Mafalda está en su cama, bajo las frazadas. No parece tener ánimo para levantarse. Entonces, lanza su discurso al aire: "Buen día, ¿qué mundo tenemos hoy: el primero, el segundo o el tercero? No, esperen. Mejor vayan a echar un vistazo, y si hay libertad, justicia y esas cosas, me despiertan, sea el número de mundo que sea, ¿estamos?".
Al igual que Mafalda hace más de cuarenta años, la mayoría de las personas nos preguntamos dónde queda ese lugar en el mundo en donde las cosas funcionan y la gente vive feliz, en un marco de equidad y justicia. En donde las oportunidades florecen y sus habitantes, más allá de sus ideas, tiran para un mismo lado y logran transformar esa cohesión social en crecimiento económico. En donde la educación y la salud son bienes esenciales y las minorías son respetadas. Y en donde el Estado es ese árbitro que asegura la equidad y los derechos de todos, y para eso regula, pero sin avasallar la intimidad ni vulnerar las libertades individuales.
A lo largo de la historia, ese mundo feliz o ideal tuvo diversos referentes. En el momento en que Mafalda no podía salir de la cama, la Guerra Fría promovía los conceptos de Primer Mundo y Tercer Mundo. A casi 25 años de la caída del Muro de Berlín, esos conceptos están desgastados y el modelo al que miran todos ya no es el mismo.
El fundamentalismo capitalista también tuvo su caída del Muro con la crisis financiera y económica iniciada en 2008 y cuando se piensa en desarrollo, las aspiraciones y los índices ahora señalan hacia Canadá, Nueva Zelanda o algunos países del norte de Europa, como Finlandia o Noruega, que publicaciones como The Economist ya llaman "el próximo supermodelo". Es más, por estos días, Estados Unidos ya no parece ser modelo ni siquiera para los propios norteamericanos, quienes atraviesan una etapa de reflexión sombría acerca de sus deudas internas y de lo que muchos califican ya como "escandalosa inequidad".
"El fin de la Guerra Fría y el aceleramiento de los procesos globales de los 90 borraron un montón de fronteras convencionales y divisiones clásicas como Este-Oeste, Primero y Tercer Mundo y muchas categorías dejaron de tener sentido. Hoy, hay otro modo de aproximarse a lo que se considera un mejor modo de vida en algunos pocos países que siguen reuniendo condiciones del viejo Estado de bienestar", explica Juan Gabriel Tokatlian, director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.
"Países que eran grandes referentes, como Holanda, Francia, Italia o Gran Bretaña, se han ido desdibujando; sus Estados de bienestar fueron desmantelados en los últimos años como producto de las graves crisis. Hay menos Estado y graves problemas en salud y educación. Sólo quedan pequeños nichos en el mundo nórdico, fundamentalmente Noruega y Finlandia."
"No somos los número 1"
Hace algunas semanas, el columnista de The New York Times Nicolas Kristof lagrimeaba ante la evidencia. "No somos los N° 1" , se llamaba su nota, en la que daba cuenta de que las cosas no son como en los tiempos en que su país era visto, fronteras adentro y afuera, como el más rico, poderoso y bendecido de la tierra.
Kristof repasaba los datos que arrojó un exhaustivo relevamiento conocido como Social Progress Index, un estudio (curiosamente dirigido por un republicano) de 132 países, similar a los que hace Naciones Unidas en materia de necesidades básicas, bienestar y oportunidades, y que incluye instancias como acceso a la salud, la vivienda y la educación, como también seguridad personal y respeto por los derechos humanos y el medio ambiente (http:/www.socialprogressimperative.org/data/spi).
En ese estudio, Estados Unidos se ubica en el puesto 16, ya sorprendente de por sí, pero en algunos ítems como salud queda relegado al 70, al 31 en seguridad y al 39 en educación básica. Las cifras son contundentes: el puesto en el rubro comunicaciones es el 23: sí, señor, en el país de Silicon Valley, uno de cada cinco estadounidenses no tiene acceso a Internet. Nueva Zelanda, Suiza, Islandia y Holanda ocupan los primeros puestos del Social Progress Index. Noruega ocupa el quinto y le siguen Suecia, Canadá, Finlandia y Dinamarca. La Argentina está en el puesto 58.
Estas cifras coinciden con lo que puede leerse en los medios mainstream de países desarrollados en crisis, en los que abundan historias sobre la riqueza petrolera y la austeridad noruega, la salida de Islandia del abismo financiero, las notables escuelas finlandesas y la igualdad de género en Suecia.
