"Esta mudanza me parte por el medio”, comenta, y se desploma en el sillón. Parece muy cansada y el calor tampoco ayuda en estos días. ¿La parte por el medio solo el cansancio o el hecho de desprenderse de una larga etapa de su vida? Pienso, pero la pregunta sería obvia: Dora de Marinis está desmantelando su estudio, el lugar donde clavó sus anhelos y desvelos sobre las teclas de un piano durante los últimos cuarenta años.
Así es: la pianista más importante de Mendoza, esa maestra de varias generaciones, cerró un ciclo en su carrera y abrirá otro en Buenos Aires. Lo que iba a ser, en principio, una entrevista sobre sus proyectos en el Año Ginastera (de quien es una intérprete reconocida en el mundo entero), se convirtió por azar en la crónica de una despedida.
Juan Pablo (su secretario) entra y sale de su estudio; desde hace días la está ayudando a catalogar sus libros, a desempolvar documentos y viejos recortes de diarios. Mientras, el celular está grabando, apoyado sobre unas cajas apiladas que ella no tarda en revelar su contenido: “Tienen partituras. Son una décima parte de todo lo que empaqué o tiré”, comenta. “Esto me dio la ocasión de organizar recuerdos, porque me he encontrado con cosas que había olvidado que existían”, agrega con una risa tímida.
-¿Por qué se va a vivir a Buenos Aires?
-Junto a mi esposo (Elbio Villafañe), hemos terminado una etapa. Los dos ya estamos jubilados y necesitamos un poco de vida familiar, porque nuestros hijos y nietos viven allá. Además, mi trabajo como concertista lo puedo desarrollar mucho mejor allá que acá.
-El sueño de una cultura federal…
-Sí, allá pasa todo. A mucha gente no le gustará, pero a veces parece que Buenos Aires es otro país.
Ya pasaron tres años desde que dejó su cátedra en la Universidad Nacional de Cuyo, donde creó también un posgrado único, la Maestría en Interpretación de Música Latinoamericana del siglo XX. Desde entonces, y a sus 68 años (quizás plena madurez artística de los pianistas), su trabajo como gestora y como concertista se intensificó.
La vocación ginasteriana
Este año se conmemora el centenario del nacimiento de Alberto Ginastera (1916-1983), el compositor más importante de la música clásica argentina. Los teatros y los melómanos del mundo se preparan para homenajearlo y dedicarle programas enteros, pero en Dora esta ocasión cala un poco más profundo.
Es que a él le dedicó gran parte de sus estudios, con él cosechó sus triunfos más notables, y es por esto que ya ha sido convocada desde diferentes partes del mundo para llevar su especialidad: ese complejo universo, donde suenan la chacarera, el pala pala, el malambo, y también el neoexpresionismo más difícil de interpretar.
“Es un año que tengo todo cubierto”, resume, y entre las actuaciones que ya tiene agendadas hay una que espera con mucha expectativa: en agosto interpretará su obra completa para piano en el Salón Dorado del Teatro Colón.
-¿Hay algún proyecto con las orquestas provinciales?
-No con las de Mendoza, pero sí con las de Entre Ríos y Tucumán. Acá en Mendoza, en abril, estoy invitada a tocar para el Consejo Provincial de Ingenieros, que compraron un piano nuevo y yo lo voy a estrenar. Ese recital lo voy a repetir en España, Italia, México, Costa Rica, Islandia y muy probablemente en Venezuela.
-Usted es nuestra pianista internacional, ¿cómo le fue el año pasado en su gira por Europa?
-Muy bien. Afortunadamente, en mi vida he viajado más de lo que tenía pensado. Llevé a Ginastera hasta China (risas), aunque hay muchos lugares que ni siquiera pude conocer, porque me la pasaba estudiando.
