En octubre de 1972, durante la disputa del “Torneo Ecuestre Los Andes”, celebrando el aniversario de nuestro diario, un murmullo de admiración acompañó el recorrido de Dora Magdalena Pagani cuando en la prueba especial de potencia denominada “Tres Triples”, y luego de cinco pasadas de desempate, superó las vallas a 1,70 metro de altura.
Aquella tarde soleada y de brisa agradable, se convirtió en una jornada histórica en el Club Hípico del Parque General San Martín, porque el público aplaudió largamente de pie para premiar aquella singular hazaña de la niña “Yoli” - tal su apodo familiar- entre miradas y comentarios de lógico asombro.
Una marca que hasta entonces había estado reservada solo para algunos pocos jinetes y que parecía inalcanzable para las damas y que la propia Dorita se encargó de mejorar tiempo después cuando logró un salto de 1,80 metro de altura. “Con estilo propio y gran arrojo” fue el título de la crónica del día siguiente de Luis Abdón Miguel.
En su comentario Miguel detalló la perfección de aquel circuito único y conmovedor, propio de una deportista que no tenía techo, que se encontraba en el pico más alto de su notable trayectoria y que para su satisfacción personal era convocada a la Selección Nacional por la Federación Ecuestre Argentina junto a Ana Schneider de Núñez y Cecilia Frías, por ese entonces dos de las amazonas más prestigiosas del país.
El saldo de aquella participación en la Selección fue un sexto puesto en el Sudamericano de 1972, en la pista de la Sociedad Rural Argentina, con la presencia de jinetes de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, recuerda Pagani cuando la nostalgia le aprieta su corazón. Dorita evoca aquellos mágicos momentos cuando era una amazona precoz y audaz.
“Me hice amazona a fuerza de golpes y de varias caídas", que más de una vez como es lógico dibujaron una mueca de preocupación en el rostro de sus padres Carlos y Despa Ramos que temían por su integridad física. Sin embargo ningún accidente pudo quebrar su espíritu deportivo y su férrea voluntad por mejorar -concurso tras concurso-, de ser la mejor y de llegar a competir de igual a igual con los hombres”.
Y lo logró en las décadas del ‘60 y del ‘70, para muchos la época de mayor esplendor de la equitación local, en la que brilló a la par de los experimentados jinetes como Guillermo Córdoba, Fernando Martínez Ryan, Raúl Montero, Ismael Centeno, José Mario Turcumán, Juan Bucasta (padre e hijo), José Terol, Silvio Montero y Eduardo y Jorge Noguera, entre otros.
Con las mismas condiciones
“La Yoyi”, como se la nombraba en la intimidad del hogar, había nacido a pocas cuadras del parque y había completado el nivel primario en la escuela Videla Correas donde también estudio dibujo y pintura.
A su regreso de Buenos Aires, donde su familia residió durante 14 años, descubrió su pasión por la actividad hípica que comenzó a desarrollar a partir de mayo de 1966 aunque aprendió a saltar en 1961. Durante esos años había demostrado interés por otras disciplinas deportivas como básquet, voley, esgrima, natación, tenis y judo. Hasta obtuvo la mejor marca en un pentatlón colegial y llegó a intervenir en una competencia de ciclismo femenino en el circuito KDT de Buenos Aires.
Para progresar en la faz ecuestre se inscribió en la Escuela Mixta de Equitación, en Mendoza, y que dirigía el profesor Juan Pablo Burlot y a la que también asistían otras chicas con iguales inquietudes como Rosalía Centeno y Liliana Peña. Con el paso del tiempo nuevas amazonas siguieron sus huellas y lograron destacarse en el deporte hípico: Laura Martínez, Consuelo Quiroga, Ana María Reina, Susana Gimeno, Mónica Valentino, Viviana Artaza, Beatriz Elaskar y Mónica Faillá.
En agosto de 1969, en su primera nota importante -que conserva como un gran tesoro-, “La Nena” le decía a Los Andes: “Yo lo que quiero demostrar es que también se puede ser arriba de un caballo y compitiendo con los hombres, con sus mismas posibilidades”.
En compañia
Pagani fue una de las principales referentes del deporte hípico de fines de los 60. Los Andes reflejó sus triunfos en las pistas.