¿Dónde quedó la cultura de la limpieza?

Durante años los mendocinos tuvimos arraigada una profunda cultura de la limpieza, pero lamentablemente, a juzgar por lo que vemos todos los días en nuestras calles, la misma parece haberse diluido en los últimos años. Recuperarla es una tarea que nos com

¿Dónde quedó la cultura de la limpieza?

Los ejemplos se multiplican y se observan a diario: bolsas de residuos y basura a los costados de las rutas, botellas y todo tipo de elementos en las acequias y, para rematar, lo sucedido días pasados cuando, a poco menos de un mes de comenzar el llenado del lago del Parque, hubo que retirar botellas de vidrio y plástico, ramas y todo tipo de residuos arrojados por la gente durante un fin de semana largo.

Llama la atención y preocupa lo que viene sucediendo. Mendoza tenía arraigada una profunda cultura del cuidado del agua y de la limpieza. Quienes residían aguas arriba se cuidaban de no contaminar los cauces a sabiendas de que aquellos que vivían en las zonas rurales utilizaban el agua no sólo para el riego, sino también para el consumo diario.

Una cultura que, inconscientemente o no, se trasladaba hacia los centros poblados y, no por casualidad, la Capital de Mendoza fue considerada durante años la ciudad más limpia del país.

Ahora todo ha cambiado. La Municipalidad capitalina ha señalado en numerosas oportunidades que retira diariamente toneladas de basura y todo tipo de elementos de las acequias. Los cauces de riego tienen tanta o más contaminación que las acequias y ya resulta imposible utilizar el agua para consumo en razón de que se corre el riesgo de sufrir severos problemas de salud.

En el caso de las rutas, sólo basta retirarse algunos kilómetros del radio céntrico para observar que los terrenos baldíos son utilizados por inescrupulosos para arrojar escombros y todo tipo de elementos, haciendo caso omiso a los carteles que señalan la prohibición y que indican que podrían aplicarse multas a los infractores.

Lo más grave es que la gente no toma conciencia de la situación; aún a sabiendas de que la basura en las acequias es el hábitat ideal para la presencia y multiplicación de roedores y todo tipo de alimañas, continúa con una actitud realmente inexplicable.

Lo mismo sucede con los canales y cauces aluvionales que se encuentran rodeando la ciudad. Eso sí, cuando se producen las fuertes tormentas del verano, son los primeros en reclamar porque el agua desbordó los cauces y les generó problemas en sus viviendas.

Si bien es cierto que la limpieza -junto con el alumbrado y el barrido- es una de las tareas que debe cumplir el Ejecutivo municipal, no es menos real que por más que las autoridades se preocupen, su labor se diluye ante la actitud de los propios vecinos.

No es un tema que incumba sólo a los mendocinos. Años atrás, la comuna de Santiago de Chile empapeló la capital del vecino país con carteles que indicaban que no debía confundirse “su ciudad” con “suciedad”. Lo serio y preocupante para nosotros es que, aún con inconvenientes, esa campaña dio muy buenos resultados. Mientras que en Mendoza se han reiterado los pedidos de las autoridades pero todo es en vano.

Se critica también a los intendentes cuando, en las cercanías de las elecciones, cuadrillas de municipales recorren las calles limpiando las acequias. Se les achaca que se trata de actitudes “electoralistas”, cuando la realidad marca que si los propios vecinos se cuidaran y no ensuciaran, no harían falta esas actitudes pre-electorales por parte de los funcionarios.

En síntesis, si queremos un Gran Mendoza sin contaminación, sin roedores y sin basura, los mendocinos debemos comenzar a recuperar aquella cultura de la limpieza que supimos cultivar y mantener durante décadas y que, lamentablemente, en los últimos años hemos perdido.

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