Hace varios años los argentinos sabemos que somos “soja dependientes”. Esto es porque, dadas las malas decisiones políticas del gobierno, los productores tanto de granos, en general, como de ganado y hasta los tamberos, decidieron dejar de lado sus explotaciones tradicionales y dedicarse a la soja.
Hoy estamos en un año en el cual podríamos estar cerca, si las lluvias acompañan, de tener una cosecha de soja muy buena, y cercana a los récords de años anteriores, aunque con una sutil diferencia. En aquellos años, la soja valía 300 dólares la tonelada y hoy vale alrededor de 520 dólares.
Indudablemente, la demanda de China, por una parte, y la del resto de los países para usar sus aceites como biodiésel, por la otra, consolidaron la demanda mundial y los precios actuales no sorprenden, aunque eran impensados cuando el gobierno quiso imponer la resolución 125/08, que tanta cola trajo.
Pero ahora, cuando se trata de pronosticar 2013, es común escuchar que puede ser un buen año si hay una buena cosecha de soja, ya que ingresarían muchos dólares y eso presionaría a la baja al dólar paralelo o “blue”.
En realidad, estos análisis son incorrectos y se parte de olvidar que todas las divisas que ingresan por exportaciones sólo van a parar al Banco Central. Cuando se produjo la crisis de 2002, el gobierno de Eduardo Duhalde, ante la situación de default y la falta de créditos externos, decidió que los exportadores deberían liquidar obligatoriamente las divisas en sus bancos los que, a su vez, si los querían monetizar debían vendérselos al Banco Central.
En aquella oportunidad, se posibilitó a las compañías petroleras y a las mineras a poder dejar el resultado de sus ventas en el exterior. Es que, hasta que fue presidente Néstor Kirchner, el mercado de divisas era libre y si se presionaba al mercado con dólares que entraban por estos rubros, el esfuerzo que hubiera tenido que hacer la autoridad monetaria para que el precio no bajara debería haber sido mucho mayor al que debió afrontar.
Ante la cantidad de obligaciones que había en 2012, el Banco Central quitó estas franquicias a estas empresas, a la vez que obligó a compañías de seguros, que tenían activos invertidos en el exterior, a traer los dólares.
Por esta razón, si hay más dólares por la venta de la cosecha de soja, esas divisas no irán al mercado libre (que ahora es ilegal) sino que caerán en las arcas del BCRA. En buen romance, una buena cosecha de soja trae aparejados para el Estado dos beneficios: mayor ingresos de divisas a las reservas de la autoridad monetaria, por una parte, y mayor ingreso de impuestos por retenciones a las exportaciones, que van al Tesoro y una parte se distribuye entre las provincias, por la otra.
¿Y el “blue”? El mercado paralelo sólo se moviliza con las divisas que los particulares tienen ahorradas fuera del sistema, con las que ingresan del exterior por medios no convencionales y las que traen los turistas extranjeros, que ya llegan avisados de que no deben vender sus monedas en los mercados formales.
Cuando hay mucha presión sobre el paralelo, como ocurrió en enero, el precio responde con mucha sensibilidad, porque no es un mercado que tenga mucha oferta. Si hay mucha soja, será alegría para los grandes productores y para el Estado, que nos seguirá diciendo que somos ricos, aunque sólo la veamos pasar.