Don Gilberto, un gaucho de toda la vida

Sus días transcurren al lado de su guitarra, cerca del corral de sus animales y en las andanzas campestres a las que todavía se anima montado en su yegua ‘Lamparita’. A los 76 años, no mira con nostalgia la pérdida de las tradiciones rurales.

Don Gilberto, un gaucho de toda la vida
Don Gilberto, un gaucho de toda la vida

Don Gilberto no sale de su cama si no tiene su sombrero y el pañuelo al cuello. Homenajea a sus amigos con tonadas y no pasa un día sin que le robe unos acordes a su viola. Anda en su carretela -de hecho la única que circula por las calles de Tupungato- para hacer las compras o buscar comida para sus animales. Todavía se emociona al contemplar la inmensidad de la montaña, donde pasó tantas noches sin más luz que la luna.

Los tupungatinos lo consideran como un valuarte de las tradiciones de campo y por años ha aparecido en los desfiles cívicos y eventos sociales, montado a uno de sus caballos o en su viejo carruaje. Lo reconocen como uno de sus “últimos gauchos”, justamente el nombre de una película que un productor local está filmando en su honor. “Yo soy el primer actor. Hemos grabado duelos y todo eso”, anuncia orgulloso, aún sin descender de su yegua.

El hombre vive en un campito, a la vera del arroyo Anchayuyo, en el distrito de San José. Hace tiempo que pelea para que le reconozcan ese puñado de hectáreas sobre la ruta 86 de Los Cerrillos, en las que vive, cría a sus animales y cultiva una enorme arboleda desde hace décadas. Años atrás, mudó también allí a su hijo, nuera y nietos, que lo acompañan.

Esa porción de cerro se ha convertido en escenario de un festejo, que ya es un hito popular en la zona. Sucede que don Gilberto cumple años el 1 de mayo y organiza para esa fecha un evento multitudinario, que no falta mucho para que sea incluido en el calendario oficial de festejos del departamento.

Por dos o tres días, van llegando jinetes, amigos, cantores y guitarreros de distintos puntos de la provincia. Este año la familia elaboró más de 2.000 empanadas y mató cinco cerdos para dar de comer a los invitados. Las tonadas son el mejor regalo para don Gilberto, aunque también adora las danzas. “Con lo que me gustaban las cuecas y ahora esta rodilla jodida no me deja bailar”, confiesa.

“Siempre tuve el sueño de festejar mi cumpleaños y el Día del Trabajador a lo grande. Tuve la mala suerte que mi papá muriera justo el día de mi santo, pero decidí que esta sería una forma de recordarlo con alegría”, cuenta emocionado.

Fue su padre, don Ángel Vargas, el que le enseñó a amar la vida de campo. Gilberto y sus cuatro hermanos se criaron en un puesto, en el distrito de Villa Bastías, donde su papá criaba vacas. Allí aprendió a montar y a valorar cómo las dificultades y las carencias “cultivan el espíritu del hombre”.

Con el tiempo pudo aplicar las enseñanzas de su padre en la crianza de sus propios animales. Rengueando y con algo de dificultad, hoy recorre sus corrales y se preocupa por cada cabra, ganso, gallina, conejo y demás “bichos” que lo mantienen en actividad.

La montaña por patria

Como “la ave solitaria con el cantar se consuela”, Gilberto raspa la guitarra cuando siente añoranza por su pasado montaraz o por su compañera (María Pocoví, que falleció hace dos años). “Se mete en aquel micro viejo, que tiene amueblado, y se pone a cantar”, cuenta su nuera, María del Carmen Sosa.

Es que los ojos le brillan cuando recuerda las noches en que se internaba en la montaña para cuidar vacas ajenas, sin mayor abrigo que el “poncho de carpa” para hacer frente al frío de la noche o los amaneceres con lloviznas o nevadas.

Empezó a los 16 años a trabajar en una estancia del paraje montañoso La Carrera. “¡Cómo me ha gustado esa vida! Siempre hemos andado con la yerbatera y el calderito para tomar mate. También con el asadito. Es una vida solitaria y sufrida, pero yo andaba con mi guitarrita y tocaba a la luz de la luna”, recuerda el hombre, que reconoce haber perdido muchas violas aplastadas por los caballos.

Vargas compartió vivencias con otro recordado gaucho tupungatino: don Samuel Ormeño (de él se dice que fue compañero de andanzas de Bairoleto). Entre los recuerdos que guarda de Ormeño, está la noche en que pelearon y el otro lo hirió con un cuchillo. “Pero con el tiempo volvimos a ser amigos”, concluye.

A este tupungatino le gustaría que hubiera agrupaciones que se esforzaran por conservar nuestras tradiciones. Mientras tanto, él hace lo propio. Hasta no hace mucho tiempo, iba a buscar a sus nietos a la escuela en carreta y terminaba dando una vuelta a los chicos del colegio y cantándole algún tema folclórico. Y hasta ha escrito y compuesto algunas canciones, entre las cuales sobresale “La loca María”, la que podría considerarse el hit de don Gilberto.

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