"En Estados Unidos hoy hay 46 millones de pobres: más de una Argentina de pobres adentro; los indicadores son malos, la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando", detalla Federico Merke, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, quien entiende también que el concepto de Primer Mundo está "desdibujado" y prefiere pensar esas categorías como "relacionales", es decir, un país puede ser Primer Mundo en relación con otro y así también un país primermundista supuestamente puede albergar un Tercer Mundo, algo que se hizo explícito en 2005 durante la catástrofe del huracán Katrina, cuando los estados más pobres del sur de Estados Unidos quedaron a la deriva ante las escandalizadas cámaras de televisión, que transmitían imágenes más propias de Ruanda que de la primera potencia mundial.
Por estos días, abundan las malas noticias para los estadounidenses, ya que una investigación determinó que la clase media norteamericana ya no es la más rica en el mundo, sino que se ve superada por la canadiense y también por la de algunos países europeos, pese a que los estadounidenses trabajan en promedio varias horas más por semana.
Canadá, precisamente, es uno de los países con mejores registros de desarrollo humano y aparece con frecuencia en el imaginario de los que sueñan con vivir en un país previsible en su oferta de bienestar y pensado para todos. Todavía resuenan las palabras del ex embajador de Canadá Yves Gagnon, cuando en su discurso de despedida se mostró orgulloso por el hecho de que los medios se ocupan poco de su país. Como ejemplo, citó que durante los años de su estadía en la Argentina, en Canadá habían caído tres gobiernos y, sin embargo, nada de eso había sido noticia en los diarios.
El sueño (norte)americano implosiona con datos obscenos. Mientras el presidente Obama no consigue apoyo para poder financiar la universalidad del prejardín de infantes, el 1% más alto de la pirámide gana más que todo el resto y ya lo empiezan a ver con malos ojos incluso los propios impulsores de la meritocracia. El Nobel Joseph Stiglitz colabora derribando mitos al señalar en sus discursos que no sólo la inequidad va en aumento, sino que incluso la igualdad de oportunidades -el mayor de los valores para esa sociedad- no es una realidad en Estados Unidos.
Regreso al centro
El economista y escritor chileno Sebastián Edwards tiene la experiencia para intentar una disección de los problemas que hoy enfrenta ese país, ya que vive allí hace muchos años. Cuando habla de desarrollo, Edwards prefiere la categoría de "modernidad" en lugar de Primer Mundo. "Estados Unidos es un país capitalista y moderno, lleno de contradicciones, con un enorme respeto por los individuos y las minorías y con un nivel creciente de desigualdad… una contradicción total", dice.
"Entre las cosas buenas: tiene un presidente negro, una latina de origen pobre en la Corte Suprema, un negro también de origen pobre en la Corte, las mejores universidades del mundo y enorme respeto por la libertad de prensa. Cosas malas: un montón de pobres, una distribución del ingreso que empeora, fanatismo religioso en muchos estados, invasión de países sin razón… De todos modos, lo importante es que los excesos en Estados Unidos tienden a corregirse y el país vuelve al centro moral y político".
La inequidad es el signo de los tiempos o al menos es el tema sobre el cual gira la preocupación de políticos e intelectuales. En el caso de Europa, señala Tokatlian, la desigualdad en términos del ingreso es la mayor desde los años 70. "La India y China resolvieron muchísimo para millones de habitantes, pero siguen siendo dos sociedades profundamente inequitativas. América latina sigue siendo la región más desigual", explica y trata de encontrar la llave del éxito de países como Noruega y Finlandia.
"Demográficamente pequeños, el secreto parece residir en que la brecha entre ricos y pobres allí es mucho menor, hay gran cohesión social y aparecen como arcas de Noé en donde todos se sienten parte de un proyecto", sintetiza.
Más pobres, menos diferencias
En general, las cifras indican que la pobreza mundial se reduce, pero, sin embargo, ahora que todo lo vemos, pareciera que cada vez hay más pobres cuando lo que hay es cada vez mayores diferencias entre los que más y menos tienen. Mientras los índices que miden la felicidad ubican a países no desarrollados entre los que lideran el ranking, las embajadas más visitadas en todo el mundo por personas que buscan emigrar de una mala realidad económica en sus países de origen son otras, en general, siempre los mismas.
Quien sube un escalón quiere subir otro. Es aquel concepto del teórico italiano Norberto Bobbio, el "mínimo civilizatorio", lo que se pone en juego, aquel reclamo que hacen los ciudadanos a las instituciones bajo el imperio de sus necesidades, que, naturalmente, van cambiando. Y están las secretas aspiraciones que siempre impone el deseo ante lo que nos falta. Por ejemplo, el dinero. Por ejemplo, la ilusión.
La Nación
¿Dónde queda el nuevo Primer Mundo?
Los índices ahora señalan a Nueva Zelanda, Canadá y algunas naciones del norte de Europa como Noruega y Finlandia. EEUU pasó al puesto 16 y Argentina está 58.
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