos iniciales.

Posteriormente según detalló con su excelente buena memoria montó a "Taita", que era propiedad del Teniente 1ro. Roque Papalardo quien se lo facilitaba; luego a "Win" un potrillo joven, muy sensible, pura sangre, pelo zaino, de 1,74 metro de alzada, gran corredor, al que debió domar personalmente, al que nunca quiso vender y al que con todo el dolor del alma enterró un 30 de diciembre de 1973 el mismo día que recibió la noticia de que había fallecido en su stud del Club Hípico. Luego de montar en distintos torneos a "Atamisky", "Corralero", "Carnaval", "´Polero", "Goya", "Yoyó", y "Kasthoum" apareció en su vida "Pucará" un caballo con el que se complementó a la perfección, al que trató siempre con especial ternura y al que premiaba con permanentes caricias.

Fue el corcel con el que cerró sus dos décadas de brillo, esplendor y prestigio que la convirtieron en la amazona más grande de la historia hípica en Mendoza. Por otra parte nunca perdió su humildad y sencillez, su muy bajo perfil, su trato cordial y respetuoso, su espontánea sonrisa, virtudes propias de una gran deportista y mejor persona. Que le dijo a Los Andes a modo de corolario en la amable charla donde corrió el telón de sus recuerdos y de sus inolvidables saltos: "nunca me olvido que cuando empecé a saltar me temblaban las piernas. Quizás haya elegido un deporte difícil para una mujer, pero yo siempre me sentí muy bien así. Libre de cuerpo y alma, capaz de saltar con mi cabalgadura lo más alto posible. Me caí y me levanté muchas veces al mismo tiempo y me hice a fuerza de golpes. Cada concurso me dejó una enseñanza, cada torneo representó una nueva experiencia para mi. Llegué a representar a mi amado Club Hípico Mendoza en el orden nacional y a mi querido país en el ámbito internacional. Adoré a todos mis caballos por igual y solo tengo palabras de agradecimiento para mis ocasionales adversarios y para el público en general que me honró y me distinguió con su incondicional apoyo".

También recibió el apodo de "La Eximia" por parte del colega Luis Abdón Miguel quien en una semblanza sobre su figura y trayectoria escribió en Más Deportes en noviembre del año pasado: "a través de muchos años pasó su esbelta presencia en las pistas de saltos del Club Hípico Mendoza. Tenía un estilo propio y había logrado amalgamar un binomio con su caballo que se ganaba la admiración de los plateístas que seguían su pasaje de vallas. Poseía además un reconocido coraje que no era común en todas las amazonas. Se ganó el reconocimiento de propios y extraños y su andar por las pistas muchas veces despertaba el comentario de sus pares y también entre el público que concurría a presenciar las competencias de saltos con obstáculos. Dejó una huella imborrable en el hipismo mendocino y demostró como una mujer podía competir de igual a igual e incluso a superar a los grandes jinetes de las décadas del 60 y del 70".

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