Cuando Dora Magdalena Pagani comenzó a intervenir a partir de marzo de 1966 con toda su elegancia y simpatía en las competencias ecuestres que se desarrollaban en el Club Hípico Mendoza, se la identificó muy rápidamente como “La Nena”.
En esa época muy pocas mujeres habían practicado o practicaban hipismo, que parecía una actividad reservada a los hombres. Apenas figuraban Rosalía Centeno y Liliana Peña, que eran alumnas, al igual que Dorita, de la Escuela Mixta de Equitación que estaba a cargo del instructor Juan Pablo Burlot.
Por entonces con su familia -sus padres Carlos y Despa Ramos y su hermano Carlos- se habían radicado nuevamente en Mendoza después de residir 14 años en Buenos Aires donde la “Yoyi”, como se la conocía en la intimidad, había completado el ciclo secundario y universitario, modalidad de entonces en el Comercial Dr Antonio Bermejo, que se ubicaba en Callao y Tucumán. Había nacido cerca del parque y el ciclo primario lo realizó en el colegio Daniel Videla Correas, época en la que también estudió dibujo y pintura.
Su interés desde niña por la actividad física y los deportes la llevaron a desarrollar una amplia variedad de disciplinas: básquetbol, vóleibol, esgrima, natación, tenis y judo. Hasta obtuvo la mejor marca en un pentatlón colegial y llegó a participar en una prueba de ciclismo para damas disputada en el conocido circuito del KDT.
Al regresar a su provincia natal descubrió su gran pasión y amor por el hipismo, que engalanó durante tanto tiempo con su particular estilo e increíble audacia. Al cabo de dos décadas se convirtió en la amazona más respetada y admirada de todos los tiempos en el medio local con una carrera que siempre fue en ascenso por su proyección nacional e internacional, al ser convocada en varias oportunidades a la Selección argentina. Siempre compitió de igual a igual y en numerosas oportunidades superó a los varones. Además, en una jornada histórica en los años ‘70, llegó a saltar 1,80 metro de altura, privilegio de muy pocos deportistas.
“Apenas estoy en mis primeros peldaños” le dijo a Los Andes en la edición del 11 de agosto de 1969, donde en su primera entrevista también reconocía que “me inicié con perseverancia y coraje, con mucho empuje y dedicación en lo que hacía. En mi primer día no sabía ni por dónde se subía al caballo, me moría de miedo y rebotaba como una pelota sobre la montura.
Es muy fácil identificarse como mujer en el medio de un jardín con flores o con un bordado entre las manos. Yo quiero demostrar que también lo soy arriba de un caballo y compitiendo con los hombres, exactamente con sus mismas posibilidades”. Dora Magdalena Pagani era en esos momentos el mejor ejemplo de la mujer moderna de los ‘60, que podía estudiar, trabajar y hacer deporte. Se había recibido de contadora; por la mañana trabajaba en la Dirección de Municipalidades y por la tarde llevaba la contabilidad de una firma comercial del centro de la ciudad.
De ese modo, como hoy recuerda con nostalgia en la amable charla con
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, con su diario esfuerzo personal y con sus primeros ahorros pudo comprar su primer caballo al que cada día mimaba con una caricia y un caramelo: “Flecha”.
Aquel caballo con el que alcanzó sus primeros triunfos y también sus primeros golpes porque como cuenta con una expresiva sonrisa: “Me hice amazona a fuerza de golpes”. Dorita evoca que después de “Flecha”, un bayito veterano, muy bien entrenado, temperamental, de excelente salto, que fue fundamental en su etapa de aprendizaje, montó a “Taita”, que era propiedad del teniente 1ro Roque Papalardo.
Luego a “Win”, un potrillo joven, muy sensible, pura sangre, pelo zaino, de 1,74 metro de alzada, gran corredor, al que debió domar personalmente. Al que nunca quiso vender a pesar de las muchas ofertas económicas que recibió, algunas muy importantes, como las de un fuerte empresario uruguayo, y que le arrancó las lágrimas más tristes de su vida cuando un 30 de diciembre de 1973 recibió el llamado telefónico de que su amigo y compañero había fallecido en su stud del Club Hípico. “Win”; Adiós al Amigo” tituló el periodista especializado en ese deporte, Luis Abdón Miguel, en un sentido y emotivo artículo editado en Los Andes al publicar la triste noticia.
Dorada época
“Yoyi” creció y se perfeccionó como amazona quizá en los años más dorados de la equitación mendocina a la par de jinetes muy conocidos, donde destaca especialmente a Guillermo Córdoba, Raúl Montero, Fernando Martínez Ryan e Ismael Centeno. Así también José Mario Turcumán, Juan Bucasta (padre e hijo), José Terol, Silvio Montero, Eduardo y Jorge Noguera y seguramente muchos más. Además, con su ejemplo, repetidos éxitos y perseverancia, fue como un rayo de sol que iluminó el camino de otras amazonas que se animaron a continuar sus seguros pasos y altos saltos:
Laura Martínez, Consuelo Quiroga, Ana María Reina, Susana Gimeno, Mónica Valentino, Viviana Artaza, Beatriz Elaskar y Mónica Faillá, entre las más conocidas. Luego de montar en distintos torneos a “Atamisky”, “Corralero”, “Carnaval”, “ Polero”,” Goya”,” Yoyó” y “Kasthoum”, llegó a su vida “Pucará”, un caballo al que despertaba cada día con cariñosos besos, con el que se complementó a la perfección y cerró a fines de los ‘70 su rica y brillante trayectoria.
Al hacer un último balance, Dorita comentó: “Pensar que cuando empecé a saltar me temblaban las piernas. Quizá haya elegido un deporte difícil, pero yo siempre me sentí muy feliz, libre de cuerpo y alma. Cada experiencia que viví resultó inolvidable, como la de representar a mi país en la Sociedad Rural de Buenos Aires frente a Brasil, Chile, Perú y Uruguay. La equitación ha sido mi vida, me dio grandes alegrías, modeló mi carácter y personalidad. Me puso a prueba luego de varios accidentes y me dejó cientos de amigos”.
Al despedirse cuenta que “mi gran orgullo es mi hija Carla Antonella”, que tiene 20 años de edad y que también practica equitación con buenas actuaciones en el Vendimia, el Cordillerano y el Federal. Actualmente ha hecho un breve paréntesis porque está en cuarto año de la carrera de Nutrición en la Facultad Juan Agustín Maza y desea completar sus estudios para volver a competir.
Tiene 4 sobrinos, hijos de su hermano Carlos, a los que les enseñó a saltar: Gonzalo, que hace poco regresó de España, y que siempre fue el que más entusiasmo mostró; Andrea, Daniela y Claudia. En los últimos 34 años se desempeñó como subcontadora, contadora y jefa de habilitación de la Cámara de Senadores de la Legislatura de Mendoza y de un modo permanente brinda sus conocimientos y larga experiencia al Club Hípico Mendoza, en la tarea que se le requiera.