Don Demetrio, el último almacenero

Tiene 93 años y desde 1952 está detrás del mostrador de su comercio de Patricias Mendocinas y Ameghino. Nació en España, donde aprendió el oficio de “saber atender” a los clientes. Hombre de puertas abiertas, tres asaltos lo obligaron a poner rejas.

Don Demetrio, el último almacenero
Don Demetrio, el último almacenero

Tiene 93 años y hace más de 80 que atiende un almacén, sumando en ese récord la corta estancia en su España natal, otro tiempo en Buenos Aires y “toda una vida” en Godoy Cruz.

Así se abrevia, en pocas líneas, la historia de Demetrio Navajas, un almacenero muy querido por la comunidad del barrio Romairone (más conocido como Bombal Sur), con su negocio establecido desde 1952 en la esquina de Patricias Mendocinas y Ameghino.

Demetrio nació en 1921 en Logroño, en el norte de España, capital de la provincia La Rioja. La historia de este hombre detrás del mostrador empezó a los 15 años, cuando abandonó el hogar paterno y se fue a probar suerte a Madrid, donde entró a trabajar como cadete en un negocio de ramos generales en Marqués de Urquijo y Tutor.

Era marzo de 1936 y había vientos de conflicto armado en la capital española. Poco después, en julio, estallaba la Guerra Civil.

Aunque no llegó a pelear en ese cruento conflicto interno, más tarde estuvo 4 años alistado en Bilbao en el Ejército español, cuando ya había estallado la conflagración mundial que se extendió entre 1939 y 1945.

Recién en 1949, con 28 años, y viendo que era muy difícil progresar en su país, Demetrio decidió partir a la Argentina, donde ya residían algunos familiares.

En Buenos Aires y por su experiencia previa en el comercio, no le costó mucho entrar a un establecimiento llamado Provisión City, en la esquina de Lavalle y Cerrito. Una especie de hipermercado de nuestros tiempos.

Luego de dos años, el hombre recaló en Mendoza y tras algunas residencias en otras direcciones, se estableció finalmente en la esquina donde hoy sigue estando: Patricias Mendocinas y Ameghino de Godoy Cruz.

“Abrí el almacén que usted ve en 1952 junto con un hermano, Felipe, ya fallecido; desde entonces he estado aquí”, dice Demetrio, quien goza de un fuerte ascendiente en el barrio.

Casado con su compatriota Cayetana Gasco, su mujer también lo ayudó mucho hasta su fallecimiento, ocurrido en 1991. La pareja tuvo dos hijas, Ana María (61) y Alicia Isabel (57), que le dieron cuatro nietos y tres bisnietos.

Uno de los nietos, Emiliano Portugal, lo acompaña en el local, atendiendo un quiosco con boca de expendio a la calle y además es compañía en momentos en que la seguridad no es lo que sobra.


Un centro de encuentro
El negocio de Demetrio es el tradicional almacén de barrio, con cajoneras para los productos que antaño se vendían sueltos (azúcar, harina, salvado de trigo y hasta la yerba) y con una imagen del Topo Gigio como toda decoración en una de las paredes. Hubo momentos de ventas florecientes, en los que el diligente comerciante hasta cadetes tuvo.

Siempre atendió con las puertas abiertas, pero tres asaltos a mano armada en poco tiempo ocurridos recientemente, forzaron al empeñoso comerciante a poner una reja con control automático. En realidad sus hijas y los nietos lo obligaron a adoptar esa precaución.

El simpático despensero relató que antes las ventas se hacían con libreta de por medio y pagos a fin de mes. Y hoy se da el lujo de ser uno de los pocos en el ramo que sigue conservando este sistema de cancelación de deudas, aunque para pocos clientes, especialmente con aquellos compradores que envían a una empleada a realizar la compra diaria.

Su relación con el vecindario es muy estrecha. En muchos hogares lo consideran un amigo, alguien de la familia y hasta le han festejado cumpleaños claves de su vida, como cuando llegó a los 80 y hubo una fiesta comunitaria. Lo mismo pasó con los 90, con pasacalle y almuerzo a la canasta de por medio.

Por el negocio pasaron generaciones de vecinos. Una de las residentes más antiguas es Thelma Pelaia (87), sobrina del compositor Alfredo Pelaia, autor de “Claveles  mendocinos”, entre otros temas. Thelma, que fue empleada del colegio Martín Zapata de la UNCuyo, lo describió como “una persona servicial, buen amigo, con quien nunca hubo un problema”.

En el breve lapso que el cronista estuvo en el negocio pudo advertir otra cualidad del español: su ubicación en la zona lo convierte en un referente para atender las más variadas consultas de foráneos, que le preguntan por otros negocios o por la casa de alguna familia de las cercanías.

El ingeniero civil Francisco Marchena (82), jubilado de Irrigación, dijo que Demetrio es “alguien muy próximo a nuestros hogares”. Lo conoce hace medio siglo.

Los clientes más jóvenes, como Ivana Vicchi (40), también sienten mucho afecto por Navajas y definen a su local como “un centro de encuentro, donde se generan ideas para una mejor calidad de vida en el área”, como cuando se impulsó desde allí la instalación de alarmas comunitarias.

Y agregó: “Las personas de mi edad prácticamente nos hemos criado con una relación muy cercana con Demetrio, muy distinto al trato impersonal de las grandes estructuras comerciales”.

-Don Demetrio, ¿recuerda algún sinsabor en su larga trayectoria como comerciante?

-No recuerdo ninguno, si los hubo los he olvidado. Me he educado en este gremio que con la gente hay que tener buen trato, paciencia en algunos casos, y saber atender.

-¿Cuándo se retira del servicio activo?

-No por ahora, estamos bien y vamos a seguir al frente del negocio.

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