El 7 de agosto de 1974, tres líderes republicanos fueron a la Casa Blanca y le dijeron al presidente Richard Nixon que el apoyo de su partido se estaba esfumando y que un juicio político era inevitable. Nixon renunció al día siguiente.
Cuarenta y cinco años después, otro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se enfrenta a un proceso de destitución en la Cámara de Representantes, y a un potencial juicio en el Senado.
Sin embargo, a diferencia de Nixon, Trump parece disfrutar, al menos por el momento, del apoyo de los congresistas republicanos y no ha dado indicios de estar dispuesto a ceder ante lo que ha calificado como una "caza de brujas".
"Parte de la historia del Watergate y la investigación es ver cómo los republicanos se alejan, comienzan a cuestionar su apoyo a Nixon", dice Kevin Mattson, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Ohio.
"Ahora parece que (los republicanos) se están endureciendo", opina Mattson, autor de "Rebels All!: A Short History of the Conservative Mind in Postwar America". ("Rebeldes todos!: una breve historia de la mente conservadora en la posguerra de Estados Unidos").
"El partidismo es mucho más fuerte hoy que en los días del Watergate".
Trump está acusado de retener ayuda militar vital a Ucrania, un país en guerra con Rusia, en un intento por obtener información política comprometida de Joe Biden, el candidato demócrata con más posibilidades de disputarle las elecciones presidenciales de 2020.
Adam Schiff, el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y líder de la investigación de juicio político, afirmó que la conducta de Trump "va más allá de cualquier cosa que Nixon haya hecho".
"Lo que estamos viendo aquí es mucho más serio que un robo de tercera clase a la sede del Partido Demócrata", dijo Schiff en referencia al escándalo del Watergate que llevó a la renuncia de Nixon en 1974.
Al igual que Nixon, Trump está siendo acusado de "utilizar los poderes de la presidencia por razones políticas personales", dice Jon Marshall, un profesor asistente en la escuela de Periodismo Medill de la Universidad Northwestern.
Pero las acusaciones en contra de Trump son más serias que las que enfrenta Nixon, explica Louis Caldera, quien se desempeñó como secretario del Ejército en el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton y ahora es académico en la American University.
Lo de Nixon es un tema de "política nacional", dice Caldera, mientras que Trump "retuvo la ayuda militar a un aliado en guerra".
Trump "no está actuando con fines legítimos de política local o exterior de Estados Unidos", añade. "Básicamente está tratando de revolver el pozo para crear problemas para un rival político".
Alan Baron, un abogado que se desempeñó como asesor especial de juicio político en los casos de cuatro jueces federales, afirma que las acciones de Trump "hacen que el Watergate parezca un juego de niños".
Lo que ha cambiado desde que Nixon enfrentó un juicio político es el "entorno mediático y la naturaleza de nuestra política".
"Hubo mucho más bipartidismo en la década de 1970 en el Congreso de lo que hay ahora", dice Marshall, autor de "Watergate's Legacy and the Press: The Investigative Impulse." ("El legado de Watergate y la prensa: el impulso investigativo").
"Había demócratas conservadores y había republicanos liberales y estaban acostumbrados a trabajar juntos".
"El estado de los medios y cuánto confían las personas en los medios es radicalmente diferente ahora que en la década de 1970", asegura Mattson.
Los tres canales de televisión en la década de 1970 y algunos periódicos importantes y revistas de noticias "realmente determinaron la cobertura", recuerda Marshall.
"Ahora es mucho más fácil para las personas elegir un medio partidista con el que se sientan cómodos", dice. "Y, por supuesto, ahora tenemos un número infinito de medios de comunicación y sitios web a los que las personas pueden acudir para obtener su propio giro partidista".
Además, según Marshall, Trump puede hablar de su caso al pueblo estadounidense directamente a través de Twitter, mientras que Nixon solo recurría a conferencias de prensa ocasionales.
En su investigación con miras a un juicio político, los demócratas han celebrado cinco días de audiencias públicas con 12 testigos, pero la Casa Blanca se ha negado hasta ahora a entregar documentos o permitir que los principales asesores de Trump testifiquen.
"Finalmente, durante el Watergate se publicaron las cintas de la Casa Blanca y esa fue la pistola humeante que apuntaba directamente al presidente; se podía escuchar su voz ordenando un encubrimiento", recuerda Marshall. "Y al final, todos los principales asesores de Nixon testificaron".
Al fin y al cabo, dice Caldera, los demócratas, con o sin una pistola humeante, tendrán que "convencer al pueblo estadounidense de que lo que hizo (Trump) fue un abuso de poder".
"Si hay apoyo público para la acusación, eso crea la excusa para que los miembros republicanos sean valientes", dijo. "Sin eso, no serán valientes".