Y es que en estudiar y difundir su obra fue pionera a nivel mundial. En los 90’ formó en nuestra provincia el grupo Ostinato, con alumnos suyos de aquel momento, y con ellos realizó por primera vez la grabación íntegra de su obra para piano (también las de Gianneo, Guastavino, Castro y Antón). Además, no fue solo la primera en grabar sus conciertos para piano y orquesta, sino que es la única que grabó los tres.
¿Sus discípulos? Los enumera ella misma, en esa exhaustiva investigación (una genealogía de los pianistas argentinos) que publicó en su libro “Nuestra escuela pianística. Diccionario de pianistas argentinos” (edición personal, 2014): Martín Bucki, Julio Ogas, Fernando Viani, Gabriel Löfvall, Elena Dabul, Marcela González, Roberto Oliva, Alejandro Cremaschi, Evelia Sabatini, Analía Marigliano, Fernando Martínez y Fernando Rocha. Casi todos ellos hicieron carreras internacionales.
-¿Cuándo tuvo su primer acercamiento a Ginastera?
-Cuando yo estudiaba, la música argentina no tenía lugar, por eso la primera obra argentina que hice fue en mi examen final, y solo porque era obligatorio. Pero cuando me fui a estudiar a Alemania, una amiga me regaló la partitura de unas obras de Ginastera y me gustaron mucho porque tenía reminiscencias de mi país. O sea, tuve que irme a Europa para valorar lo propio.
-¿Qué importancia tiene Ginastera en la música clásica argentina?
-Es el compositor más conocido y tocado de nuestro país. Está al mismo nivel que el húngaro Béla Bartók o el ruso Igor Stravinsky, es decir que está entre los grandes del siglo XX. A su lado está Piazzolla, que representa la confluencia de la música clásica con la popular.
Fue esta pasión que prodigó por Ginastera lo que la llevó a trabar amistad con su segunda viuda, Aurora Nátola, que le regaló la partitura del “Concierto argentino” (para piano y orquesta, en su momento descatalogado) y la autorizó para interpretarlo. Tiempo después, la hija le prohibió que lo hiciera. ¿La razón? Como en todas partes, el dinero: le vendió los derechos a una pianista norteamericana que terminó adjudicándose el reestreno mundial de la obra.
A nuestra intérprete ya no le interesa polemizar, y se toma con humor el asunto, como una anécdota más. “Yo tengo las pruebas de que no fue así”, dice tranquila. Es que existe grabación de aquel reestreno, con la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo en 2007.
-¿Qué significó Ginastera en su carrera?
-Fue muy importante. Tengo mucho para agradecerle, y creo que si él se levantara de su tumba también me lo agradecería a mí.
Un legado de seis años
El tradicional festival “Música clásica por los caminos del vino” llevó el sello De Marinis por seis años consecutivos, puesto que la tuvo como su directora desde el año 2010 al 2015.
-¿Va a volver a dirigir el festival este año?
-No. De hecho debería comenzar ahora en marzo, el Viernes Santo. Falta un mes y no se ha hecho nada. Otros años, a esta altura yo ya tenía organizado absolutamente todo, menos la plata, claro. Ya tenía programados todos los conciertos, elegidas las bodegas y convocado a todos los artistas. Este año es probable que se haga con gente de acá, sin convocar a nadie de afuera.
-Pero todavía no ha habido convocatoria…
-Yo en noviembre ya empezaba a trabajar en el festival y aun así me perdía de traer a mucha gente porque ya estaba comprometida. Si a menos de un mes del evento todavía no se ha hecho nada, ¿qué se puede esperar? Sería una gran pérdida para la provincia si no se hace, o si se hace de forma improvisada, porque se va a notar.
-¿Y cómo evalúa su paso por el festival?
-El año pasado, cuando hice la presentación, yo me despedí de la gente y les dije que este era mi legado. Ya pasó un año y parece que no ha quedado nada. ¡Es tan frustrante! Parece que siempre todo tiene que ser producto del esfuerzo personal y cuando la persona se cansa, todo se acaba. Uno se cansa de tener que tirar del carro siempre cuesta arriba.